Es probable que los nostálgicos o cualquier enamorado del clásico original encontrasen en la secuela de Rob Marshall un salvoconducto para verter toda sus ansias acumuladas durante años de espera por un nuevo material o adaptación de las novelas. Lo que quizá no sabían es que tenían esperándoles una "nueva entrega" disponible desde 1983. No un remake, ni una secuela, sino un facsímil, una versión apócrifa, una pseudoadaptación de la Unión Soviética de los mismos libros.
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Pero aquí me toca contar anécdota. Trabajé durante unos años para cierta persona del mundo del periodismo a quien se enviaba en los 80 a entrevistar a personalidades en un famoso semanal español. En una de estas, le enviaron a la mansión americana de Julio. Al día siguiente se volvió porque le acababa de llamar Pinochet para que ofreciese un concierto, y si él le decía ven, lo dejaba todo.
Si es cierto o no, no tengo capacidad de valorarlo.