No hace mucho, la religión se presentaba como la última garante de la moral y ética en una sociedad capitalista que había creado a un nuevo Dios: el dinero. A los jefes religiosos hoy no les queda ni eso. Han podido servir a la vez “a Dios y a Mammón”, y a otras divinidades y demonios terrenales sin despeinarse.
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