Si alguien tuviera que escribir en un folio las cinco características físicas principales de un jugador profesional de fútbol, el resultado podría ser el siguiente: atlético, fuerte, musculado, fibroso y robusto. Es cierto que se podría añadir algún que otro adjetivo más pero, seguramente, éste, por mucho que quisiéramos, no alteraría demasiado el común denominador que emana de las palabras citadas: un estado físico envidiable y óptimo.
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