Las intenciones de entonces, que después se repitieron en las reuniones de primavera y otoño del Fondo Monetario Internacional y en el G-20 celebrado en septiembre en Pittsburgh, prometían acabar con los paraísos fiscales, elevar las exigencias de solvencia a las entidades financieras, mejorar su supervisión, limitar los millonarios bonus de los banqueros, controlar a las agencias de rating o poner coto a los productos de inversión incomprensibles. Prácticamente todo cayó en saco roto. "No ha faltado iniciativa por parte de los gobiernos.
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