Hay canciones representativas de un artista y, gracias a los anunciantes, consiguen que también representen a una marca. Es a partir de una exposición continua a la pantalla del televisor cuando dichas sintonías penetran en nuestro cerebro y ya no podemos dejarlas escapar. Las tarareamos haciendo tareas domésticas, en el trabajo, conduciendo... hasta que decimos: ¡BASTA! y es entonces cuando nuestra obsesión se transforma en odio.
Comentarios
Yo solo odio los 25 minutos de anuncios seguidos en A3
Tengo que ver más tele para estar en la onda y convertirme en un odiador de canciones. No me suena ningún anuncio...