El Ejército mexicano detiene a un sicario que confiesa haber disuelto en ácido a cientos de rivales del cártel de la droga para el que trabaja. El denominado «Pozolero de Teo» aseguró a los medios que él sólo se encargaba de destruir los cuerpos de las personas que le llevaban, pero que éstas ya estaban muertas, y por ese trabajo recibía un pago de seiscientos dólares por semana. «Las echaba en un tambo (barril) y ahí se desintegraban», dijo Meza y añadió que los restos que quedaban los enterraba en una fosa.
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