Hace unos años fui a casa de un amigo de visita y, mientras disfrutábamos de unas cervezas en la cocina, me fijé en un folio que tenía colgado de la puerta del frigorífico. Se trataba de una lista de aditivos supuestamente cancerígenos avalada por un supuesto hospital español. Entre ellos se encontraba el código E-330, que corresponde nada más y nada menos que al ácido cítrico, una sustancia imprescindible para el funcionamiento de nuestro organismo. Por si fuera poco, este aditivo aparecía destacado como el más tóxico de todos.
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