En 1999, el artista israelí Daniel Rozin construyó una pieza muy especial que sorprende a todo aquel que la contempla en los museos donde se exhibe: un espejo de madera de 170 cm de ancho, 203 cm de alto y 25 cm de grosor. Está formado por 830 pequeñas escuadras de madera conectadas a otros tantos servomotores, una cámara que examina al visitante que se sitúa frente al espejo y un ordenador que analiza la imagen captada por dicha cámara y controla el movimiento de todas las piezas para que reflejen la figura de quien posa ante esta creación.
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