Fidel Castro repite así el razonamiento que desde el principio el proceso revolucionario cubano ha repetido una y otra vez, adoptando una vieja técnica de la época bolchevique en la desaparecida Unión Soviética. Para terminar, Fidel apela al argumento socorrido del enemigo externo. Pero en este caso el delito no viene de una actuación, sino simplemente de la ilusión enemiga, cuya mente se convierte en responsabilidad del funcionario en desgracia: firme hasta la desilusión. Relacionada:
tinyurl.com/alsk6d