Cuando leí la noticia de que no entraba entre los planes del gobierno de los Estados Unidos el construir la Estrella de la Muerte, no pude evitar la sensación de que si esa propuesta hubiese llegado a la Generalitat Valenciana hace cinco años alguien podría haber pensado que no era tan descabellada la idea. En esos años en los que la carencia de fe en nuestras posibilidades resultaba tan molesta, el dinero era una cosa sin importancia. Todo era cuestión de endeudarse, que los euros parecía que los regalaban.
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