El despiste de los trabajadores se iba acrecentado con cada nueva ocupación. La estocada final vino de la mano de un individuo que solicitó cambio al empleado que manipulaba las bolsas. Éste se giró para proporcionarle el dinero y, aprovechando el descuido de su víctima, el falso cliente agarró las tres bolsas de dinero que había detrás del mostrador y se dio a la fuga.
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