El inspector llegó como siempre, montado en un unicornio de 3 patas. Vestía sus atavíos reales para tratar con la aristocracia: una camiseta del Pryca (Edición mundial de 1936), una cresta mohicana rosa y un tatuaje en el brazo con un viejo refrán oriental en letras chinas: “Si hay camiones aparcados, se come bien”.
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