Berger sufrió una caída bastante aparatosa montando un caballo. Mientras tanto, en otra ciudad, su hermana tuvo la fuerte sensación de que algo malo le había pasado a Berger y sintió la imperiosa necesidad de mandarle un telegrama para saber como se encontraba. La sincronización de tiempos sorprendió tanto a nuestro científico que se propuso construir un aparato que midiese las ondas electromagnéticas del cerebro. Y voilá, por eso se inventó el EEG: para intentar probar la hipótesis de Berger de que los cerebros pueden comunicarse a distancia
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