En la película de ciencia ficción distópica Blade Runner se sentaron las bases estéticas de lo que serían las ciudades futuristas: crecimiento vertical traducido en rascacielos cada vez más monumentales, contaminación, superpoblación, suciedad, caos y anuncios luminosos por doquier, además de una fuerte influencia asiática. La ciudad de Lagos, en Nigeria, cumple con todos estos requisitos.
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