Después de que en noviembre de 2002 el chapapote del Prestige tiñera de negro todas las obras de Manfred Gnädinger, ayer, ocho años después,un temporal acabó de rematar lo que quedaba de su memoria. Entre ambos, un largo olvido trufado de fundaciones, cursos y casas de la cultura dedicadas al alemán de Camelle que no han servido para que ninguna Administración haya hecho nada para conservar su particular jardín escultórico
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