Hasta la introducción de la iluminación de gas y, posteriormente, eléctrica, el mundo nocturno se sustraía en buena medida al control social y al orden político observados durante el día. Las condiciones materiales imponían un cese de la actividad diurna que se extendía al reino de lo político: el orden establecido se subvertía en muchos casos. Las costumbres sociales y los ritmos de sueño y vigilia también eran distintos de los actuales.
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