El 21 de febrero de 1977, Teresita Basa era encontrada muerta en su apartamento. Tras una extensa investigación, los esfuerzos de la justicia para encontrar al culpable parecían no surtir efecto. Los investigadores se encontraban en un callejón sin salida. Fue en ese momento que algo inesperado sucedió: el detective responsable por el caso fue contactado por un sujeto que tenía un testimonio bastante extraño.
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