Elisée Reclus (1830-1905)
Élisée Reclus fue uno de los intelectuales anarquistas más importantes del siglo XIX. Participó en los debates de la Internacional antiautoritaria de mediados y finales de la década de 1870, que condujeron a la creación de un movimiento anarquista revolucionario declarado. Fue uno de los primeros defensores del comunismo anarquista y un respetado geógrafo. En este artículo de 1889, Reclus explica por qué él y otros son anarquistas. La traducción es de Iain McKay y está tomada del volumen 1 de su próximo Libertarian Reader, una antología de escritos socialistas libertarios desde la década de 1850 hasta 2016. Aunque hay cierto solapamiento entre el Libertarian Reader y mi Anarchism: A Documentary History of Libertarian Ideas (tres volúmenes de escritos anarquistas desde la antigua China hasta 2012), esta selección de Reclus es una de las muchas que se encuentran únicamente en el Libertarian Reader, que promete ser otra fuente inestimable de escritos anarquistas y socialistas libertarios originales.
¿Por qué somos anarquistas?
Las siguientes líneas no constituyen un programa. No tienen otra finalidad que la de justificar la utilidad de elaborar un proyecto de programa que se someta al estudio, a las observaciones, a las críticas de todos los revolucionarios comunistas.
Sin embargo, tal vez contengan una o dos consideraciones que podrían encajar en el proyecto que pido.
Somos revolucionarios porque queremos justicia y en todas partes vemos que la injusticia reina a nuestro alrededor. Los productos del trabajo se distribuyen en proporción inversa al trabajo. El ocioso tiene todos los derechos, incluso el de matar de hambre a su vecino, mientras que el trabajador no siempre tiene derecho a morir de hambre en silencio: se le encarcela cuando es culpable de hacer huelga. Las personas que se llaman a sí mismas sacerdotes trafican con milagros para poder esclavizar a los intelectos; las personas que se llaman reyes pretenden proceder de un amo universal para serlo a su vez; las personas armadas por ellos cortan, acuchillan y disparan a su antojo; las personas con túnicas negras que dicen ser la justicia por excelencia condenan a los pobres, absuelven a los ricos, a menudo venden condenas y absoluciones; los mercaderes distribuyen veneno en lugar de alimentos, matan en detalle en lugar de matar a granel y se convierten así en capitalistas de honor. [2] El saco de monedas es el amo, y quien lo posee tiene en su poder el destino de los demás hombres. Todo esto nos parece despreciable y queremos cambiarlo. Llamamos a la revolución contra la injusticia.
Pero "la justicia es sólo una palabra, una mera convención", nos dicen. "¡Lo que existe es el derecho de la fuerza!" Pues bien, si eso es así, no somos menos revolucionarios. Es una cosa o la otra: o la justicia es el ideal humano y, en ese caso, la reclamamos para todos; o bien la fuerza es la única que gobierna las sociedades, y en ese caso usaremos la fuerza contra nuestros enemigos. O la libertad de los iguales o el ojo por ojo [la loi du talion].
Pero por qué las prisas, nos dicen todos los que esperan todo a tiempo, para eximirse de actuar. La lenta evolución de los acontecimientos les basta, la revolución les asusta. La historia ha pronunciado [el juicio] entre nosotros y ellos. Nunca se ha logrado ningún progreso parcial o general por mera evolución pacífica; siempre se ha hecho mediante una revolución repentina. Si el trabajo de preparación tiene lugar lentamente en las mentes, la realización de las ideas se produce de repente: la evolución se produce en el cerebro, y son los brazos los que hacen la revolución.
¿Y cómo realizar esta revolución que vemos prepararse lentamente en la Sociedad y a cuyo advenimiento contribuimos con todos nuestros esfuerzos? ¿Es agrupándonos en cuerpos subordinados unos a otros? ¿Es constituyéndonos como el mundo burgués que combatimos como un conjunto jerárquico, con sus amos responsables y sus inferiores irresponsables, sostenidos como herramientas en la mano de un jefe? ¿Empezaremos a ser libres abdicando? No, porque somos anarquistas, es decir, hombres que quieren mantener la plena responsabilidad de sus actos, que actúan de acuerdo con sus derechos y sus deberes personales, que imparten a un ser [humano] su desarrollo natural, que no tiene a nadie como amo y no es el amo de los demás.
Queremos liberarnos de las garras del Estado, no tener ya por encima de nosotros a superiores que nos manden, poniendo su voluntad en lugar de la nuestra.
Queremos arrancar toda ley externa, sujetándonos al desarrollo consciente de las leyes internas de nuestra naturaleza. Al suprimir el Estado, suprimimos también toda la moral oficial, sabiendo de antemano que no puede haber moral en obedecer leyes mal entendidas, en obedecer una práctica que ni siquiera intentan justificar. Sólo hay moralidad en la libertad. También es sólo por la libertad que la renovación sigue siendo posible. Queremos mantener nuestra mente abierta, dispuesta de antemano a cualquier progreso, a cualquier idea nueva, a cualquier iniciativa generosa.
Pero si somos anarquistas, enemigos de todo amo, también somos comunistas internacionales, porque entendemos que la vida es imposible sin organización social. Aislados, no podemos hacer nada, mientras que a través de la unión estrecha podemos transformar el mundo. Nos asociamos como hombres libres e iguales, trabajando por una tarea común y regulando nuestras relaciones mutuas por la justicia y la buena voluntad recíproca. Los odios religiosos y nacionales no pueden separarnos, ya que el estudio de la naturaleza es nuestra única religión y tenemos el mundo por patria.
La principal causa de salvajismo y maldad dejará de existir entre nosotros. La tierra se convertirá en propiedad colectiva, se eliminarán las barreras y en adelante el suelo que pertenece a todos podrá adaptarse al disfrute y al bienestar de todos. Los productos necesarios serán precisamente los que la tierra pueda proporcionar mejor, y la producción responderá exactamente a las necesidades, sin desperdiciar nunca nada como en el trabajo desordenado que se hace hoy. Del mismo modo, la distribución de todas estas riquezas entre los hombres se sustraerá al explotador privado y se hará mediante el funcionamiento normal de la sociedad en general.
No tenemos que esbozar de antemano el cuadro de la sociedad futura: Es la acción espontánea de todos los hombres libres la que va a crearla y darle su forma, por otra parte incesantemente cambiante como todos los fenómenos de la vida. Pero lo que sí sabemos es que a cada injusticia, a cada crimen que atenta contra la dignidad humana [lèse-majesté humaine] siempre nos encontramos levantándonos para combatirlos. Mientras la iniquidad exista, nosotros, comunistas-anarquistas internacionales, seguiremos en estado de revolución permanente.
Élisée Reclus, La Société nouvelle, Año 5, Nº 2, 1889
[2] Reclus escribe "tuent en detail", un juego de palabras ya que "vente en detail" significa venta al por menor. (Editor)
Traducido por Jorge Joya
Original: robertgraham.wordpress.com/2019/08/03/elisee-reclus-why-we-are-anarchi