Después de pasar el fin de semana en Fuenterrabia, pequeña y bella localidad guipuzcoana, y ya de camino a casa con los rayos de un sol casi invisible tiñendo de rojo el horizonte, la voz de Bob Seger adormecía a mi hija en el asiento trasero y a nosotros nos acompañaba en ese silencio cómplice…
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