Se llamaba Javier y tenía 51 años. Este martes tomó la decisión más difícil de su vida. Salió al descansillo de la escalera a fumar un cigarrillo, pagado, como siempre y sin que él lo supiera, por su tía. Como solía hacer cada día después de comer. A continuación subió hasta el cuarto piso, abrió la ventana de la escalera y se arrojó al vacío. Nunca sabremos lo que pasó por su cabeza en sus últimos minutos, pero lo podemos imaginar. Llevaba cinco años en el paro, pese a ser un hombre cualificado y con amplísima experiencia...
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