No dejas de pensar: debería llamar a casa. Decirle a mis padres, a mis hermanos, a mi niños, que estoy bien; que esto va lento, que nos falta agua y comida, que dormimos al raso, que los llantos de los niños retumban por todas partes… pero que estoy vivo. Que estoy vivo. Seguro que están muy asustados viendo la televisión o leyendo lo poco que salga en el periódico local. Deberías llamar a casa pero no tienes teléfono; o se te quedó sin batería y no hay un enchufe libre en muchos kilómetros a la redonda; o lo perdiste. O lo tuviste que vender.
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