Menos mal que ayer no desayuné huevos revueltos: de lo contrario, se me hubieran revuelto aún más en el estómago. Fue ver en El País las fotos de “Un grito
#porlacultura” para que me invadiera un estrepitoso malestar. Yo siento una repulsión creciente por Rajoy. En este señor, todo lo que no sea reconocer que no sirve y largarse, me parece ya una irresponsabilidad. Abomino de los tajos que, en efecto, ha dado “en la cultura”. ¿Por qué entonces mi repugnancia a esa “treintena de creadores”? A explicarlo voy a dedicar el resto de esta columna.