Entrar al juego de intentar "extirpar" a los supuestos infiltrados de manifestaciones puede acabar minando a los movimientos sociales, pues es una estrategia usada comúnmente para dividir y desviar la atención hacia la violencia y para sembrar la duda entre compañeros, produciéndose después enfrentamientos entre manifestantes que consideran que alguien es infiltrado por actuar de determinado modo o por llevar una sudadera. Buscan dividir centrando el debate en la violencia de los manifestantes, pero desde el artículo se pide no entrar al juego.
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