@kutto Esto no lo verás en los medios
@Charles_Dexter_Wardkutto @thorin @Cesc_ Esto es del negociao de
kutto, sí Lo de que el TikTok no sea muy público es cosa mía, que me daba vértigo por si no era capaz (de hecho hay días que estoy tan dentro de los reportes que no me da para hacer el videomeneo
Humorísticamente, más de uno lo ha llamado héroe. Incluso han dicho que es un ejemplo para el resto de la humanidad. Que lo que logró fue hermoso, aunque durase poco. ¿Cuál fue su gran hazaña? Desactivar la cuenta de Twitter del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su último día de trabajo.
Entre los siglos XVI y XVII surgieron en Europa coleccionistas que almacenaban en sus gabinetes todo tipo de cachivaches que iban desde relojes, obras de arte, plantas exóticas llegadas desde todos los rincones del mundo, algún cuerno de unicornio, animales disecados, sangre de dragón o instrumentos con más o menos complejidad. Se trataba, por supuesto, de colecciones privadas pertenecientes a alguien rico: un burgués, un aristócrata o un rey, que trataba su colección como un museo y la exponía a todos los visitantes de su casa.En Inglaterra, Alemania o España se solían llamar "cuartos de maravillas", “gabinetes de curiosidades” o “gabinete de arte y maravillas” o “sala de rarezas” y solo eran accesibles a aquellos designados por el dueño de la colección. El gabinete era un fiel reflejo del estatus de su dueño y por lo tanto estaba cuidado hasta el último detalle para poner en relieve la importancia del anfitrión.En los gabinetes de la nobleza y de la aristocracia, el orden del gabinete iba encaminado a sorprender al visitante a través de artículos exóticos. Por el contrario, en los gabinetes de los burgueses el interés que aglutinaba la colección solía ser científico o humanista y tenían un catálogo más modesto pero más cohesionado que en los gabinetes "de alta alcurnia".Los objetos que se exponían en los gabinetes se organizaban en dos grandes categorías: los Naturalia, objetos provenientes de la naturaleza como animales, plantas o minerales y los Artificialia, los artículos fabricados por el hombre. En el contexto del Renacimiento, los coleccionistas estaban muy interesados por estudiar el mundo que les rodeaba y por clasificar minerales, animales y plantas. Por supuesto, en los gabinetes había también un hueco para las alteraciones naturales como ovejas de dos cabezas (reales o falsas), cuernos raros y algún que otro fósil.En plena época de los descubrimientos, poseer objetos que hubieran llegado desde África o América aumentaba el caché de los gabinetes y pronto se organizó una red de gabinetes que intercambiaba información acerca de la taxonomía de los animales, minerales y plantas que iban llegando de las nuevas tierras exploradas.Los cuartos de maravillas tuvieron gran importancia en el avance científico, ya que permitían examinar muchos especímenes sin moverse del sitio, lo que era especialmente práctico para comparar seres vivos. Son muy famosas las colecciones de fósiles de esta época, que se comparaban a lo largo de toda Europa entre coleccionistas de curiosidades.Los ArtificialiaEl Renacimiento es uno de los momentos históricos en el que se vuelven los ojos a la Antigüedad clásica y los gabinetes no quedaron ajenos a esta corriente. Numerosos artículos procedentes de la antigua Grecia y Roma comenzaron a fluir al mercado y acabaron en gabinetes de toda Europa, pero también se intensificó Usos de las momias a lo largo de la historia" class="content-link" style="color: rgb(227, 86, 20)" data-toggle="popover" data-popover-type="link" data-popover-url="/tooltip/link/usos-momias-largo-historia">Usos de las momias a lo largo de la historia. De este modo comenzó a practicarse la arqueología, aunque fuera al principio como algo rudimentario más encaminado a lucrarse que a conocer el pasado.Los objetos "artificiales" que formaban parte de los gabinetes iban desde las obras de arte en cualquier soporte a objetos cotidianos de culturas lejanas, sin olvidar artefactos e instrumentos científicos que venían a completar la colección. Además solía haber un rincón para exponer autómatas o máquinas con mayor o menor complejidad que atrapaban la atención de los visitantes.Entrar en un gabinete de curiosidades era adentrarse en un mundo con una nueva estética, donde todo su contenido era susceptible de ser una curiosidad, desde los artículos a los muebles donde se mostraban. Estos muebles estaban llenos de cajones y de compartimentos secretos que ampliaban la superficie disponible para exhibir sus piezas.La transformación de los gabinetes en museosA finales del siglo XVIII con la llegada de la Ilustración, estos gabinetes comenzaron a abrirse al público en general con el objetivo de instruir a la sociedad. Los gabinetes fueron adquiridos en muchos casos por instituciones públicas y constituyeron el germen de los actuales museos. En España tenemos el caso del Real Gabinete de Historia Natural creado a instancias de Pedro Franco Dávila durante el reinado de Carlos III y que constituyó el germen de varios museos, desde el Museo del Prado, el Museo Nacional de Ciencias Naturales, el Museo Arqueológico Nacional y el Museo de América. Las colecciones de Franco Dávila incluían desde cuadros a cristalería, pasando por algunos ejemplares de animales disecados.Al igual que sucedió con el Real Gabinete de Historia Natual, los gabinetes europeos fueron desapareciendo desde finales del siglo XVIII y a lo largo del siglo siguiente. Sus colecciones pasaron a engrosar los museos de Ciencias Naturales o de Arte, y las piezas de menor valor quedaron como curiosidades de los particulares. Si os intriga saber qué aspecto tenían estos cuartos, además de visitar los links que he enlazado os animo a que le echéis un ojo a la reproducción del gabinete de curiosidades que hay en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid porque está fenomenal.
Antes, la libra estaba dividida en monedas que seguro te suenan al menos de los cuentos: chelines y peniques. Una libra estaba compuesta por 12 chelines, y cada chelín estaba compuesto de 20 peniques. Es decir, que una libra eran 240 peniques.
Abrir una lata de conservas para comer o para cenar (o para desayunar, si os va eso) se ha convertido en un gesto cotidiano, aunque, como supondréis, las latas no llevan mucho tiempo con nosotros. El germen de invención se la debemos al francés Nicolas Appert, que fue un maestro cocinero y confitero que trabajó en las cocinas de la princesa de Forbach.Si nos ponemos estrictos, la verdad es que Appert no fue el inventor de la lata de conservas, aunque sus trabajos acabaron en poco tiempo derivando en estos artilugios. El método de Appert, que data de 1795, consistía en colocar los alimentos en un tarro o en una botella de cristal cerrado herméticamente con un tapón de corcho sellado con cera o atado con un alambre (como los vinos o los espumosos actuales) y hervirlos para conseguir que se hiciera el vacío en su interior a la par que mataba a los microorganismos que pudieran quedar en su interior. Al abrir el frasco, incluso después de varios meses, la comida conservaba su sabor y sus propiedades, por lo que fue una revolución.Poder conservar comida lista para ser consumida durante largos periodos de tiempo facilitó la tarea a navegantes y a soldados, que no se veían en la necesidad de recabar víveres frescos continuamente. Antes del descubrimiento de Appert, estas personas recurrían a salazón, o a bizcochos que se iban poniendo rancios o pudriéndose conforme avanzaba la travesía, por lo que los frascos fueron abrazados por viajeros de todo tipo con alegría.Napoleón, que llevaba un tiempo detrás de una solución para dar de comer a sus tropas que se hallaban enfrascadas en plena campaña de conquista, premió la invención de Appert con 12.000 francos. Con el dinero del premio, el cocinero abrió una fábrica en París para suministrar a la marina francesa y además publicó su método en un libro para que todo el mundo conociera su método.El libro se tituló “El arte de conservar durante varios años todas las sustancias animales y vegetales” y nunca llegó a patentar su idea. Appert creía que su invento debía mejorar la vida de todas las personas y puso ese interés por encima de sus beneficios económicos.Del bote a la lataEl sistema de Appert fue perfeccionado en 1811 por su compatriota, Philippe Girard, que estaba en Londres con la intención de lucrarse con la conservación de alimentos. Este hombre aportó una innovación y en vez de meter la comida en tarros de cristal la metió en recipientes de hojalata, que pesaba menos (no mucho, al principio, porque aún era un método tosco) y era más resistente a los golpes. Su invención fue presentada ante la Royal Society de Londres por un empresario inglés, Peter Durand, que hizo las demostraciones pertinentes ante los científicos.La patente que obtuvo Girard se vendió al empresario Bryan Donkin, que abrió la primera fábrica de latas de conserva de la historia. Para dar a conocer su producto, distribuyó muestras entre la alta sociedad británica y la misma reina lo probó a través del duque de York y quedó muy contenta con el invento.Las demostraciones se sucedían y Joseph Banks, otro famoso del momento, hizo la prueba del contenido de una lata que tenía dos años ante la Royal Society declarando que los alimentos estaban “en perfecto estado de conservación”. Con ello consiguió convertir a Donkin en el suministrador de alimentos enlatados de la marina británica.No hay lata sin su abrelatasEn las instrucciones de las primeras latas constaba que para abrirlas se recomendaba usar escoplo y martillo, lo que suponía un gran esfuerzo por parte de los consumidores. Tenemos que esperar hasta 1850 para la aparición de latas más ligeras para que comenzaran a inventar maneras más sencillas de abrirlas.En 1870 el estadounidense William Lyman inventa el abrelatas definitivo con una rueda cortante y con ello la popularización de las comidas en conserva fue imparable.Por cierto, Appert no se quedó quieto después de su invento para conservar alimentos y a él le debemos también un método para fabricar leche concentrada. Por desgracia, murió arruinado después de que la invasión Prusiana destruyera su fábrica.Si queréis leer más sobre esta historia, os recomiendo Mundolata, Ya está el listo que todo lo sabe, Enciclopedia Británica y Una bióloga en la cocina. La foto de Nicolas Appert que inicia el artículo es de la Wikipedia como siempre.
Creo que cuando leí Robinson Crusoe debía tener unos doce años. En aquella época leía todo lo que caía en mis manos y las peripecias del náufrago más famoso de la literatura me cautivaron. Más allá de si su mensaje era paternalista con los habitantes de la isla o de si era un libro encaminado a ensalzar al imperio británico, disfruté de sus aventuras como solo una niña de doce años sabe hacer. El caso es que leyendo por Internet me he encontrado con la historia de Alexander Selkirk, un corsario al que abandonaron en una isla deshabitada del Pacífico al que encontraron otros corsarios cuatro años después y que fue la que inspiró a Daniel Defoe. Y como tengo un ratito, os cuento lo que he aprendido buceando por Internet.Selkirk nació en 1676 en Escocia y en 1703 se embarca en la nave Cinque Ports que buscaba saquear los barcos españoles con ayuda de otro barco, el St George, ambos capitaneados por William Dampier. Dampier había conseguido una patente de corso con la que se dedicaba a asaltar barcos españoles y franceses, que se hallaban inmersos en la Guerra de Sucesión con los franceses y no tenían tiempo para entretenerse con otras cosas. Las naves de Dampier no tuvieron una travesía fácil y cruzaron con dificultades el Cabo de Hornos, y llegaron a sitiar la ciudad de Santa María en Panamá. Su objetivo era apresar al Galeón de Manila, que un par de veces al año recorría la ruta entre Acapulco y Manila con la recaudación de impuestos del comercio español en el mar de China y mientras se entretenían con lo que encontraban. No era una empresa fácil y se sucedían los enfrentamientos entre marineros y oficiales debido a las enfermedades que fueron encadenando y a la mala alimentación.En el archipiélago de Juan FernándezAmbos barcos se separaron tras un ataque fallido a dos mercantes, y el de Selkirk se dirigió al archipiélago de Juan Fernández. Atracaron en la isla de Más a Tierra (actualmente en Chile) donde se aprovisionaron con agua y comida fresca. Nuestro héroe se encaró con el capitán Stradling porque consideraba que había que reparar el barco, además de proveerse de víveres. En la refriega, Selkirk dijo que prefería quedarse ahí a volver a subirse a la nave en tan malas condiciones.El capitán le tomó la palabra y le dejó allí con un hacha, un cuchillo, un mosquete, una libra de pólvora, una cazuela, una Biblia, algo de ropa y algunos instrumentos de navegación. El escocés suplicó perdón para que le dejaran volver al barco, cosa que no se produjo (por suerte para él porque el Cinque Ports naufragó un mes después en lo que hoy es Colombia y los supervivientes fueron apresados y encarcelados por los españoles).Según su propio relato, los primeros ocho meses fueron los peores para Selkirk. El marinero permaneció junto a la playa mientras oteaba el horizonte en busca de señales de barcos. En este tiempo se alimentó de moluscos, crustáceos y tortugas marinas hasta que fue desalojado de la orilla del mar por los leones marinos, que estaban en época de apareamiento y eran especialmente feroces.La vida tierra adentroCaminar tierra adentro mejoró sus condiciones de vida, ya que se encontró con que en la isla había cabras, que habían introducido los españoles. Estos animales eran fáciles de cazar y le sirvieron para hacer caldos, que condimentaba con col salvaje y nabos.Otra de las novedades que introdujo fue la construcción de dos cabañas, una de las cuales usaba para cocinar y la otra para dormir. Usó madera del árbol de la pimienta para guarecerse, aunque en estos momentos las ratas hicieron aparición en su vida y le mordían los pies por las noches.Para solucionar el problema de los roedores, domesticó a algunos de los gatos que había sueltos por la isla, y cuando se le acabó la pólvora comenzó a cazar cabras a la carrera con su cuchillo. Además, usó las pieles de las cabras para hacerse ropa ya que la que tenía cuando llegó a la isla no tardó mucho en hacerse jirones.En los cuatro años que pasó en la isla, Selkirk vio dos barcos fondeados en la bahía donde le habían abandonado, pero temía presentarse ante los marineros españoles, que no dudarían en apresarlo dado su pasado pirata. De hecho, uno de esos barcos le encontró y después de perseguirlo por la isla, le volvieron a abandonar por no poder atraparlo (ya que se había subido a un árbol).Al contrario que Robinson Crusoe, el escocés no encontró compañía en los años en los que habitó la isla, y en su relato cuenta que se pasaba largas horas en silencio y que se leía la Biblia en voz alta para distraerse. No obstante, cuando el corsario Woodes Rogers llega a la isla, se encuentra con un hombre semisalvaje, cubierto de pieles de cabra y que apenas habla.El rescate de SelkirkEl capitán se quedó impresionado por el vigor del escocés que les ayudó a cazar cabras, por lo que la tripulación pudo recuperarse del escorbuto que venían padeciendo y por su paz de espíritu. Debido a ello, Rogers decidió hacerle su segundo oficial y juntos se dedicaron a la piratería.Múltiples secuelas acompañaron a Selkirk después de la aventura en la Isla de Más a Tierra, como que tardó unos meses en probar el licor, o en ponerse unos zapatos, aunque no le impidieron seguir ejerciendo como corsario. En México capturaron el galeón Nuestra Señora de la Encarnación y Desengaño, con lo que consiguieron un gran botín, con el que poco después volvieron a Inglaterra en 1711.En ese año se publicó el primer libro que habla de las peripecias de Selkirk, en el libro A Voyage to the South Sea, escrito por Edward Cook, uno de los oficiales del barco de Rogers. También se publicó un artículo en el periódico The Englishman. El que le dio el espaldarazo final a la fama fue el libro de Rogers llamado A Cruising Voyage Round the World y que probablemente fue el que inspiró a Defoe en 1712.Pese a su fama pasajera, el escocés no llegó a adaptarse del todo a la civilización y a menudo se veía envuelto en peleas. A ello se le sumó que no fue capaz de cobrar su parte del botín del capitán Rogers, por lo que regresó a Escocia.En 1717 volvemos a tener noticias suyas cuando se alista en la Royal Navy y fallece tres años después a bordo del HMS Weymouth, un barco antipiratería que navegaba por las costas de Ghana. Dos mujeres que juraban ser sus esposas se disputaban su herencia más tarde, aunque después se probó que las había engañado a ambas.Aunque es cierto que Daniel Defoe se inspiró en Selkirk para contar las aventuras de Robinson Crusoe, es verdad que a sus peripecias unió los relatos de otros náufragos famosos de la época, como Robert Knox que pasó 20 años en Sri Lanka o Herny Pitman que huyó de una colonia penal caribeña. No obstante, en la primera edición de Robinson Crusoe, se representaba al marinero con los rasgos del escocés y cubierto de pieles de cabra, un atuendo que es más adecuado en las latitudes donde se perdió el escocés que en la isla caribeña donde arriba su sosias literario.El círculo se cierra cuando en el año 2005 la expedición del japonés Daisuke Takahasi encontrara unos instrumentos náuticos que databan del siglo XVIII en la isla donde había permanecido el pirata escocés. Tenemos bastante certeza que estos objetos pertenecieran a Selkirk porque se correspondían con los que se había dicho en la historia que poseía durante su estancia en la isla.En honor a estos hechos, la isla de Más a Tierra fue rebautizada como Robinson Crusoe por el gobierno Chileno y la isla de Más Afuera, del mismo archipiélago, se llamó isla de Alejandro Selkirk, pese a que el marino nunca la pisó.Si os interesa el tema, os recomiendo también la lectura de Apuntes de historia, La Aldea Irreductible y The Telegraph, además de los enlaces que os he dejado.
Los gitanos llegaron a la Península Ibérica hacia el siglo XV procedentes de la India, y desde el principio destacaron por sus costumbres y su lengua diferente. Los Reyes Católicos ya rechazaban sus comportamientos y desde 1499 existen leyes en contra de su estilo de vida, para ver si ello les alentaba a tener un domicilio fijo y un oficio.La pragmática de 1499 indicaba que “Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos... que vivan por oficios conocidos... o tomen vivienda de señores a quien sirvan... Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos... que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar como dicho es…”.Como veis, los castigos de aquellas leyes iban desde el destierro a la esclavitud y todos los reyes posteriores a Isabel y Fernando siguieron incidiendo en distinguir a los “buenos”gitanos integrados en la sociedad de los “malos”, que eran nómadas y se les acusaba de robos y otros delitos.En 1717 Felipe V renovó las pragmáticas que iban en contra de esta etnia (aunque no se les nombraba como gitanos, sino que solo se aludía a sus costumbres), pero fue tres décadas después cuando Zenón de Somodevilla, el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI puso en práctica un plan que iba destinado a “La extinción de los gitanos” según sus propias palabras. En su plan no buscaba matar a los gitanos, sino “simplemente” separar a los hombres de las mujeres “para impedir su generación” y de este modo conseguir que se extinguieran en pocos años.En 1745 se publicó una Real Cédula implicaba pena de muerte para los gitanos “acuadrillados”, que portaran armas, y hacía lícito dispararles si eran sorprendidos con armas de fuego. Para sorpresa del marqués, la mayoría de los gitanos de esa época ya estaban avecinados (o sea, que tenían residencia más o menos permanente en ciudades) y estaban bastante integrados en la sociedad.Diréis vosotros que qué tenía este señor en contra de los gitanos. Pues bien, el marqués de la Ensenada era entre otras cosas ministro de Marina de Fernando VI y quería construir una armada que derrotara a los ingleses para conservar América. Se dedicó a ampliar los arsenales españoles y para ahorrar costes empleó a vagos, presos y gitanos, siendo estos últimos los que más se sublevaban y más huidas con éxito llevaban a cabo, por lo que decidió “extinguirlos” en 1749.Ensenada buscó apoyos en el confesor del rey, el jesuita Francisco de Rávago, que le transmitió al monarca que la extinción de los gitanos era voluntad divina. Además el obispo de Oviedo también dijo que no había ningún obstáculo en la moral cristiana para “separar esposas y maridos”. Por último, como estaba bien relacionado, el marqués consiguió que, por orden del Papa, los gitanos quedaran excluidos del derecho de asilo en sagrado.De la teoría a la práctica del plan del marquésEn 1749 Ensenada puso en marcha su plan, que debía ser secreto para que pudiera realizarse sin que huyeran sus objetivos. En primer lugar ordenó censar a los gitanos de los pueblos y puso en manos del ejército enviar a los gitanos a los centros de reclusión para apresarlos a todos el mismo día y a la misma hora, para que no pudieran escapar. Las instrucciones se mandaron a todas las poblaciones donde vivían estas personas en varios sobres que debían ser abiertos el mismo día para que la redada sucediera a la vez en todos los rincones de España.En el plan del marqués, los varones irían presos a los arsenales y las mujeres, niños menores de 7 años y ancianos, a las casas de misericordia. En sus instrucciones se indicaba que los generales que dirigieran la misión debían llevarla a cabo en secreto y todo se organizó para llevarse a cabo el 31 de julio de 1749.Aquel día fueron apresados 9.000 gitanos, aunque se estima que lograron huir otros tantos. Se dio la circunstancia de que la mayoría de los arrestados eran habitantes de pueblos y ciudades sedentarios y eran valiosos para las economías locales, mientras que los prófugos eran casi todos los que "estorbaban" a las autoridades por su vida nómada.El marqués no se rindió y ordenó perseguir a los prófugos, que serían condenados a la horca en caso de ser hallados (cosa que al final no se puso en práctica). Los arrestados fueron transportados a sus lugares de reclusión, pese a la llamada de los arsenales y las casas de misericordia, que indicaban que los internos estaban hacinados y que el motín era inminente.Las autoridades españolas se encontraban perdidas porque no sabían qué hacer con tantos presos, que, además no podían ir a América porque estaba prohibido desde tiempos de Felipe II. Y ya hemos visto que no llevaban muy bien los trabajos forzados, así que el marqués de la Ensenada estaba en una encrucijada.La rebelión de los gitanosLas primeras en rebelarse fueron las mujeres, que fueron obligadas a caminar largas distancias con sus hijos a cuestas, embarazadas o ancianas, en su camino hacia las casas de la misericordia. Llama la atención el caso de las gitanas malagueñas que fueron en mar hasta Tortosa y de ahí caminaron hasta Zaragoza.De las casi mil mujeres que partieron de Málaga solo llegaron a la capital aragonesa unas 600, entre las que sobrevivieron y las que no pudieron huir. Desde el primer día protestaban por la situación de hacinamiento en la que se hallaban y rompieron la ropa que les dieron el primer día, junto con la vajilla y el mobiliario de la casa de la misericordia zaragozana.Como iban prácticamente desnudas no podían ir a oír misa, y los curas no podían hablar con ellas, y se dedicaban a burlarse de toda figura de autoridad que se les presentara, desde los porteros al alcaide, que estaba “aturdido y como alelado”. Para colmo de males en 1753 el médico dijo que había más de cien mujeres infectadas por la sífilis, situación que se reprodujo un año después.Entre los hombres, hubo muchas protestas en los arsenales de Cartagena, donde al no caber los gitanos fueron encadenados a las viejas galeras, y en Cádiz. En esta última ciudad, el gobernador de La Carraca, donde había 1.000 hombres hacinados, escribió al marqués pidiéndole que no le mandara más gitanos porque no podía alimentarlos. Finalmente estalló el motín al final del verano, cosa que no fue óbice para que siguieran recibiendo presos.El 28 de octubre de 1749 el marqués publicó una Instrucción en la que se retractaba de parte del proceso, dejando en libertad a los “viejos, impedidos y viudas” pero seguía pidiendo horca para los que se sublevaran. De hecho había horcas en la entrada de los arsenales y no se retiraban los ajusticiados hasta el siguiente ahorcamiento para que sirviera de lección.El indulto general no llegó hasta 1763 cuando ya era rey Carlos III, y ya hacía tiempo que Ensenada había caído en desgracia (por temas que no tenían nada que ver con los gitanos). No obstante, debido a la fuerte burocratización de las instituciones ilustradas, la libertad se hizo esperar un par de años en algunos casos, por lo que los motines no cesaron y los militares que se tenían que hacer cargo de estos presos estaban siempre protestando. Fueron las protestas de los militares (y las puestas en libertad bajo cuerda) lo que desencadenó que el rey acelerara el proceso que de otra manera se habría eternizado.A partir de ahí cambió un poco la actitud de las autoridades hacia estas personas, sobre todo de la mano de Floridablanca, aunque siempre hubo peligro para ellos por parte de personas como el conde de Aranda que solía explicarle al monarca un plan de extinción de esta etnia que no tendría mucho coste (y que de nuevo incidía en separar a los niños de sus padres).Además de los textos que os he enlazado, podéis leer más sobre el tema en Anatomía de la Historia, la Aventura de la Historia, en este artículo de El Español y en Baxtalo.La imagen del post es de Wikipedia.
Desde el origen de los tiempos, la información es poder. Y saber si tu enemigo tiene mejores armas, o se dispone para atacarte, o tiene un nuevo aliado vale su peso en oro cuando estás librando una guerra, por lo que siempre ha habido líderes dispuestos a pagar bien la información y espías dispuestos a arriesgarse para transmitirla. El otro día estuve leyendo sobre los métodos que usaban los antiguos griegos y romanos para transmitir esas noticias que necesitaban saber los gerifaltes para poder actuar en contra de sus enemigos.Uno de los momentos más ingeniosos que me he encontrado ha sido al conocer la historia de Histieo de Mileto, un griego en la corte del rey persa, contra el que se estaba fraguando una rebelión de las ciudades jonias. Nuestro amigo necesitaba ponerse en contacto con su compatriota Aristágoras para decirle que ese era el momento propicio para comenzar el alzamiento pero no sabía cómo hacerlo sin llamar la atención del rey persa.Según cuenta Heródoto de Halicarnaso, al final decidió afeitarle la cabeza a un esclavo y tatuarle sobre el cuero cabelludo el mensaje que quería hacerle llegar a Aristágoras, que era: "De Histieio a Aristágoras: subleva Jonia". Después, como podéis imaginar, tuvo que esperar a que le creciera el pelo y lo envió a Mileto, donde le volvieron a afeitar la cabeza para leer el mensaje.Vais a decirme que por qué no le dio el mensaje directamente al esclavo (que yo también lo he pensado) pero resulta que de este modo ni siquiera él sabía cuál era el contenido del mensaje y no habría podido revelarlo aunque le hubieran torturado. Esto sucedió en el año 499 a. C y fue el comienzo de las guerras Médicas.Los romanos también usaron ampliamente los espías, tanto en sus guerras contra los etruscos como en el resto de contiendas. Destacaría las guerras púnicas, donde los hubo tanto en el bando de los romanos como en el de los cartagineses, ya que es bien sabido que Aníbal tenía varios informantes viviendo en Roma que le contaban los movimientos de sus enemigos (y que llevaban barbas y bigotes postizos para no ser reconocidos).Métodos escritosSi era posible, se prefería la transmisión oral de la información, pero como veis no siempre era posible. En la Antigüedad griega, si tenían que transmitir un mensaje secreto se recurría a la esteganografía o “escritura oculta” como hemos visto en el ejemplo anterior, pero también se usaban claves y códigos secretos.Los griegos tenían buen nivel de codificación y le daban mucha importancia a esta disciplina dentro del arte de la guerra, hasta el punto de que Eneas el Táctico, un escritor del siglo IV a. C. que escribía sobre tácticas militares, dedicó un capítulo completo de su Poliorcética a este arte. Eneas sugería varios métodos para poder transmitir una información, como escribirlo en unas hojas adheridas a una herida como remedio medicinal; escribir sobre una vejiga hinchada un mensaje para que al deshincharse no se pudiera leer y pasara inadvertido hasta llegar al destinatario o escribir la información en laminillas de plomo que luego las mujeres usaban como si fueran pendientes.Por supuesto los métodos más eficaces eran los que el propio mensajero desconocía la información, como hemos visto en el ejemplo del esclavo, que tenía sus variantes. Una de ellas podía ser decirle al mensajero alguna información banal y la noche anterior a su partida escribir el mensaje e introducirlo en la suela de sus sandalias.Una versión más avanzada consistía en usar animales para transmitir los mensajes, como un perro al que se le ataba en la correa la información. Cuando se soltaba, éste solía volver con su amo, que recibía el mensaje sin levantar sospechas.Dentro de los mensajes enviados a través de animales, me gusta la historia que cuenta Heródoto de un noble medo llamado Hárpago que se enemistó con el rey Astiages. Como venganza, escribió al rey persa Ciro en las tripas de una liebre que le envió a través de un mensajero disfrazado de cazador. El cazador indicó que el rey Ciro debía desollar al animal personalmente y en su interior encontró un mensaje en el que le aseguraba que le ayudaría a sublevarse contra los medos, como así hizo.En la Poliorcética también se dedica un espacio bastante amplio para hablar de tintas “invisibles” que volvían a aparecer después de ser tratadas de alguna manera. A este método también aluden los poetas Ausonio y Ovidio, por lo que debía ser bastante común.El cifrado de los mensajesAunque no tenían cifrados tan sofisticados como los de la actualidad, los griegos y los romanos compartían el gusto por los códigos. Uno muy sencillo era el que usaba Cicerón en sus cartas, que cambiaba el nombre de los personajes que nombraba en ellas para que sus opiniones no se volvieran en su contra.Cicerón es un caso curioso porque no solo enviaba información sino que tenía a sus propios espías que le informaban de los movimientos que realizaba Catilina, así como los movimientos de las provincias. Sin embargo, nunca llegó a estar seguro de que sus comunicaciones fueran privadas, ya que se rumoreaba que el César leía todo lo que escribía Cicerón antes que sus destinatarios y que de hecho podía distinguir la letra del orador de lo habituado que estaba a leerla.Eneas el Táctico recomendaba sustituir las vocales de las palabras por puntos para volver más difícil la codificación. A mí me da la sensación de que este no era un método muy sofisticado y de hecho no lo recomendaría.A Julio César también le gustaba codificar sus mensajes con información sensible y según Dión Casio “cuando enviaba algo secreto a alguien, escribía siempre la cuarta letra en vez de la que correspondía, de forma que los escritos fueran ininterpretables para la mayoría”. Esto es que en vez de escribir una A escribía cuatro letras después, la D, si estuviéramos hablando de nuestro alfabeto actual. Estos mensajes nunca fueron descifrados en su época.Otra táctica para engañar al enemigo era escribir en latín pero con alfabeto griego, que no era tan conocido. César usó esta treta durante la guerra de las Galias, tal y como podemos leer en sus escritos.Un método muy usado a posteriori es el cifrado por trasposición, en el que las letras y los números alternarían su orden en los escritos. No hay pruebas concluyentes de que se usara en la Antigüedad aunque sí que se usaba uno parecido, en el que se enrollaba una tira de material de escritura alrededor de un bastón o “escítala”. Sobre la tira se escribía el mensaje y se desenrollaba, por lo que las letras no tenían mucho sentido al desenrollarla. La manera de decodificar la escítala era con una que fuera del mismo grosor y longitud para que al volver a enrollar la tira sobre la misma, las letras volvieran a su posición inicial.Podéis leer más sobre los espías de la Antigüedad en el blog de Nova Roma Hispania, esta entrevista sobre la Castra Peregrina que daría para un artículo aparte y en Historias de la Historia sobre el tema del tatuaje.
JuanitoLibritos en Twitter: En 2º ESO hemos convertido la alta edad media en una pelea en un grupo de WhatsApp
Os confesaré que la época medieval es uno de los periodos sobre los que más me gusta leer y especialmente sobre esos personajes secundarios que aparecen adobados a una superestrella y que esconden una historia interesante. Este es el caso de Gilles de Rais, un noble francés amigo de Juana de Arco y que tenía unos pasatiempos un tanto macabros.Gilles Montmorency-Laval era barón de Rais y nació en 1404 en el castillo de Champocé, una de las múltiples propiedades de su adinerada familia, que acumulaba tierras y bienes en el sur de Bretaña. Su padre murió cuando él tenía solo 11 años destripado por un jabalí delante de él y la imagen de las tripas saliendo del vientre de su progenitor le persiguió durante toda su vida.Tras este episodio, se ocupó de él su abuelo Jean de Craon, que era conocido por ser un sádico que se dedicaba a torturar a sus criados. Su abuelo le demostró cómo la nobleza no tenía que rendir cuentas ante nadie y que sus crímenes podían permanecer impunes. Se supone que sus inclinaciones crueles y sádicas las aprendió mientras permaneció bajo la tutela de su abuelo.La vida de De Rais como caballeroEs nombrado caballero a los catorce años y pudo dar rienda suelta a sus pulsiones más sangrientas. Gilles era muy violento y atrevido, y a los quince años mata a su primera víctima mientras practicaba esgrima.A los diecisiete años raptó con ayuda de su abuelo a Catalina de Thouars, una joven heredera con la que se casó ese mismo día pese a la oposición de su familia. Aprovechó el lance para secuestrar también a su suegra, a la que liberó cuando se le concedieron unos castillos. Cuando, siete años después, tuvo a su única hija, la abandonó junto a Catalina y nunca volvió a preocuparse por ellas.Siguió batallando a las órdenes del duque Juan V de Bretaña y su ferocidad hacía que le compararan en muchas ocasiones con los vikingos. Sus ataques eran temerarios y salió victorioso de numerosas batallas. Cuando su fama llegó a oídos del rey, éste le reclamó para liberar la ciudad de Orleans que se encontraba bajo el asedio inglés desde hacía varios meses, ya que estaban librando la Guerra de los Cien años.Al llegar a las afueras de Orleans se encontró con Juana de Arco y se quedó fascinado por la niña, a la que acompañó al frente del ejército de diez mil soldados reales que logró levantar el cerco en tan solo ocho días. La victoria le valió el título de Mariscal de Francia y en lo sucesivo se convirtió en compañero inseparable de la doncella de Orleans, e incluso le salvó la vida en una escaramuza a las puertas de París. Cuando fue condenada por bruja y por hereje por los ingleses en Ruán trató de liberarla, pero no consiguió llegar a tiempo de impedirlo, sobre todo porque De La Tremoille, el favorito del rey, estaba en contra de los mensajes que propagaba Juana. Cuentan que Gilles lloró desconsoladamente ante sus cenizas y se lanzó a una lucha encarnizada contra los ingleses, hasta que en 1434 cayó en desgracia su protector el canciller La Tremoille. De Rais perdió su título de mariscal, que había conseguido en Orleans, pero se retiró siendo uno de los nobles más ricos de Francia, gracias a la fortuna familiar y lo que había conseguido mientras guerreaba.El retiro y el comienzo de la masacreCuando volvió a sus tierras en Bretaña, De Rais comenzó una vida desenfrenada de derroche. Recogen las crónicas que, además de banquetes multitudinarios, llegó a recrear la liberación de Orleans en una fiesta que celebró en mayo de 1435, por la que tuvo que pagar gran parte de su fortuna. Es en esta época cuando comienzan los primeros rumores de niños desaparecidos en sus tierras. Numerosos aprendices, mozos, nietos e hijos fueron desvaneciéndose en los alrededores de los castillos que habitaba De Rais sin dejar rastro. Desde el principio se propagó el rumor de que eran raptados por salteadores de caminos, aunque esta explicación no satisfacía a nadie.Pronto su fama recorrió Francia y acudieron a su castillo de Tiffauges todo tipo de magos, nigromantes, adoradores del diablo, brujos y alquimistas con los que intentaba hallar la piedra filosofal que convirtiera el metal en oro. Corrían rumores de que celebraba ritos satánicos e invocaba al diablo, tal y como se recogió en el proceso al que fue sometido en 1440, después de que el obispo de Nantes ordenara que lo detuvieran.Entre las acusaciones que se le hicieron se incluyeron brujería, herejía, sodomía y asesinato de niños. Es esta última acusación la que caló más hondo, ya que hubo numerosos campesinos de sus tierras que relataron cómo habían desaparecido sus hijos pequeños de entre 8 y 14 años. Sumando todas las declaraciones, se supone que llegaron a desaparecer unos 200 infantes, cuyo secuestro no fue denunciado antes por el temor que les infundía un noble acaudalado.El proceso contra Gilles de RaisEn el proceso, el barón confesó sus prácticas macabras. Primero, ordenaba a sus secuaces que se llevaran a los niños “hermosos como un ángel” y les invitaban a un banquete, para el que les vestía con ricos ropajes. Al acabar la comida, conducían al niño a una estancia especial en el castillo donde llevaban a cabo su ritual.A continuación, de Rais medio estrangulaba a sus víctimas para evitar que gritaran, y luego los soltaba para violarlos (o los violaba colgados de un gancho) y a continuación, bien los mataba él o bien le ordenaba a un sicario hacerlo mientras él miraba, decapitándolos o a palos. En su confesión, declaró que “a los niños muertos los besaba y a los que tenían cabezas y miembros más bellos los contemplaba y los hacía abrir cruelmente sus cuerpos y se deleitaba viendo sus órganos interiores”. Cuando el barón terminaba con su víctima, caía dormido y sus sirvientes aprovechaban para limpiar la estancia y quemar el cadáver en la chimenea.En 1440, cuando fueron a detenerlo, Gilles no se resistió y en el proceso reconoció todos los crímenes de los que le acusaban, aludiendo a que lo hizo porque estaba escrito en los astros. El 26 de octubre de ese mismo año fue ahorcado a las afueras de Nantes y sus restos fueron quemados.Algunas fuentes indican que las acusaciones contra de Rais fueron exageradas y que le sometieron a un juicio político, similar al que sufrió Juana de Arco. Sin embargo, casi todos sus biógrafos coinciden en que es posible que al menos una parte de los crímenes que confesó sí que debió cometerlos. Eso sí, esto no fue óbice para que en 1992 el barón fuera exonerado de culpa por los tribunales franceses.La historia de De Rais ha sido relatada por la literatura en numerosas ocasiones, e incluso Charles Perrault reconoció que se basó el el personaje del barón para dotar a su Barbazul de sus cualidades más sanguinarias. Cierto es que Barbazul no mataba niños sino a sus esposas, a las que enterraba en el sótano de su castillo.Si queréis leer más sobre el personaje, me han gustado mucho los artículos del ABC y de la Wikipedia donde está muy bien narrado el juicio.
No sé a vosotros pero a mí los teléfonos de disco me trasladan a mi infancia cuando pasaba el verano en casa de mi abuela y se me enganchaban los deditos cuando intentaba llamar a mi madre. Es cierto que otras soluciones más óptimas han ido sustituyendo a esta tecnología y hoy los teléfonos de dial se han quedado solo para decoración de las casas de amantes de lo vintage pero, ¿cómo se les ocurrió esta manera de marcar?El teléfono fue patentado en 1876 por Alexander Graham Bell. No soy experta en telefonía pero el funcionamiento básicamente consistía en una lámina metálica que se colocaba frente a un electroimán del que partía un cable eléctrico que reproducía las vibraciones en el aparato receptor. Un año después, cuando Edison inventó el micrófono de carbón se mejoró la calidad de la señal y es en 1878 cuando se pone en marcha la primera centralita para poner en contacto a los 21 abonados de la ciudad de New Haven. El sistema de centralitas se mantuvo pese a que en poco tiempo se multiplicaron las personas que tenían un teléfono en casa.Las operadoras preguntaban con qué número querían hablar los abonados y ponían en contacto a las dos personas. Trabajaban rápidamente pero pronto se vio que, a no ser que se pusiera en marcha un sistema automático, llegaría un momento en el que no darían abasto.Desde 1880 ya empezaron a patentarse sistemas que lograban automatizar las llamadas más o menos airosamente. En 1892 Almon Strowger, fundador de la compañía Automatic Electric, consiguió hacer funcionar un sistema basado en tres botones con los que se marcaba el número de abonado, más un botón para llamar y otro para colgar. Primeros teléfonos de dialTenemos que esperar cuatro años más para que se inventara el sistema que triunfó: el método de marcación por disco. Los inventores fueron dos personas de Automatic Electric, Erikson y Keith, y funcionaba (como ya sabéis muchos) introduciendo el dedo en la cifra, girando el dial hasta el tope y dejando que volviera a su posición inicial hasta que acabaras de marcar el número completo.Los primeros discos de marcar producidos por la empresa de Strowger no eran como los que conocemos hoy en día, sino que se parecían más a una rueda dentada. Al principio se pensó en que el usuario acompañara al disco hasta su posición inicial pero se descartó porque pensaron que podría dar lugar a errores por la diferencia de velocidad o por si se atascaba, por lo que se las ingeniaron para que la rueda volviera a su posición inicial ella sola, tal y como explican por aquí.Al girar el dial, se accionaban una serie de selectores y conmutadores que enviaban “pulsos” a las centralitas automáticas que los interpretaban de forma mecánica y lograban poner en contacto a dos aparatos. Automatic Electric se dedicó a perfeccionar el sistema y consiguió que los teléfonos funcionaran con menos cables mientras se ampliaba la capacidad de las centralitas automáticas. La colocación de los números era de izquierda a derecha en el círculo y el 1 se situaba en lo que en un reloj serían las 2. El resto de números se coloca a continuación y el 0 es el último, que se sitúa en lo que en un reloj serían las 5, y justo a su lado estaría el freno, que es como una coma.Es en 1905 cuando comienzan a comercializarse los primeros teléfonos de disco, que podían ser de mural o de sobremesa. Son estos últimos los que se hicieron más comunes, después de que AT&T, la empresa de Graham Bell, se lanzara a la comercialización masiva.Cómo eran los primeros teléfonosSi al principio el auricular estaba separado del micrófono, pronto estos teléfonos fueron sustituidos por los que tenían el auricular y el emisor en la misma caja, junto con el timbre que en un principio también estaba aparte. Uno de los primeros modelos fue el Candelabro 50AL y que aún se pueden adquirir por Internet en algunas tiendas especializadas o de segunda mano.Los primeros teléfonos eran de chapa o cobre y las cajas solían ser de madera. Más adelante, cuando se inventó la baquelita, este fue el material preferido, por su ligereza y su duración.No obstante de la popularización de los teléfonos automáticos, las operadoras siguieron teniendo tarea, ya que las nuevas centralitas solo funcionaban a nivel local. De hecho, las llamadas a larga distancia no prescindieron de las operadoras hasta 1950 por lo menos en Estados Unidos. Los primeros teléfonos de teclas (de marcación por tonos) aparecieron en 1960 y con ellos llegó el declive de estos aparatos que a mí me siguen retrotrayendo a mi infancia.Si tenéis más curiosidad sobre el invento, podéis leer a fondo en este artículo de El Español, en este de Actual Vintage que es bastante exhaustivo y por supuesto en la Wikipedia. La foto inicial es de Pxhere.
Hernán Cortés era un extremeño de Medellín que viajó a América para labrarse una fortuna. Cuando estaba viviendo en Cuba, conoció a la abulense Catalina Suárez a principios del siglo XVI. Catalina llegó a la isla como parte de la corte de María de Toledo, esposa de Diego Colón, hermano del descubridor de América, y pronto estrechó lazos con Cortés, que a la sazón poseía una hacienda y trabajaba como escribano.El matrimonio entre ambos se celebró en 1514 y el historiador mexicano Juan Miralles sostiene que el extremeño se vio abocado a él por presiones del hermano de Catalina y del gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar (que lo llegó a apresar mientras se decidía a sellar el compromiso). Las crónicas de la época señalan que el enamoramiento era evidente y que llevaban "una vida feliz" hasta que en 1519, Cortés partió en una expedición para explorar tierra firme. Lo que era en un principio un viaje de investigación, pronto devino en una misión de conquista bajo el mando del extremeño, que ya era conocido por su carácter violento y sanguinario.Su cuñado, Juan Suárez, que estaba a cargo de los bienes de Cortés, pronto le siguió en su misión y fue testigo de las relaciones románticas (y de otras índoles) que tenía el conquistador con doña Marina, también llamada la Malinche, una joven indígena que servía a los españoles como guía e intérprete. Ella fue una de las veinte jóvenes que recibió la expedición española como regalo por los indígenas de Tabasco tras la batalla de Centla y le dio un hijo.Tras culminar la conquista del territorio mexicano, Cortés le pidió a su cuñado que fuera a por su mujer y la llevase a México (según otras fuentes, la esposa fue a buscar al conquistador motu proprio). Cuando Catalina desembarcaba en Veracruz, la Malinche ya había dado a luz al primer hijo varón del conquistador, al que llamaron Martín Cortés una vez fue reconocido como hijo legítimo por el Papa unos años más tarde. Dicen las crónicas que Catalina Suárez se enfadó con su marido pero que accedió a retomar su relación, probablemente motivada por las grandes riquezas que había acumulado durante la conquista del territorio azteca. Al poco de nacer su hijo en Coyoacán, desde donde el extremeño gobernaba un territorio que llamaron Nueva España, el conquistador abandonó a la Malinche, aunque siguió teniendo numerosas amantes que no ocultaba, ni a esta ni a su esposa.En 1522, Hernán Cortés organizó una fiesta en su casa en Coyoacán y tras el baile discutieron agriamente él y su esposa, delante de todo el mundo. Hay fuentes que narran que el extremeño fue quien dio la voz de alarma porque pensó que se había desmayado, y algunos testimonios indicarían que la mujer había sido asfixiada hasta la muerte.Los desmayos eran relativamente habituales para Catalina, ya que su salud empeoró durante su estancia en México. Ya era asmática pero la altura y la sequedad de la zona tuvieron que empeorar sus dolencias. Una de las cosas que hacían para reanimarla podía ser agarrarla del cuello y es posible que eso diera pistas erróneas acerca del papel de Cortés en el fallecimiento de su esposa.La prisa del conquistador en enterrar a su esposa ayudó a dar alas a los rumores acerca de la posibilidad de que Catalina hubiera sido asesinada. De hecho, la familia de la mujer no pudo llegar a ver el cuerpo, y mucho menos a velarlo, como era habitual ya que fue enterrada pocas horas después de hallar el cuerpo.Años después, la madre de Catalina denunció a Hernán Cortés tanto por la muerte de su hija como por los bienes gananciales del matrimonio. Ambas denuncias quedaron archivadas, después de que los testigos se contradijeran una y otra vez. No obstante, el conquistador pagó una indemnización a sus herederos y la sombra de la duda le siguió hasta 1545, cuando se sobreseyó el caso.La vida sexual de Cortés fue derivando hasta que prácticamente convirtió su casa en Cuernavaca en una especie de harén en el que se juntaban mujeres de diversa índole. En total, el extremeño reconoció a once hijos de seis mujeres distintas, incluyendo seis de sus segunda mujer, Juana Ramírez de Arellano, que conocía de sobra sus infidelidades.Sus enemigos aprovecharon este tema, junto con su ocultación deliberada de todo lo que tenía que ver con las suspicacias sobre la muerte de su primera esposa en las cartas al rey, y su descrédito se intensificó con el tiempo. Fue especialmente destacada la imagen negativa que se tuvo de Cortés sobre todo a partir del siglo XIX, pese a que no hay datos concluyentes de que asesinara en efecto a Catalina.Hoy en día se acepta la versión de que Catalina Suárez falleció por el asma, ya que nunca se han llegado a hallar muestras contundentes de lo contrario por mucho que digan las series televisivas. Sin embargo, sí que sabemos que Hernán Cortés tenía un carácter violento y hay testimonios de que la maltrataba.Si os interesa, además de lo que os he enlazado, podéis leer más en Sobre leyendas, Temas de historia y actualidad y por aquí, que para mí es un relato bastante completo.
Aunque la palabra samurái se usa para designar a una gran variedad de guerreros en Japón, se aplicó sobre todo a la élite militar que gobernó el país nipón durante cientos de años. El código del samurái del siglo XVII decía que “el camino del samurái es la muerte” y recogía que las alternativas para acabar la vida de estos guerreros eran bien la muerte en combate o el suicidio, preferible antes que la rendición.Los samuráis anhelaban morir por su señor o por su causa, y desde los primeros guerreros del siglo X hay testimonios de diversos métodos de suicidio por honor. Un samurái podía acabar con su vida arrojarse al agua con la armadura puesta o tirarse del caballo con la espada en la boca. Como sabéis, el más emblemático era el hara kiri, que en su designación más formal se llamaba seppuku. El primer caso documentado data de 1180 cuando un anciano samurái llamado Minamoto no Yorimasa acabó con su vida mediante su propia evisceración al término de una batalla en la que acabó acorralado.Los japoneses no son el único pueblo que optaba por el suicidio en los casos de derrota o deshonra, y tenemos muestras de estos gestos en varios pueblos, empezando por los romanos y siguiendo por los íberos. No obstante, hoy me gustaría profundizar en el que practicaban en el país del sol naciente.El seppuku forma parte del bushido, el código moral de los samuráis, y se prefería a la muerte con deshonor, aunque también se ejecutaba como protesta, para enmendar algún error cometido o para seguir al señor feudal de turno a la muerte. Esta práctica, la de seguir al amo a la muerte, se denomina oibara o tsuifuku. Ojo, no era una práctica obligatoria, ya que el seppuku era una manera muy drástica de acabar con tu linaje, así que no era raro que tras una derrota el samurai pasara a luchar bajo otra bandera si con ello se garantizaba su descendencia. Eso sí, existían seppukus obligatorios por ejemplo si un tribunal te sentenciaba a muerte.El ritual del seppukuHarakiri significa, literalmente, “cortar el vientre” y tiene un ritual específico en el que se pauta desde la espada utilizada como la ropa que debe llevar el samurái cuando lo practica. La ropa elegida (si es que podía elegir ropa) solía ser un kimono de ceremonia, de color blanco, el color de los difuntos. La espada con la que se ejecutaba el seppuku era más corta que la katana y se denominaba kodachi o wakizashi. Los samuráis de alta escala podían ejecutar su suicidio en un parque o en el exterior de sus casas, mientras que los de bajo rango debían hacerlo en el interior: en una habitación, en la celda donde estuvieran recluidos o incluso en un templo. Cerca del samurái se ponía una cesta o se hacía un agujero en el suelo para recoger la cabeza cuando se la cortaran.Antes de ejecutar el ritual, el samurái escribía un poema de despedida, que en la práctica eran sus últimas palabras ya que el seppuku se llevaba a cabo en silencio. Se le permitía beber sake y a continuación tenía que abrirse el kimono para comenzar con el ritual, una vez se ha colocado de rodillas en la posición seiza. Además, se solían colocar las mangas del kimono bajo las mismas para no caer hacia atrás durante la muerte.La muerte por seppuku era bastante lenta y dolorosa, ya que consistía en un corte horizontal y otro vertical, como en cruz, en el vientre. Lo que se buscaba era cortar los centros nerviosos de la columna y con ello se provocaba una larga agonía, por lo que se solía recurrir a un segundo, alguien de confianza del samurái, para decapitarle cuando acabara con la espada. A este segundo se le llama kaishakunin y podía ser un amigo, un sirviente, alguien de confianza o una persona designada por las autoridades en casos de sentencias de muerte. Otro factor importante en la práctica del seppuku eran los testigos, que tenían que dar fe de que la muerte se había llevado a cabo, y por eso tenemos constancia de muchos harakiris practicados en el pasado. Si tenéis curiosidad, podéis leer cómo lo vivió Algernon Freeman-Mitford, un diplomático inglés que vivió en Japón durante el siglo XIX.Numerosos testimonios dicen que muchos no llegaban a hundirse la daga en el vientre, sino que eran decapitados al acercarse el arma (por lo general, se solían poner de acuerdo en el momento elegido) aunque se tenían por muy valientes a aquellos que llegaban a terminar el ritual por completo. Incluso se sabe que algunos recibían una daga de madera para hacer un suicidio simbólico. Se consideraba que se había terminado el ritual cuando, en el corte vertical, se llegaba hasta el esternón.No se os habrá escapado que dar a un reo de muerte una daga podía ser un gesto temerario, y Hattori Ujinobi recuerda una ocasión en la que un condenado “tomó la espada del inspector e hirió a multitud de personas”. Las mujeres podían enfrentarse también al suicidio aunque técnicamente no se consideraba harakiri, ya que no se apuñalaban el vientre. El suicidio femenino se denominaba jigai (que es la palabra que significa suicidio a secas) y consistía en practicarse un corte en el cuello, seccionando la arteria carótida con una daga llamada kaiken.En Japón el suicidio está prohibido como práctica judicial desde 1873, aunque se ha seguido practicando. Uno de los últimos casos más sonados fue el del judoka Inokuma, aunque la lista es bastante larga una vez empiezas a documentarte.La foto de arriba la he cogido de Wikipedia como siempre.
(...) Pero la Química... Ay, la pobre Química. La Química es el patito feo de los nóbeles. No tiene el atractivo sexy de la Física ni la cercanía de la Medicina, y además siempre llega la última. Todo esto, aderezado con un componente quimiofóbico que tiene la sociedad en general que le hace mirar con desconfianza a todo lo que lleve la palabra "química" y que es tan injusto como difícil de solucionar, ha relegado este premio a una especie de segunda categoría. El pobre Nobel de Química parece no importarle (tanto) a nadie.
No sé si muchos lo sabréis, pero cada diez años se censan las personas y viviendas de España y de muchos otros países. Hasta el último que se hizo, en 2011, esto implicaba que hubiera alguien que visitara todas y cada una de las viviendas que hay en nuestro país, y como yo participé en 2001 como agente censal os cuento cómo lo hicimos por si tenéis curiosidad.En primer lugar, hay que tener en cuenta que el censo no es el padrón. Para poder empadronarse en un sitio tienes que cumplir una serie de requisitos (por ejemplo, has de llevar una carta que indique tu nombre y tu dirección postal cuando vayas a cambiar tu dirección), mientras que el censo no es exactamente lo mismo y no tiene por qué reflejar la realidad durante todo el periodo de diez años, sino que es más bien una cifra (o un conjunto de cifras) que sirve de referencia con fines estadísticos. Ambos registros en España los lleva el Instituto Nacional de Estadística (INE).En el último censo, en vez de recorrer todas las casas, el INE optó por censar una muestra de aproximadamente el 12% de la población y aprovechar los datos del padrón y de otros registros oficiales. De hecho, es posible que a vuestra casa no haya ido nadie, mientras que en 2001 fue alguien seguramente.¿En qué consisten los datos del censo?Los datos que se recopilan para el censo tienen que ver con conocer los edificios (cuántas plantas tienen, cuánta superficie ocupan las viviendas, cuándo se construyeron, en qué estado se encuentran); las viviendas propiamente dichas (cómo son de grandes, si tienen terraza, si son propiedad de sus inquilinos o están alquiladas) y por supuesto de las personas que las habitan. En 2001 la manera de obtener estos datos era preguntando.A cada agente censal se nos asignaban una serie de manzanas de nuestro barrio (a mí me tocaron cuatro) y se nos daban los impresos que tenían que rellenar, un pack por casa, y que había que llevar en persona. Antes de empezar nos dieron un curso para que supiéramos cómo rellenar esos impresos, ya que había varios códigos, dudas que nos podrían surgir, etc y teníamos una reunión con nuestro coordinador una vez al mes como mínimo. Al coordinador teníamos que llevarle los impresos que fuéramos rellenando y le contábamos las dudas que tuviéramos. Por ejemplo, a mí me tocó censar una pensión y no tenía muy claro cómo hacerlo, ya que sus habitantes eran bastante permanentes pero no estaban exactamente alquilados.El tipo de preguntas que incluían los impresos iban desde ¿en qué año se construyó el edificio? al número de habitantes de la casa, los metros cuadrados que tenía, el nivel de estudios de cada habitante, si trabajaban por cuenta propia o por cuenta ajena, etc. Si tenéis curiosidad, las hojas que usamos aún se pueden descargar en la web del INE.En honor a la verdad, os contaré que sí era posible responder a las preguntas del censo por Internet, ya que en el formulario personalizado venía una clave que te permitía rellenar online tus datos, pero hubo poca gente que lo hizo (de la que censé yo al menos) y además me suena que yo cobraba menos si la casa se censaba online en vez de presentar yo los datos, aunque no estoy segura porque no tengo el contrato a mano.¿Cómo hicimos el censo en 2001?El INE nos dijo que podíamos elegir en qué horario trabajar y que más o menos tendríamos que dedicar unas tres horas diarias. Yo era estudiante en la universidad así que no tenía muchos problemas de horario, aunque prefería las tardes porque solía haber más gente en casa y sus habitantes no estaban tan acelerados como por las mañanas.Para hacer el trabajo, llamaba a la puerta y decía que era agente censal. Había gente que te abría y había gente que no, y bastantes veces me tocó esperar en el portal hasta que alguien se apiadaba de mí. Sé de algún compañero que decía el infalible "cartero" y tenía más éxito. Ir por las casas no tenía mucha complicación, una vez explicabas para qué estabas ahí. Por lo general casi todo el mundo me atendía de mil amores y muchos me ayudaron porque al ser impresos bastante largos se los dejaba para que los rellenaran y pasaba a recogerlos un par de días después. Eso sí, a la mayoría de señoras mayores tuve que ayudarlas porque entre que las casillas eran pequeñas y que les sonaba a chino lo del censo preferían que estuviese delante.Con los inmigrantes había veces que tenía dificultades porque no acababan de creerse que los datos eran para el INE y que no se cruzaban la base de datos con gente de inmigración (o al menos eso me aseguraban) pero una vez se lo explicaba, casi todos colaboraban. ¡Gracias, si me estáis leyendo!En resumidas cuentas, fue un trabajo arduo, en el que empleé sobre todo tardes, noches y algún fin de semana (estos los menos porque la gente se enfadaba si llegabas un sábado y le empezabas a hacer preguntas impertinentes). Estaba bastante bien pagado porque con lo que gané me dio para pagarme bastantes cosas de la Erasmus que hice el año siguiente (si conocéis el percal, en Madrid las becas Erasmus las pagan fatal y es poquísimo dinero). Si tenéis cualquier duda, estaré encantada de contaros más en los comentarios.
Soy consciente de que los temas deportivos no son muy bien vistos en esta santa casa casa, pero eso no me va a hacer renunciar a una buena historia. Hoy os vengo a contar cómo en el Renacimiento el tenis se alzó con la denominación de deporte rey y todo lo que giraba en torno a este juego de raquetas (que al principio no era tal).Su nombre, tenis, nos llega desde el inglés que a su vez toma prestado del francés el grito que se lanzaban los contrincarios, tenez y que ha permanecido hasta hoy en muchos idiomas. Sin embargo al principio de esta historia su nombre era otro.Una investigación somera ya nos desvela que el tenis aparece por primera vez en Francia entre los siglos XII y XIII. Este juego se practicaba sin raqueta y se llamaba jeu de paume, juego de palma porque la pelota se golpeaba directamente con la mano, bien desnuda o con un guante protector. Las normas de este jeu de paume no tenían nada que ver con las actuales pero ya incluían dos campos separados por una línea (aún no se usaban las redes) y dos jugadores o dos equipos a cada lado.Los partidos del jeu de paume se disputaban al aire libre y eran denominados "juego largo": en la calle, en una plaza, en el patio de un palacio o en un prado; y en algunos lugares de Europa aún se practica de forma marginal este tipo de juego. En ocasiones, incluso se jugaba una versión más rudimentaria contra la fachada de una casa como en el frontón.Un juego adictivoA finales del siglo XIV el jeu de paume fue tan popular que las autoridades de París emitieron un bando en el que prohibían a los artesanos practicarlo cualquier día que no fuera domingo. Y en 1485 un concilio prohibió a los religiosos que lo practicaran, “sobre todo en camisa y en público”. Sin embargo, los aristócratas no tenían penalizaciones a la hora de practicarlo y se dedicaron a ello con fruición (es conocida la historia de Felipe el Hermoso que falleció en Burgos después de haber jugado a la pelota y de beber un vaso de agua fría). Fue durante el Renacimiento cuando el juego sufrió los cambios más drásticos y empezó a conocerse como tenis. Uno de los cambios más llamativos fue el uso de la raqueta para practicarlo. A principios del siglo XVI empezaron a fabricarse raquetas con pergamino, pero también con tripa o cuerdas de cáñamo (las más comunes) y se comenzaron a organizar las reglas del juego.Estas normas para jugar son prácticamente las mismas que se usan en la actualidad: los puntos para ganar un juego se contaban por 15, 30, 45, luego se obtenía una “ventaja”, se empataba “a dos”, cada manga tenía seis juegos, etc. Aún no había red pero los campos se separaban por una cuerda de la que pendían campanillas. Si la pelota pasaba por debajo las hacía sonar, pero luego cambiaron esta solución por la conocida red.Con el paso del tiempo también se cambiaron los campos que obligaban a un “juego largo” por locales cerrados que permitían aprovechar mejor el bote de la pelota. En estos locales en los que se practicaba "juego corto" había también una zona para espectadores y se multiplicaron por toda Europa. En Francia se llamaban jeu de paume o tripot (del verbo triper, rebotar), mientras que en la Península Ibérica se las denominaba trinquete. Si os da curiosidad, podéis ver uno en Versalles, donde se firmó el juramento de la Revolución Francesa.Es precisamente en Francia donde se sigue este deporte con más pasión. Dicen que durante los siglos XVI y XVII había, solo en París, 250 pistas, mientras que en Londres en la misma época había solamente catorce. Durante el Renacimiento se escribieron numerosos libros exaltando las bondades de practicar el tenis, diciendo que era bueno para la salud y para el estado de ánimo, pero es que también había una competición encarnizada por ganar al contrario. De hecho hubo episodios de violencia en muchas ocasiones, como cuando Caravaggio mató a su rival en la cancha por una disputa (aunque dicen que no era una disputa deportiva y que tenía más factores). Mientras duraba el partido se hacían apuestas y era común jugar a las cartas o a los dados en la galería de espectadores, lo cual como os imagináis, no estaba muy bien visto entre los guardianes de la virtud. Sin embargo tener un trinquete era un gran negocio, ya que los propietarios de las pistas no solo alquilaban la pista junto con el material, sino que además vendían vino y comida durante y después del partido. A finales del siglo XVII encontramos también el antecesor del bádminton, el jeu de volant. Para practicarlo se usaban raquetas ligeras y la pelota era una semiesfera de corcho con plumas sujetas a ella por una correa de cuero. Era un juego menos agresivo que el tenis y conquistó a las damas, que lo prefirieron al de la pelota.A partir del siglo XVIII el tenis jugado en salas cerradas empezó a decaer en toda Europa (salvo en el Reino Unido donde se sigue practicado bajo el nombre de real tennis) y tenemos que esperar a 1874 cuando aparece el primer reglamento del tenis moderno por obra del galés Walter Clopton Wingfield. La clase aristocrática abrazó esta reinterpretación del tenis y de hecho fue uno de los deportes elegidos para formar parte de los primeros Juegos Olímpicos modernos. La foto inicial del artículo la he sacado de Wikipedia.
Hace unos años, la erupción del volcán Eyjafjallajökull dejó a Europa sin tráfico aéreo. La ceniza volcánica que arrojó a la atmósfera dejó a muchos pasajeros en tierra, sobre todo los que tenían que atravesar el Norte de nuestro continente. Pues bien, ese no ha sido el volcán más mortífero de la historia, pero es posible que en el top 3 se encuentre el Laki, del que os hablaré hoy. El volcán Laki no es exactamente un volcán, sino una fisura volcánica está en Islandia y entró en erupción el 8 de junio de 1783 durante ocho meses y cambió el clima europeo durante los años sucesivos.La erupción tuvo su origen en el sistema volcánico de Grimsvötn, en la fisura de Laki que ha sido la que se ha hecho famosa tras el incidente. La actividad volcánica no cesó hasta febrero del año siguiente, y sus efusiones basálticas arrasaron una amplia zona de la costa suroriental de Islandia.Los gases tóxicos que emanaban del volcán provocaron la muerte de la quinta parte de la población islandesa, cerca de 10.000 personas y al 80% de las ovejas. Las poblaciones de vacas y los caballos se redujeron a menos de la mitad y los cultivos de aquel año no lograron salir adelante. La muerte sobrevenía al mezclarse el dióxido de sulfuro de la nube con el vapor de agua en los pulmones de las víctimas, que no podían explicarse el fenómeno.Para los supervivientes el espectáculo era estremecedor, ya que veían el cielo cubierto de humo y el suelo cubierto de ceniza, según documenta una crónica escrita en Copenhague y publicada en octubre de 1783 en Cuando empezó a publicarse el BOE todavía gobernaban los Austrias
Lo mismo es que soy un poco gafotas, pero os confesaré que cuando me leí El Quijote me gustó un montón. No voy a andar con paños calientes: me fascinó la historia de este señor que piensa que vive dentro de un libro y se lanza a vivir como un caballero andante en un tiempo en el que este tipo de profesión ya estaba en desuso y solo aparecía en las novelas. He estado investigando cómo vivían de verdad los caballeros andantes y os voy a contar lo que he averiguado.Aunque a Alonso Quijano le dicen que los caballeros andantes son cosas de novelas y de historias, sí que hubo bastantes a lo largo de toda la Edad Media. El género de caballería explotó sobre todo en los siglos XIV, XV y XVI, aunque esta figura es anterior. Por ejemplo, eran caballeros andantes los mercenarios que acudían a combatir contra los infieles en Tierra Santa, en el sur de Italia y muchos de los que participaron en la Reconquista en España. Incluido Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, al que desposeyeron de sus tierras y se vio obligado a poner su espada al servicio del mejor postor. Era habitual que los hijos segundones que no querían seguir una carrera eclesiástica optaran por este camino y rondaban por cortes y castillos ofreciendo sus servicios militares. Si no había una guerra en marcha en aquellas tierras, se exhibían en torneos en busca de una dama noble casadera que se fijara en ellos y que los sacara de su vida errante. Los reyes se preciaban de tener buenos caballeros andantes entre sus súbditos y no era infrecuente que si uno le prestaba buen servicio fuera recompensado con tierras en las que podían ejercer el derecho de ser sus señores feudales. De este modo, el caballero que había nacido segundón podía aspirar a volver a engrosar las filas de la nobleza de la que salió.La influencia de las novelas en los caballeros andantesNo solo las novelas de caballería influyeron en los caballeros andantes, sino que los cantares de gesta hicieron su parte de trabajo encumbrando una figura que se prestaba mucho a ser ensalzada. Los propios caballeros andantes eran grandes consumidores de este tipo de ficción. Y aunque sabían que había hazañas inalcanzables (sobre todo por la aparición de la magia o de elementos fantásticos) muchos de ellos intentaron emular a los héroes de los libros.Al igual que en las novelas de caballerías (y en el Quijote por supuesto) los caballeros solían prometer a una dama que iban a cumplir alguna hazaña y volver triunfadores (para casarse con ella) y lucían sobre su cuerpo una “señal” o “empresa” como símbolo de su amor. Esta señal podía ser algo discreto como una argolla en el cuello o un puñal oculto, pero también había votos más extravagantes como no comer, no dormir, mantener un ojo cerrado o llevar preso a tu escudero y solo se podían liberar del voto si cumplían un requisito, que podía ser acabar con un número determinado de caballeros, romper ciertas lanzas, o combatir en lo sucesivo de una determinada manera. Estas luchas podían ser en un torneo, en una justa o en lo que se denominaba “paso de armas” en campo abierto.Los torneos se diferenciaban de las justas porque en los primeros participaban grupos de caballeros. Las justas eran peleas de uno contra uno y en ambos los caballeros se jugaban la vida, y la perdían de vez en cuando. Estos ejercicios eran indispensables para mantenerse entrenados en tiempos de paz y se convertían en una especie de violentas competiciones deportivas a las que acudía todo el mundo.Los “pasos de armas” consistían en que el caballero se apostaba en un lugar de paso, que podía ser la puerta de una ciudad, un cruce de caminos, un puente, y se batía con todos aquellos que intentaran pasar por donde estaba defendiendo. El caballero debía indicar previamente en un cartel cuánto tiempo duraría el paso de armas y cuántas lanzas tendría que romper para vencer y las reglas que había que cumplir durante el combate (romper una lanza era derribar al otro del caballo o hacerle sangre).El caballero que defendía el paso era el “mantenedor” y sus adversarios se llamaban “aventureros”. Un jurado, compuesto por caballeros neutrales, heraldos u otras figuras aprobadas por el rey vigilaban el desarrollo del combate y un notario daba fe por escrito de lo que sucedía.El paso de armas más famoso de España tuvo lugar en 1434, cuando el caballero Suero de Quiñones se apostó sobre un puente en el río Órbigo (provincia de León) para desafiar a todas las personas que fueran a intentar cruzar el puente. Se puso como objetivo romper 300 lanzas para librarse de la argolla que llevaba al cuello en memoria de su amada, Leonor de Tovar. El rey, que apoyaba al caballero, hizo correr la voz por todo el reino y muchos acudieron a su llamada.Suero de Quiñones pasó dos meses combatiendo con los que le hacían frente, hasta que tuvo que retirarse por una herida sufrida. Los jueces consideraron que había combatido con valentía y le liberaron de su argolla, pese a que solo había roto 177 lanzas de las 300 prometidas. Si os interesa, hay mucha documentación sobre el tema, ya que fue narrado exhaustivamente por el notario Pedro Rodríguez de Tena.Si queréis profundizar, además de los artículos que os he enlazado en el texto, me ha gustado mucho este artículo sobre la violencia medieval.
Dicen que el tamaño del pene no importa, pero parece ser que en el caso de los patos sí que tiene cierta relevancia. Al menos eso es lo que se deduce de un estudio publicado recientemente en The Auk: Ornitohological Advances, en el que se demuestra cómo el miembro de los patos que deben competir por la hembra con un mayor número de machos crece mucho más que el de aquellos que no compiten.
El coche empezaba a hacerse común y en París, en 1909, se celebró por primera vez una Convención Internacional sobre la Circulación con Automóviles. En este documento, firmado por varias naciones europeas como Francia, Italia, España o Gran Bretaña y sus colonias, se establecen las primeras señales de tráfico comunes, para facilitar los viajes internacionales de los conductores.