Pocas obras han resistido el paso del tiempo con tal fuerza como Frankenstein; o el moderno Prometeo, cuya primera versión Mary Shelley publicó en 1818. Más de dos siglos después, su criatura sigue siendo un espejo en el que cada generación proyecta sus miedos y sus aspiraciones. Así, Frankenstein encarna la pregunta eterna sobre los límites del conocimiento y la responsabilidad moral del creador respecto a su criatura, un dilema que la literatura y el cine no han dejado de reinterpretar.
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IGOR
¿Doctor Frankenstein?
FREDERICK
Fronkonstin.
IGOR
¿Me toma el pelo?
FREDERICK
No. Se pronuncia Fronkonstin.
IGOR
¿Dice usted también Frodorick?
FREDERICK
No. Frederick.
IGOR
¿Y porque no es Frodorick Fronkonstin?
FREDERICK
Porque no. Es Frederick Fronkonstin.
IGOR
Muy bien.
FREDERICK
Usted debe de ser Igor.
IGOR
¡No! Se pronuncia Aigor.
#1 A la vez casi
#2 #1
Lo cierto es que forman un díptico genial, en una el monstruo es el centro de la obra, en la otra es el doctor.
El monstruo es un ser entrañable, patético y brutal que se encuentra solo y rechazado y quiere compañía.
El doctor es un psicópata brutal que lo único que quiere es poder hacer sus experimentos, sin importar el resultado ni a cuanta gente deba matar, para él la compañía, familia, amigos, es una molestia para realizar sus experimentos.