Panzada de llorar que me he metido hoy. Me gusta estar de vacaciones, claro que sí, pero hay que admitir que, cuando trabajo, todo desaparece. Hoy, primer día de vacaciones, mi cerebro no tenía mejor cosa que hacer que recordarme aquél maldito día de agosto cuando mi cuñado me llamó y me dijo que fuera corriendo a su casa. Mi hermana se había desmayado en el baño, él había tenido que tirar la puerta abajo para entrar, y estaba esperando a la ambulancia. Corrí como nunca en la vida, llegué yo antes que la ambulancia. Mis tres sobrinas ni podían hablar, parecía como si hubieran robado toda la alegría del mundo. Mi hermana estaba tendida en el suelo de su casa mientras los sanitarios hablaban con ella y le ponían vías. Cuando me vio, sonrió como una niña. A duras penas le devolví la sonrisa. Cogí a mi sobrina pequeña -tres añitos mal contados- en brazos y ya no la solté.
Tenía que mentirles. Tuve que decirles que todo iba a salir bien. No fue así, desde luego. Apenas un mes más tarde, el puto cáncer se la llevó definitivamente. Hoy me ha venido todo a la mente. Da igual que pasen cuatro años o mil. Me he puesto "Hurt" de Johnny Cash y a llorar. Algo mejor estoy, eso sí. Algo.