@Teary hacienda. Si ninguno tiene licencia no están pagando impuestos debidamente casi seguro. Y ninguna administración de mueve más rápido que hacienda. Y das donde más duele.
@PasaPollo@PasaPollo Nunca se ve de la misma forma la salud mental tras haber tenido un problema de salud mental.
Ahí es cuando se descubre lo importante que es.
Y yo a ver si me aplico el cuento y busco psicólogo ahora en septiembre.
@PasaPollo@carademalo Entonces concuerdo con carademalo en que la naturaleza intrínseca de cada uno puede afectar a esos episodios. Como soy un tipo muy tranquilo mis idas de olla nunca me hacían putear a nadie. Pero también sé lo mal que lo pasa uno creyendo algo que no es cierto. Y mi "pasarlo mal" fue caminar kilómetros como un idiota buscando cosas que no existían, pero si tuviese delirios paranoides lo hubiese pasado realmente terrible sabiendo que el Gobierno o grupos peligrosos me quieren silenciar o me vigilan.
Le temo a perder mis facultades mentales más que a nada en el mundo, así que empatizo con cualquier persona que pase por una situación así, aunque sean también malos en su estado. Porque tampoco es exclusivamente tener buen o mal fondo: yo creo que si cualquiera supiese que en un foro le persiguen, se pondría al menos un poco de uñas con ellos.
(Queda esto aquí sabiendo que, como siempre que cuento algo personal, se utilizará después ad hominem contra mí. Pero como gracias a Dios soy relativamente anónimo, ya sabéis: dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad).
@carademalo Os comparto un poquito de lore. Cuando acababa de llegar a la veintena, durante unos meses sufrí brotes psicóticos. Como luego me diría mi psiquiatra, es algo relativamente común en varones jóvenes, que a veces va aparejado a depresión y que si se trata a tiempo no se repite (y de hecho así ha sido en mi caso; unos meses con Invega y como nuevo).
Eran muy inofensivos. Un día me descubría en la plaza de mi ciudad buscando el puerto (es una ciudad de interior). Otro día comentaba preocupado con un camarero si le habían pagado ya el alquiler a mi abuelo (estaba muerto y nunca tuvo un bajo). Caminaba hasta el depósito de coches porque me lo había llevado la grúa (no tenía coche).
No son alucinaciones. Yo sabía que Santiago tenía puerto o que mi coche estaba en el depósito de la misma forma que sabía que España está en Europa, que los semáforos se ponen en rojo y que mi pito carga a la izquierda. Son hechos que ni te planteas hasta que después, cuando ha pasado, los piensas.
Nunca lo pasé tan mal como en esos momentos de lucidez, cuando te dabas cuenta de que no te podías fiar ni de lo que sabías.
@eldarel @PasaPollo @PasaPollo
@eldarel @PasaPollo @PasaPollo
Ahí es cuando se descubre lo importante que es.
Y yo a ver si me aplico el cuento y busco psicólogo ahora en septiembre.
Le temo a perder mis facultades mentales más que a nada en el mundo, así que empatizo con cualquier persona que pase por una situación así, aunque sean también malos en su estado. Porque tampoco es exclusivamente tener buen o mal fondo: yo creo que si cualquiera supiese que en un foro le persiguen, se pondría al menos un poco de uñas con ellos.
(Queda esto aquí sabiendo que, como siempre que cuento algo personal, se utilizará después ad hominem contra mí. Pero como gracias a Dios soy relativamente anónimo, ya sabéis: dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad).
Eran muy inofensivos. Un día me descubría en la plaza de mi ciudad buscando el puerto (es una ciudad de interior). Otro día comentaba preocupado con un camarero si le habían pagado ya el alquiler a mi abuelo (estaba muerto y nunca tuvo un bajo). Caminaba hasta el depósito de coches porque me lo había llevado la grúa (no tenía coche).
No son alucinaciones. Yo sabía que Santiago tenía puerto o que mi coche estaba en el depósito de la misma forma que sabía que España está en Europa, que los semáforos se ponen en rojo y que mi pito carga a la izquierda. Son hechos que ni te planteas hasta que después, cuando ha pasado, los piensas.
Nunca lo pasé tan mal como en esos momentos de lucidez, cuando te dabas cuenta de que no te podías fiar ni de lo que sabías.
(Sigue)