Hace unos días, por casualidad, abrí la correspondencia de Obsidiana, la de mi mujer y la mía y, sin poder creérmelo, vi que mientras la suya tenía un 7,8% de intereses, la mía gozaba del privilegio de un usurero 21%. Como era lógico, les escribí una carta personal a la persona que me había enviado recientemente una carta de promoción firmada. Como es también lógico, la firme y le dije que no me parecía aceptable el trato y que, siendo un cliente de años, hubiera esperado el mejor trato posible, no el mayor interés posible.
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