Antonia Vilar y Fernando Caldas se inquietaron aquel 16 de julio del 2004 cuando eran las dos de la tarde y su hijo Fernando, de 28 años, no había llegado a comer. Le llamaron al móvil y deba apagado o fuera de cobertura; lo buscaron en la tienda de telefonía móvil en la que trabajaba, y allí tampoco sabían nada. Fueron angustiosas las horas que pasaron hasta que los llamó un amigo de Fernando y...
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