Al lado de Joseph descansa Herminia, una niña de pocos días a la que dejaron abandonada en las letrinas de un campo de desplazados. O Jean, cuya madre lo dejó tirado en una calle de la ciudad porque nació con una minusvalía. En esta sala ya no hay penas. Da igual que fuera zumbe la artillería. Una veintena de recién nacidos tendrá un futuro (el que sea, bueno o malo, pero futuro) gracias a la labor de los que trabajan en este mítico orfanato fundado por salesianos.
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