Los francotiradores soviéticos tenían tan amedrentados a los soldados nazis que estos no se atrevían, en algunas zonas de la ciudad, a moverse y salir de su protección. Por ello, en ocasiones convencían a niños rusos, muertos de hambre, casi literalmente, para que fueran hasta el río Volga a llenar sus cantimploras. En la vuelta del río a las posiciones alemanas, los francotiradores del Ejército Rojo disparaban a aquellos niños por considerarlos traidores a la madre patria.
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