Históricamente, siempre se ha dicho que la mejor técnica de hacking es la social: buscar el elemento humano que falla en la cadena y atacarle a él. Eso es exactamente lo que hizo Roberto Cearsolo, ex director de Finanzas del museo Guggenheim de Bilbao: se fue directamente al banco y pidió las claves para operar por Internet del director de museo. Y en el banco, como le conocían de toda la vida, pues se las dieron. Y a robar, que son dos días.
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