Darwin se refirió en repetidas ocasiones como un “misterio abominable” a la brusca radiación adaptativa de las angiospermas (es decir, las plantas con flores y frutos verdaderos) en el Cretácico. Desde su punto de vista, desde luego, el acontecimiento sólo podía ser calificado de misterioso. El registro fósil del Cretácico inferior mostraba unas floras con dominancia de gimnospermas o criptógamas. Sin embargo, en los estratos inmediatamente posteriores, del Cretácico superior, las angiospermas aparecían ya mostrando una notable diversidad.
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