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UsuarioMeneame2025

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Francia y Alemania se han aliado para crear su propio Google Docs a la europea con una ambiciosa meta: dejar de depender de EEUU [91]

  1. Como ya comenté en un artículo de mi página, no podemos - ni debemos - seguir dependiendo de terceros países para almacenar información crítica en sistemas sujetos a legislaciones ajenas. La famosa "nube" tiene sus matices, y en el caso de las Big Tech estadounidenses, esos matices incluyen puertas traseras legales como el Cloud Act, que permite a sus autoridades acceder a nuestros datos aunque estén físicamente en servidores europeos.

    Por eso celebro iniciativas como esta alianza franco-alemana, que no solo plantea una alternativa real a Google Docs, sino que además lo hace desde una perspectiva soberana, pública y open source. Era hora de que se tomara en serio la creación de un ecosistema digital europeo, con herramientas como Docs o Visio que vengan a reemplazar productos que, aunque funcionales, representan una dependencia insostenible.

    Eso sí, también hay que aprender de errores pasados. Hace unos años, la ciudad de Múnich intentó dar el salto a Linux e implementar software libre en todos sus ordenadores. El proyecto arrancó con fuerza, pero tras un fuerte desembolso inicial y múltiples dificultades operativas (principalmente por falta de compatibilidad con algunos programas y resistencias internas), acabaron volviendo a Windows. No se trata solo de cambiar el sistema operativo o un paquete ofimático: hace falta una estrategia integral, con formación, soporte y compromiso a largo plazo.

    Ahora bien, esto no es solo una cuestión de soberanía tecnológica. Es también una cuestión de formación y cultura digital. Como decía en ese mismo artículo, necesitamos un sistema operativo propio, con su suite ofimática integrada, que se instale por defecto en todos los centros públicos —escuelas, universidades, ayuntamientos— y se enseñe desde los primeros cursos. No se trata de complicar la vida, sino de ganar autonomía.

    La facilidad para manejar una herramienta no depende de su interfaz ni de sus colores, sino del hábito, de la práctica diaria. Y ese hábito se forma desde jóvenes. ¿Cuántas empresas dependen hoy por completo de Excel? ¿Y si mañana Microsoft decide cerrar el grifo o cambiar las condiciones de uso? ¿Dónde queda nuestra capacidad operativa?

    Por eso el código abierto tiene que ser más que una alternativa: debe convertirse en la norma. Y este proyecto, aunque aún joven, puede ser el punto de inflexión.

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