El compositoir ruso Mikhail Glinka llegó a España en el verano de 1845 e hizo amistad con Felix Castilla, un comerciante local que también era guitarrista. Castilla tocó para Glinka una melodía folclórica tradicional, la Jota Aragonesa, junto con sus muchas variaciones. Esta melodía se convertiría en la base de la única obra que Glinka logró completar durante su época en España, el Capriccio brillante de Jota Aragonesa (1845). La pieza llegó a ser conocida también como la Primera Obertura Española.
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