Los gitanos llegaron a la Península Ibérica hacia el siglo XV procedentes de la India, y desde el principio destacaron por sus costumbres y su lengua diferente. Los Reyes Católicos ya rechazaban sus comportamientos y desde 1499 existen leyes en contra de su estilo de vida, para ver si ello les alentaba a tener un domicilio fijo y un oficio.La pragmática de 1499 indicaba que “Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos... que vivan por oficios conocidos... o tomen vivienda de señores a quien sirvan... Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores, juntos... que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar como dicho es…”.Como veis, los castigos de aquellas leyes iban desde el destierro a la esclavitud y todos los reyes posteriores a Isabel y Fernando siguieron incidiendo en distinguir a los “buenos”gitanos integrados en la sociedad de los “malos”, que eran nómadas y se les acusaba de robos y otros delitos.En 1717 Felipe V renovó las pragmáticas que iban en contra de esta etnia (aunque no se les nombraba como gitanos, sino que solo se aludía a sus costumbres), pero fue tres décadas después cuando Zenón de Somodevilla, el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI puso en práctica un plan que iba destinado a “La extinción de los gitanos” según sus propias palabras. En su plan no buscaba matar a los gitanos, sino “simplemente” separar a los hombres de las mujeres “para impedir su generación” y de este modo conseguir que se extinguieran en pocos años.En 1745 se publicó una Real Cédula implicaba pena de muerte para los gitanos “acuadrillados”, que portaran armas, y hacía lícito dispararles si eran sorprendidos con armas de fuego. Para sorpresa del marqués, la mayoría de los gitanos de esa época ya estaban avecinados (o sea, que tenían residencia más o menos permanente en ciudades) y estaban bastante integrados en la sociedad.Diréis vosotros que qué tenía este señor en contra de los gitanos. Pues bien, el marqués de la Ensenada era entre otras cosas ministro de Marina de Fernando VI y quería construir una armada que derrotara a los ingleses para conservar América. Se dedicó a ampliar los arsenales españoles y para ahorrar costes empleó a vagos, presos y gitanos, siendo estos últimos los que más se sublevaban y más huidas con éxito llevaban a cabo, por lo que decidió “extinguirlos” en 1749.Ensenada buscó apoyos en el confesor del rey, el jesuita Francisco de Rávago, que le transmitió al monarca que la extinción de los gitanos era voluntad divina. Además el obispo de Oviedo también dijo que no había ningún obstáculo en la moral cristiana para “separar esposas y maridos”. Por último, como estaba bien relacionado, el marqués consiguió que, por orden del Papa, los gitanos quedaran excluidos del derecho de asilo en sagrado.De la teoría a la práctica del plan del marquésEn 1749 Ensenada puso en marcha su plan, que debía ser secreto para que pudiera realizarse sin que huyeran sus objetivos. En primer lugar ordenó censar a los gitanos de los pueblos y puso en manos del ejército enviar a los gitanos a los centros de reclusión para apresarlos a todos el mismo día y a la misma hora, para que no pudieran escapar. Las instrucciones se mandaron a todas las poblaciones donde vivían estas personas en varios sobres que debían ser abiertos el mismo día para que la redada sucediera a la vez en todos los rincones de España.En el plan del marqués, los varones irían presos a los arsenales y las mujeres, niños menores de 7 años y ancianos, a las casas de misericordia. En sus instrucciones se indicaba que los generales que dirigieran la misión debían llevarla a cabo en secreto y todo se organizó para llevarse a cabo el 31 de julio de 1749.Aquel día fueron apresados 9.000 gitanos, aunque se estima que lograron huir otros tantos. Se dio la circunstancia de que la mayoría de los arrestados eran habitantes de pueblos y ciudades sedentarios y eran valiosos para las economías locales, mientras que los prófugos eran casi todos los que "estorbaban" a las autoridades por su vida nómada.El marqués no se rindió y ordenó perseguir a los prófugos, que serían condenados a la horca en caso de ser hallados (cosa que al final no se puso en práctica). Los arrestados fueron transportados a sus lugares de reclusión, pese a la llamada de los arsenales y las casas de misericordia, que indicaban que los internos estaban hacinados y que el motín era inminente.Las autoridades españolas se encontraban perdidas porque no sabían qué hacer con tantos presos, que, además no podían ir a América porque estaba prohibido desde tiempos de Felipe II. Y ya hemos visto que no llevaban muy bien los trabajos forzados, así que el marqués de la Ensenada estaba en una encrucijada.La rebelión de los gitanosLas primeras en rebelarse fueron las mujeres, que fueron obligadas a caminar largas distancias con sus hijos a cuestas, embarazadas o ancianas, en su camino hacia las casas de la misericordia. Llama la atención el caso de las gitanas malagueñas que fueron en mar hasta Tortosa y de ahí caminaron hasta Zaragoza.De las casi mil mujeres que partieron de Málaga solo llegaron a la capital aragonesa unas 600, entre las que sobrevivieron y las que no pudieron huir. Desde el primer día protestaban por la situación de hacinamiento en la que se hallaban y rompieron la ropa que les dieron el primer día, junto con la vajilla y el mobiliario de la casa de la misericordia zaragozana.Como iban prácticamente desnudas no podían ir a oír misa, y los curas no podían hablar con ellas, y se dedicaban a burlarse de toda figura de autoridad que se les presentara, desde los porteros al alcaide, que estaba “aturdido y como alelado”. Para colmo de males en 1753 el médico dijo que había más de cien mujeres infectadas por la sífilis, situación que se reprodujo un año después.Entre los hombres, hubo muchas protestas en los arsenales de Cartagena, donde al no caber los gitanos fueron encadenados a las viejas galeras, y en Cádiz. En esta última ciudad, el gobernador de La Carraca, donde había 1.000 hombres hacinados, escribió al marqués pidiéndole que no le mandara más gitanos porque no podía alimentarlos. Finalmente estalló el motín al final del verano, cosa que no fue óbice para que siguieran recibiendo presos.El 28 de octubre de 1749 el marqués publicó una Instrucción en la que se retractaba de parte del proceso, dejando en libertad a los “viejos, impedidos y viudas” pero seguía pidiendo horca para los que se sublevaran. De hecho había horcas en la entrada de los arsenales y no se retiraban los ajusticiados hasta el siguiente ahorcamiento para que sirviera de lección.El indulto general no llegó hasta 1763 cuando ya era rey Carlos III, y ya hacía tiempo que Ensenada había caído en desgracia (por temas que no tenían nada que ver con los gitanos). No obstante, debido a la fuerte burocratización de las instituciones ilustradas, la libertad se hizo esperar un par de años en algunos casos, por lo que los motines no cesaron y los militares que se tenían que hacer cargo de estos presos estaban siempre protestando. Fueron las protestas de los militares (y las puestas en libertad bajo cuerda) lo que desencadenó que el rey acelerara el proceso que de otra manera se habría eternizado.A partir de ahí cambió un poco la actitud de las autoridades hacia estas personas, sobre todo de la mano de Floridablanca, aunque siempre hubo peligro para ellos por parte de personas como el conde de Aranda que solía explicarle al monarca un plan de extinción de esta etnia que no tendría mucho coste (y que de nuevo incidía en separar a los niños de sus padres).Además de los textos que os he enlazado, podéis leer más sobre el tema en Anatomía de la Historia, la Aventura de la Historia, en este artículo de El Español y en Baxtalo.La imagen del post es de Wikipedia.
Desde el origen de los tiempos, la información es poder. Y saber si tu enemigo tiene mejores armas, o se dispone para atacarte, o tiene un nuevo aliado vale su peso en oro cuando estás librando una guerra, por lo que siempre ha habido líderes dispuestos a pagar bien la información y espías dispuestos a arriesgarse para transmitirla. El otro día estuve leyendo sobre los métodos que usaban los antiguos griegos y romanos para transmitir esas noticias que necesitaban saber los gerifaltes para poder actuar en contra de sus enemigos.Uno de los momentos más ingeniosos que me he encontrado ha sido al conocer la historia de Histieo de Mileto, un griego en la corte del rey persa, contra el que se estaba fraguando una rebelión de las ciudades jonias. Nuestro amigo necesitaba ponerse en contacto con su compatriota Aristágoras para decirle que ese era el momento propicio para comenzar el alzamiento pero no sabía cómo hacerlo sin llamar la atención del rey persa.Según cuenta Heródoto de Halicarnaso, al final decidió afeitarle la cabeza a un esclavo y tatuarle sobre el cuero cabelludo el mensaje que quería hacerle llegar a Aristágoras, que era: "De Histieio a Aristágoras: subleva Jonia". Después, como podéis imaginar, tuvo que esperar a que le creciera el pelo y lo envió a Mileto, donde le volvieron a afeitar la cabeza para leer el mensaje.Vais a decirme que por qué no le dio el mensaje directamente al esclavo (que yo también lo he pensado) pero resulta que de este modo ni siquiera él sabía cuál era el contenido del mensaje y no habría podido revelarlo aunque le hubieran torturado. Esto sucedió en el año 499 a. C y fue el comienzo de las guerras Médicas.Los romanos también usaron ampliamente los espías, tanto en sus guerras contra los etruscos como en el resto de contiendas. Destacaría las guerras púnicas, donde los hubo tanto en el bando de los romanos como en el de los cartagineses, ya que es bien sabido que Aníbal tenía varios informantes viviendo en Roma que le contaban los movimientos de sus enemigos (y que llevaban barbas y bigotes postizos para no ser reconocidos).Métodos escritosSi era posible, se prefería la transmisión oral de la información, pero como veis no siempre era posible. En la Antigüedad griega, si tenían que transmitir un mensaje secreto se recurría a la esteganografía o “escritura oculta” como hemos visto en el ejemplo anterior, pero también se usaban claves y códigos secretos.Los griegos tenían buen nivel de codificación y le daban mucha importancia a esta disciplina dentro del arte de la guerra, hasta el punto de que Eneas el Táctico, un escritor del siglo IV a. C. que escribía sobre tácticas militares, dedicó un capítulo completo de su Poliorcética a este arte. Eneas sugería varios métodos para poder transmitir una información, como escribirlo en unas hojas adheridas a una herida como remedio medicinal; escribir sobre una vejiga hinchada un mensaje para que al deshincharse no se pudiera leer y pasara inadvertido hasta llegar al destinatario o escribir la información en laminillas de plomo que luego las mujeres usaban como si fueran pendientes.Por supuesto los métodos más eficaces eran los que el propio mensajero desconocía la información, como hemos visto en el ejemplo del esclavo, que tenía sus variantes. Una de ellas podía ser decirle al mensajero alguna información banal y la noche anterior a su partida escribir el mensaje e introducirlo en la suela de sus sandalias.Una versión más avanzada consistía en usar animales para transmitir los mensajes, como un perro al que se le ataba en la correa la información. Cuando se soltaba, éste solía volver con su amo, que recibía el mensaje sin levantar sospechas.Dentro de los mensajes enviados a través de animales, me gusta la historia que cuenta Heródoto de un noble medo llamado Hárpago que se enemistó con el rey Astiages. Como venganza, escribió al rey persa Ciro en las tripas de una liebre que le envió a través de un mensajero disfrazado de cazador. El cazador indicó que el rey Ciro debía desollar al animal personalmente y en su interior encontró un mensaje en el que le aseguraba que le ayudaría a sublevarse contra los medos, como así hizo.En la Poliorcética también se dedica un espacio bastante amplio para hablar de tintas “invisibles” que volvían a aparecer después de ser tratadas de alguna manera. A este método también aluden los poetas Ausonio y Ovidio, por lo que debía ser bastante común.El cifrado de los mensajesAunque no tenían cifrados tan sofisticados como los de la actualidad, los griegos y los romanos compartían el gusto por los códigos. Uno muy sencillo era el que usaba Cicerón en sus cartas, que cambiaba el nombre de los personajes que nombraba en ellas para que sus opiniones no se volvieran en su contra.Cicerón es un caso curioso porque no solo enviaba información sino que tenía a sus propios espías que le informaban de los movimientos que realizaba Catilina, así como los movimientos de las provincias. Sin embargo, nunca llegó a estar seguro de que sus comunicaciones fueran privadas, ya que se rumoreaba que el César leía todo lo que escribía Cicerón antes que sus destinatarios y que de hecho podía distinguir la letra del orador de lo habituado que estaba a leerla.Eneas el Táctico recomendaba sustituir las vocales de las palabras por puntos para volver más difícil la codificación. A mí me da la sensación de que este no era un método muy sofisticado y de hecho no lo recomendaría.A Julio César también le gustaba codificar sus mensajes con información sensible y según Dión Casio “cuando enviaba algo secreto a alguien, escribía siempre la cuarta letra en vez de la que correspondía, de forma que los escritos fueran ininterpretables para la mayoría”. Esto es que en vez de escribir una A escribía cuatro letras después, la D, si estuviéramos hablando de nuestro alfabeto actual. Estos mensajes nunca fueron descifrados en su época.Otra táctica para engañar al enemigo era escribir en latín pero con alfabeto griego, que no era tan conocido. César usó esta treta durante la guerra de las Galias, tal y como podemos leer en sus escritos.Un método muy usado a posteriori es el cifrado por trasposición, en el que las letras y los números alternarían su orden en los escritos. No hay pruebas concluyentes de que se usara en la Antigüedad aunque sí que se usaba uno parecido, en el que se enrollaba una tira de material de escritura alrededor de un bastón o “escítala”. Sobre la tira se escribía el mensaje y se desenrollaba, por lo que las letras no tenían mucho sentido al desenrollarla. La manera de decodificar la escítala era con una que fuera del mismo grosor y longitud para que al volver a enrollar la tira sobre la misma, las letras volvieran a su posición inicial.Podéis leer más sobre los espías de la Antigüedad en el blog de Nova Roma Hispania, esta entrevista sobre la Castra Peregrina que daría para un artículo aparte y en Historias de la Historia sobre el tema del tatuaje.
JuanitoLibritos en Twitter: En 2º ESO hemos convertido la alta edad media en una pelea en un grupo de WhatsApp
Os confesaré que la época medieval es uno de los periodos sobre los que más me gusta leer y especialmente sobre esos personajes secundarios que aparecen adobados a una superestrella y que esconden una historia interesante. Este es el caso de Gilles de Rais, un noble francés amigo de Juana de Arco y que tenía unos pasatiempos un tanto macabros.Gilles Montmorency-Laval era barón de Rais y nació en 1404 en el castillo de Champocé, una de las múltiples propiedades de su adinerada familia, que acumulaba tierras y bienes en el sur de Bretaña. Su padre murió cuando él tenía solo 11 años destripado por un jabalí delante de él y la imagen de las tripas saliendo del vientre de su progenitor le persiguió durante toda su vida.Tras este episodio, se ocupó de él su abuelo Jean de Craon, que era conocido por ser un sádico que se dedicaba a torturar a sus criados. Su abuelo le demostró cómo la nobleza no tenía que rendir cuentas ante nadie y que sus crímenes podían permanecer impunes. Se supone que sus inclinaciones crueles y sádicas las aprendió mientras permaneció bajo la tutela de su abuelo.La vida de De Rais como caballeroEs nombrado caballero a los catorce años y pudo dar rienda suelta a sus pulsiones más sangrientas. Gilles era muy violento y atrevido, y a los quince años mata a su primera víctima mientras practicaba esgrima.A los diecisiete años raptó con ayuda de su abuelo a Catalina de Thouars, una joven heredera con la que se casó ese mismo día pese a la oposición de su familia. Aprovechó el lance para secuestrar también a su suegra, a la que liberó cuando se le concedieron unos castillos. Cuando, siete años después, tuvo a su única hija, la abandonó junto a Catalina y nunca volvió a preocuparse por ellas.Siguió batallando a las órdenes del duque Juan V de Bretaña y su ferocidad hacía que le compararan en muchas ocasiones con los vikingos. Sus ataques eran temerarios y salió victorioso de numerosas batallas. Cuando su fama llegó a oídos del rey, éste le reclamó para liberar la ciudad de Orleans que se encontraba bajo el asedio inglés desde hacía varios meses, ya que estaban librando la Guerra de los Cien años.Al llegar a las afueras de Orleans se encontró con Juana de Arco y se quedó fascinado por la niña, a la que acompañó al frente del ejército de diez mil soldados reales que logró levantar el cerco en tan solo ocho días. La victoria le valió el título de Mariscal de Francia y en lo sucesivo se convirtió en compañero inseparable de la doncella de Orleans, e incluso le salvó la vida en una escaramuza a las puertas de París. Cuando fue condenada por bruja y por hereje por los ingleses en Ruán trató de liberarla, pero no consiguió llegar a tiempo de impedirlo, sobre todo porque De La Tremoille, el favorito del rey, estaba en contra de los mensajes que propagaba Juana. Cuentan que Gilles lloró desconsoladamente ante sus cenizas y se lanzó a una lucha encarnizada contra los ingleses, hasta que en 1434 cayó en desgracia su protector el canciller La Tremoille. De Rais perdió su título de mariscal, que había conseguido en Orleans, pero se retiró siendo uno de los nobles más ricos de Francia, gracias a la fortuna familiar y lo que había conseguido mientras guerreaba.El retiro y el comienzo de la masacreCuando volvió a sus tierras en Bretaña, De Rais comenzó una vida desenfrenada de derroche. Recogen las crónicas que, además de banquetes multitudinarios, llegó a recrear la liberación de Orleans en una fiesta que celebró en mayo de 1435, por la que tuvo que pagar gran parte de su fortuna. Es en esta época cuando comienzan los primeros rumores de niños desaparecidos en sus tierras. Numerosos aprendices, mozos, nietos e hijos fueron desvaneciéndose en los alrededores de los castillos que habitaba De Rais sin dejar rastro. Desde el principio se propagó el rumor de que eran raptados por salteadores de caminos, aunque esta explicación no satisfacía a nadie.Pronto su fama recorrió Francia y acudieron a su castillo de Tiffauges todo tipo de magos, nigromantes, adoradores del diablo, brujos y alquimistas con los que intentaba hallar la piedra filosofal que convirtiera el metal en oro. Corrían rumores de que celebraba ritos satánicos e invocaba al diablo, tal y como se recogió en el proceso al que fue sometido en 1440, después de que el obispo de Nantes ordenara que lo detuvieran.Entre las acusaciones que se le hicieron se incluyeron brujería, herejía, sodomía y asesinato de niños. Es esta última acusación la que caló más hondo, ya que hubo numerosos campesinos de sus tierras que relataron cómo habían desaparecido sus hijos pequeños de entre 8 y 14 años. Sumando todas las declaraciones, se supone que llegaron a desaparecer unos 200 infantes, cuyo secuestro no fue denunciado antes por el temor que les infundía un noble acaudalado.El proceso contra Gilles de RaisEn el proceso, el barón confesó sus prácticas macabras. Primero, ordenaba a sus secuaces que se llevaran a los niños “hermosos como un ángel” y les invitaban a un banquete, para el que les vestía con ricos ropajes. Al acabar la comida, conducían al niño a una estancia especial en el castillo donde llevaban a cabo su ritual.A continuación, de Rais medio estrangulaba a sus víctimas para evitar que gritaran, y luego los soltaba para violarlos (o los violaba colgados de un gancho) y a continuación, bien los mataba él o bien le ordenaba a un sicario hacerlo mientras él miraba, decapitándolos o a palos. En su confesión, declaró que “a los niños muertos los besaba y a los que tenían cabezas y miembros más bellos los contemplaba y los hacía abrir cruelmente sus cuerpos y se deleitaba viendo sus órganos interiores”. Cuando el barón terminaba con su víctima, caía dormido y sus sirvientes aprovechaban para limpiar la estancia y quemar el cadáver en la chimenea.En 1440, cuando fueron a detenerlo, Gilles no se resistió y en el proceso reconoció todos los crímenes de los que le acusaban, aludiendo a que lo hizo porque estaba escrito en los astros. El 26 de octubre de ese mismo año fue ahorcado a las afueras de Nantes y sus restos fueron quemados.Algunas fuentes indican que las acusaciones contra de Rais fueron exageradas y que le sometieron a un juicio político, similar al que sufrió Juana de Arco. Sin embargo, casi todos sus biógrafos coinciden en que es posible que al menos una parte de los crímenes que confesó sí que debió cometerlos. Eso sí, esto no fue óbice para que en 1992 el barón fuera exonerado de culpa por los tribunales franceses.La historia de De Rais ha sido relatada por la literatura en numerosas ocasiones, e incluso Charles Perrault reconoció que se basó el el personaje del barón para dotar a su Barbazul de sus cualidades más sanguinarias. Cierto es que Barbazul no mataba niños sino a sus esposas, a las que enterraba en el sótano de su castillo.Si queréis leer más sobre el personaje, me han gustado mucho los artículos del ABC y de la Wikipedia donde está muy bien narrado el juicio.
No sé a vosotros pero a mí los teléfonos de disco me trasladan a mi infancia cuando pasaba el verano en casa de mi abuela y se me enganchaban los deditos cuando intentaba llamar a mi madre. Es cierto que otras soluciones más óptimas han ido sustituyendo a esta tecnología y hoy los teléfonos de dial se han quedado solo para decoración de las casas de amantes de lo vintage pero, ¿cómo se les ocurrió esta manera de marcar?El teléfono fue patentado en 1876 por Alexander Graham Bell. No soy experta en telefonía pero el funcionamiento básicamente consistía en una lámina metálica que se colocaba frente a un electroimán del que partía un cable eléctrico que reproducía las vibraciones en el aparato receptor. Un año después, cuando Edison inventó el micrófono de carbón se mejoró la calidad de la señal y es en 1878 cuando se pone en marcha la primera centralita para poner en contacto a los 21 abonados de la ciudad de New Haven. El sistema de centralitas se mantuvo pese a que en poco tiempo se multiplicaron las personas que tenían un teléfono en casa.Las operadoras preguntaban con qué número querían hablar los abonados y ponían en contacto a las dos personas. Trabajaban rápidamente pero pronto se vio que, a no ser que se pusiera en marcha un sistema automático, llegaría un momento en el que no darían abasto.Desde 1880 ya empezaron a patentarse sistemas que lograban automatizar las llamadas más o menos airosamente. En 1892 Almon Strowger, fundador de la compañía Automatic Electric, consiguió hacer funcionar un sistema basado en tres botones con los que se marcaba el número de abonado, más un botón para llamar y otro para colgar. Primeros teléfonos de dialTenemos que esperar cuatro años más para que se inventara el sistema que triunfó: el método de marcación por disco. Los inventores fueron dos personas de Automatic Electric, Erikson y Keith, y funcionaba (como ya sabéis muchos) introduciendo el dedo en la cifra, girando el dial hasta el tope y dejando que volviera a su posición inicial hasta que acabaras de marcar el número completo.Los primeros discos de marcar producidos por la empresa de Strowger no eran como los que conocemos hoy en día, sino que se parecían más a una rueda dentada. Al principio se pensó en que el usuario acompañara al disco hasta su posición inicial pero se descartó porque pensaron que podría dar lugar a errores por la diferencia de velocidad o por si se atascaba, por lo que se las ingeniaron para que la rueda volviera a su posición inicial ella sola, tal y como explican por aquí.Al girar el dial, se accionaban una serie de selectores y conmutadores que enviaban “pulsos” a las centralitas automáticas que los interpretaban de forma mecánica y lograban poner en contacto a dos aparatos. Automatic Electric se dedicó a perfeccionar el sistema y consiguió que los teléfonos funcionaran con menos cables mientras se ampliaba la capacidad de las centralitas automáticas. La colocación de los números era de izquierda a derecha en el círculo y el 1 se situaba en lo que en un reloj serían las 2. El resto de números se coloca a continuación y el 0 es el último, que se sitúa en lo que en un reloj serían las 5, y justo a su lado estaría el freno, que es como una coma.Es en 1905 cuando comienzan a comercializarse los primeros teléfonos de disco, que podían ser de mural o de sobremesa. Son estos últimos los que se hicieron más comunes, después de que AT&T, la empresa de Graham Bell, se lanzara a la comercialización masiva.Cómo eran los primeros teléfonosSi al principio el auricular estaba separado del micrófono, pronto estos teléfonos fueron sustituidos por los que tenían el auricular y el emisor en la misma caja, junto con el timbre que en un principio también estaba aparte. Uno de los primeros modelos fue el Candelabro 50AL y que aún se pueden adquirir por Internet en algunas tiendas especializadas o de segunda mano.Los primeros teléfonos eran de chapa o cobre y las cajas solían ser de madera. Más adelante, cuando se inventó la baquelita, este fue el material preferido, por su ligereza y su duración.No obstante de la popularización de los teléfonos automáticos, las operadoras siguieron teniendo tarea, ya que las nuevas centralitas solo funcionaban a nivel local. De hecho, las llamadas a larga distancia no prescindieron de las operadoras hasta 1950 por lo menos en Estados Unidos. Los primeros teléfonos de teclas (de marcación por tonos) aparecieron en 1960 y con ellos llegó el declive de estos aparatos que a mí me siguen retrotrayendo a mi infancia.Si tenéis más curiosidad sobre el invento, podéis leer a fondo en este artículo de El Español, en este de Actual Vintage que es bastante exhaustivo y por supuesto en la Wikipedia. La foto inicial es de Pxhere.
Hernán Cortés era un extremeño de Medellín que viajó a América para labrarse una fortuna. Cuando estaba viviendo en Cuba, conoció a la abulense Catalina Suárez a principios del siglo XVI. Catalina llegó a la isla como parte de la corte de María de Toledo, esposa de Diego Colón, hermano del descubridor de América, y pronto estrechó lazos con Cortés, que a la sazón poseía una hacienda y trabajaba como escribano.El matrimonio entre ambos se celebró en 1514 y el historiador mexicano Juan Miralles sostiene que el extremeño se vio abocado a él por presiones del hermano de Catalina y del gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar (que lo llegó a apresar mientras se decidía a sellar el compromiso). Las crónicas de la época señalan que el enamoramiento era evidente y que llevaban "una vida feliz" hasta que en 1519, Cortés partió en una expedición para explorar tierra firme. Lo que era en un principio un viaje de investigación, pronto devino en una misión de conquista bajo el mando del extremeño, que ya era conocido por su carácter violento y sanguinario.Su cuñado, Juan Suárez, que estaba a cargo de los bienes de Cortés, pronto le siguió en su misión y fue testigo de las relaciones románticas (y de otras índoles) que tenía el conquistador con doña Marina, también llamada la Malinche, una joven indígena que servía a los españoles como guía e intérprete. Ella fue una de las veinte jóvenes que recibió la expedición española como regalo por los indígenas de Tabasco tras la batalla de Centla y le dio un hijo.Tras culminar la conquista del territorio mexicano, Cortés le pidió a su cuñado que fuera a por su mujer y la llevase a México (según otras fuentes, la esposa fue a buscar al conquistador motu proprio). Cuando Catalina desembarcaba en Veracruz, la Malinche ya había dado a luz al primer hijo varón del conquistador, al que llamaron Martín Cortés una vez fue reconocido como hijo legítimo por el Papa unos años más tarde. Dicen las crónicas que Catalina Suárez se enfadó con su marido pero que accedió a retomar su relación, probablemente motivada por las grandes riquezas que había acumulado durante la conquista del territorio azteca. Al poco de nacer su hijo en Coyoacán, desde donde el extremeño gobernaba un territorio que llamaron Nueva España, el conquistador abandonó a la Malinche, aunque siguió teniendo numerosas amantes que no ocultaba, ni a esta ni a su esposa.En 1522, Hernán Cortés organizó una fiesta en su casa en Coyoacán y tras el baile discutieron agriamente él y su esposa, delante de todo el mundo. Hay fuentes que narran que el extremeño fue quien dio la voz de alarma porque pensó que se había desmayado, y algunos testimonios indicarían que la mujer había sido asfixiada hasta la muerte.Los desmayos eran relativamente habituales para Catalina, ya que su salud empeoró durante su estancia en México. Ya era asmática pero la altura y la sequedad de la zona tuvieron que empeorar sus dolencias. Una de las cosas que hacían para reanimarla podía ser agarrarla del cuello y es posible que eso diera pistas erróneas acerca del papel de Cortés en el fallecimiento de su esposa.La prisa del conquistador en enterrar a su esposa ayudó a dar alas a los rumores acerca de la posibilidad de que Catalina hubiera sido asesinada. De hecho, la familia de la mujer no pudo llegar a ver el cuerpo, y mucho menos a velarlo, como era habitual ya que fue enterrada pocas horas después de hallar el cuerpo.Años después, la madre de Catalina denunció a Hernán Cortés tanto por la muerte de su hija como por los bienes gananciales del matrimonio. Ambas denuncias quedaron archivadas, después de que los testigos se contradijeran una y otra vez. No obstante, el conquistador pagó una indemnización a sus herederos y la sombra de la duda le siguió hasta 1545, cuando se sobreseyó el caso.La vida sexual de Cortés fue derivando hasta que prácticamente convirtió su casa en Cuernavaca en una especie de harén en el que se juntaban mujeres de diversa índole. En total, el extremeño reconoció a once hijos de seis mujeres distintas, incluyendo seis de sus segunda mujer, Juana Ramírez de Arellano, que conocía de sobra sus infidelidades.Sus enemigos aprovecharon este tema, junto con su ocultación deliberada de todo lo que tenía que ver con las suspicacias sobre la muerte de su primera esposa en las cartas al rey, y su descrédito se intensificó con el tiempo. Fue especialmente destacada la imagen negativa que se tuvo de Cortés sobre todo a partir del siglo XIX, pese a que no hay datos concluyentes de que asesinara en efecto a Catalina.Hoy en día se acepta la versión de que Catalina Suárez falleció por el asma, ya que nunca se han llegado a hallar muestras contundentes de lo contrario por mucho que digan las series televisivas. Sin embargo, sí que sabemos que Hernán Cortés tenía un carácter violento y hay testimonios de que la maltrataba.Si os interesa, además de lo que os he enlazado, podéis leer más en Sobre leyendas, Temas de historia y actualidad y por aquí, que para mí es un relato bastante completo.
Aunque la palabra samurái se usa para designar a una gran variedad de guerreros en Japón, se aplicó sobre todo a la élite militar que gobernó el país nipón durante cientos de años. El código del samurái del siglo XVII decía que “el camino del samurái es la muerte” y recogía que las alternativas para acabar la vida de estos guerreros eran bien la muerte en combate o el suicidio, preferible antes que la rendición.Los samuráis anhelaban morir por su señor o por su causa, y desde los primeros guerreros del siglo X hay testimonios de diversos métodos de suicidio por honor. Un samurái podía acabar con su vida arrojarse al agua con la armadura puesta o tirarse del caballo con la espada en la boca. Como sabéis, el más emblemático era el hara kiri, que en su designación más formal se llamaba seppuku. El primer caso documentado data de 1180 cuando un anciano samurái llamado Minamoto no Yorimasa acabó con su vida mediante su propia evisceración al término de una batalla en la que acabó acorralado.Los japoneses no son el único pueblo que optaba por el suicidio en los casos de derrota o deshonra, y tenemos muestras de estos gestos en varios pueblos, empezando por los romanos y siguiendo por los íberos. No obstante, hoy me gustaría profundizar en el que practicaban en el país del sol naciente.El seppuku forma parte del bushido, el código moral de los samuráis, y se prefería a la muerte con deshonor, aunque también se ejecutaba como protesta, para enmendar algún error cometido o para seguir al señor feudal de turno a la muerte. Esta práctica, la de seguir al amo a la muerte, se denomina oibara o tsuifuku. Ojo, no era una práctica obligatoria, ya que el seppuku era una manera muy drástica de acabar con tu linaje, así que no era raro que tras una derrota el samurai pasara a luchar bajo otra bandera si con ello se garantizaba su descendencia. Eso sí, existían seppukus obligatorios por ejemplo si un tribunal te sentenciaba a muerte.El ritual del seppukuHarakiri significa, literalmente, “cortar el vientre” y tiene un ritual específico en el que se pauta desde la espada utilizada como la ropa que debe llevar el samurái cuando lo practica. La ropa elegida (si es que podía elegir ropa) solía ser un kimono de ceremonia, de color blanco, el color de los difuntos. La espada con la que se ejecutaba el seppuku era más corta que la katana y se denominaba kodachi o wakizashi. Los samuráis de alta escala podían ejecutar su suicidio en un parque o en el exterior de sus casas, mientras que los de bajo rango debían hacerlo en el interior: en una habitación, en la celda donde estuvieran recluidos o incluso en un templo. Cerca del samurái se ponía una cesta o se hacía un agujero en el suelo para recoger la cabeza cuando se la cortaran.Antes de ejecutar el ritual, el samurái escribía un poema de despedida, que en la práctica eran sus últimas palabras ya que el seppuku se llevaba a cabo en silencio. Se le permitía beber sake y a continuación tenía que abrirse el kimono para comenzar con el ritual, una vez se ha colocado de rodillas en la posición seiza. Además, se solían colocar las mangas del kimono bajo las mismas para no caer hacia atrás durante la muerte.La muerte por seppuku era bastante lenta y dolorosa, ya que consistía en un corte horizontal y otro vertical, como en cruz, en el vientre. Lo que se buscaba era cortar los centros nerviosos de la columna y con ello se provocaba una larga agonía, por lo que se solía recurrir a un segundo, alguien de confianza del samurái, para decapitarle cuando acabara con la espada. A este segundo se le llama kaishakunin y podía ser un amigo, un sirviente, alguien de confianza o una persona designada por las autoridades en casos de sentencias de muerte. Otro factor importante en la práctica del seppuku eran los testigos, que tenían que dar fe de que la muerte se había llevado a cabo, y por eso tenemos constancia de muchos harakiris practicados en el pasado. Si tenéis curiosidad, podéis leer cómo lo vivió Algernon Freeman-Mitford, un diplomático inglés que vivió en Japón durante el siglo XIX.Numerosos testimonios dicen que muchos no llegaban a hundirse la daga en el vientre, sino que eran decapitados al acercarse el arma (por lo general, se solían poner de acuerdo en el momento elegido) aunque se tenían por muy valientes a aquellos que llegaban a terminar el ritual por completo. Incluso se sabe que algunos recibían una daga de madera para hacer un suicidio simbólico. Se consideraba que se había terminado el ritual cuando, en el corte vertical, se llegaba hasta el esternón.No se os habrá escapado que dar a un reo de muerte una daga podía ser un gesto temerario, y Hattori Ujinobi recuerda una ocasión en la que un condenado “tomó la espada del inspector e hirió a multitud de personas”. Las mujeres podían enfrentarse también al suicidio aunque técnicamente no se consideraba harakiri, ya que no se apuñalaban el vientre. El suicidio femenino se denominaba jigai (que es la palabra que significa suicidio a secas) y consistía en practicarse un corte en el cuello, seccionando la arteria carótida con una daga llamada kaiken.En Japón el suicidio está prohibido como práctica judicial desde 1873, aunque se ha seguido practicando. Uno de los últimos casos más sonados fue el del judoka Inokuma, aunque la lista es bastante larga una vez empiezas a documentarte.La foto de arriba la he cogido de Wikipedia como siempre.
(...) Pero la Química... Ay, la pobre Química. La Química es el patito feo de los nóbeles. No tiene el atractivo sexy de la Física ni la cercanía de la Medicina, y además siempre llega la última. Todo esto, aderezado con un componente quimiofóbico que tiene la sociedad en general que le hace mirar con desconfianza a todo lo que lleve la palabra "química" y que es tan injusto como difícil de solucionar, ha relegado este premio a una especie de segunda categoría. El pobre Nobel de Química parece no importarle (tanto) a nadie.
No sé si muchos lo sabréis, pero cada diez años se censan las personas y viviendas de España y de muchos otros países. Hasta el último que se hizo, en 2011, esto implicaba que hubiera alguien que visitara todas y cada una de las viviendas que hay en nuestro país, y como yo participé en 2001 como agente censal os cuento cómo lo hicimos por si tenéis curiosidad.En primer lugar, hay que tener en cuenta que el censo no es el padrón. Para poder empadronarse en un sitio tienes que cumplir una serie de requisitos (por ejemplo, has de llevar una carta que indique tu nombre y tu dirección postal cuando vayas a cambiar tu dirección), mientras que el censo no es exactamente lo mismo y no tiene por qué reflejar la realidad durante todo el periodo de diez años, sino que es más bien una cifra (o un conjunto de cifras) que sirve de referencia con fines estadísticos. Ambos registros en España los lleva el Instituto Nacional de Estadística (INE).En el último censo, en vez de recorrer todas las casas, el INE optó por censar una muestra de aproximadamente el 12% de la población y aprovechar los datos del padrón y de otros registros oficiales. De hecho, es posible que a vuestra casa no haya ido nadie, mientras que en 2001 fue alguien seguramente.¿En qué consisten los datos del censo?Los datos que se recopilan para el censo tienen que ver con conocer los edificios (cuántas plantas tienen, cuánta superficie ocupan las viviendas, cuándo se construyeron, en qué estado se encuentran); las viviendas propiamente dichas (cómo son de grandes, si tienen terraza, si son propiedad de sus inquilinos o están alquiladas) y por supuesto de las personas que las habitan. En 2001 la manera de obtener estos datos era preguntando.A cada agente censal se nos asignaban una serie de manzanas de nuestro barrio (a mí me tocaron cuatro) y se nos daban los impresos que tenían que rellenar, un pack por casa, y que había que llevar en persona. Antes de empezar nos dieron un curso para que supiéramos cómo rellenar esos impresos, ya que había varios códigos, dudas que nos podrían surgir, etc y teníamos una reunión con nuestro coordinador una vez al mes como mínimo. Al coordinador teníamos que llevarle los impresos que fuéramos rellenando y le contábamos las dudas que tuviéramos. Por ejemplo, a mí me tocó censar una pensión y no tenía muy claro cómo hacerlo, ya que sus habitantes eran bastante permanentes pero no estaban exactamente alquilados.El tipo de preguntas que incluían los impresos iban desde ¿en qué año se construyó el edificio? al número de habitantes de la casa, los metros cuadrados que tenía, el nivel de estudios de cada habitante, si trabajaban por cuenta propia o por cuenta ajena, etc. Si tenéis curiosidad, las hojas que usamos aún se pueden descargar en la web del INE.En honor a la verdad, os contaré que sí era posible responder a las preguntas del censo por Internet, ya que en el formulario personalizado venía una clave que te permitía rellenar online tus datos, pero hubo poca gente que lo hizo (de la que censé yo al menos) y además me suena que yo cobraba menos si la casa se censaba online en vez de presentar yo los datos, aunque no estoy segura porque no tengo el contrato a mano.¿Cómo hicimos el censo en 2001?El INE nos dijo que podíamos elegir en qué horario trabajar y que más o menos tendríamos que dedicar unas tres horas diarias. Yo era estudiante en la universidad así que no tenía muchos problemas de horario, aunque prefería las tardes porque solía haber más gente en casa y sus habitantes no estaban tan acelerados como por las mañanas.Para hacer el trabajo, llamaba a la puerta y decía que era agente censal. Había gente que te abría y había gente que no, y bastantes veces me tocó esperar en el portal hasta que alguien se apiadaba de mí. Sé de algún compañero que decía el infalible "cartero" y tenía más éxito. Ir por las casas no tenía mucha complicación, una vez explicabas para qué estabas ahí. Por lo general casi todo el mundo me atendía de mil amores y muchos me ayudaron porque al ser impresos bastante largos se los dejaba para que los rellenaran y pasaba a recogerlos un par de días después. Eso sí, a la mayoría de señoras mayores tuve que ayudarlas porque entre que las casillas eran pequeñas y que les sonaba a chino lo del censo preferían que estuviese delante.Con los inmigrantes había veces que tenía dificultades porque no acababan de creerse que los datos eran para el INE y que no se cruzaban la base de datos con gente de inmigración (o al menos eso me aseguraban) pero una vez se lo explicaba, casi todos colaboraban. ¡Gracias, si me estáis leyendo!En resumidas cuentas, fue un trabajo arduo, en el que empleé sobre todo tardes, noches y algún fin de semana (estos los menos porque la gente se enfadaba si llegabas un sábado y le empezabas a hacer preguntas impertinentes). Estaba bastante bien pagado porque con lo que gané me dio para pagarme bastantes cosas de la Erasmus que hice el año siguiente (si conocéis el percal, en Madrid las becas Erasmus las pagan fatal y es poquísimo dinero). Si tenéis cualquier duda, estaré encantada de contaros más en los comentarios.
Soy consciente de que los temas deportivos no son muy bien vistos en esta santa casa casa, pero eso no me va a hacer renunciar a una buena historia. Hoy os vengo a contar cómo en el Renacimiento el tenis se alzó con la denominación de deporte rey y todo lo que giraba en torno a este juego de raquetas (que al principio no era tal).Su nombre, tenis, nos llega desde el inglés que a su vez toma prestado del francés el grito que se lanzaban los contrincarios, tenez y que ha permanecido hasta hoy en muchos idiomas. Sin embargo al principio de esta historia su nombre era otro.Una investigación somera ya nos desvela que el tenis aparece por primera vez en Francia entre los siglos XII y XIII. Este juego se practicaba sin raqueta y se llamaba jeu de paume, juego de palma porque la pelota se golpeaba directamente con la mano, bien desnuda o con un guante protector. Las normas de este jeu de paume no tenían nada que ver con las actuales pero ya incluían dos campos separados por una línea (aún no se usaban las redes) y dos jugadores o dos equipos a cada lado.Los partidos del jeu de paume se disputaban al aire libre y eran denominados "juego largo": en la calle, en una plaza, en el patio de un palacio o en un prado; y en algunos lugares de Europa aún se practica de forma marginal este tipo de juego. En ocasiones, incluso se jugaba una versión más rudimentaria contra la fachada de una casa como en el frontón.Un juego adictivoA finales del siglo XIV el jeu de paume fue tan popular que las autoridades de París emitieron un bando en el que prohibían a los artesanos practicarlo cualquier día que no fuera domingo. Y en 1485 un concilio prohibió a los religiosos que lo practicaran, “sobre todo en camisa y en público”. Sin embargo, los aristócratas no tenían penalizaciones a la hora de practicarlo y se dedicaron a ello con fruición (es conocida la historia de Felipe el Hermoso que falleció en Burgos después de haber jugado a la pelota y de beber un vaso de agua fría). Fue durante el Renacimiento cuando el juego sufrió los cambios más drásticos y empezó a conocerse como tenis. Uno de los cambios más llamativos fue el uso de la raqueta para practicarlo. A principios del siglo XVI empezaron a fabricarse raquetas con pergamino, pero también con tripa o cuerdas de cáñamo (las más comunes) y se comenzaron a organizar las reglas del juego.Estas normas para jugar son prácticamente las mismas que se usan en la actualidad: los puntos para ganar un juego se contaban por 15, 30, 45, luego se obtenía una “ventaja”, se empataba “a dos”, cada manga tenía seis juegos, etc. Aún no había red pero los campos se separaban por una cuerda de la que pendían campanillas. Si la pelota pasaba por debajo las hacía sonar, pero luego cambiaron esta solución por la conocida red.Con el paso del tiempo también se cambiaron los campos que obligaban a un “juego largo” por locales cerrados que permitían aprovechar mejor el bote de la pelota. En estos locales en los que se practicaba "juego corto" había también una zona para espectadores y se multiplicaron por toda Europa. En Francia se llamaban jeu de paume o tripot (del verbo triper, rebotar), mientras que en la Península Ibérica se las denominaba trinquete. Si os da curiosidad, podéis ver uno en Versalles, donde se firmó el juramento de la Revolución Francesa.Es precisamente en Francia donde se sigue este deporte con más pasión. Dicen que durante los siglos XVI y XVII había, solo en París, 250 pistas, mientras que en Londres en la misma época había solamente catorce. Durante el Renacimiento se escribieron numerosos libros exaltando las bondades de practicar el tenis, diciendo que era bueno para la salud y para el estado de ánimo, pero es que también había una competición encarnizada por ganar al contrario. De hecho hubo episodios de violencia en muchas ocasiones, como cuando Caravaggio mató a su rival en la cancha por una disputa (aunque dicen que no era una disputa deportiva y que tenía más factores). Mientras duraba el partido se hacían apuestas y era común jugar a las cartas o a los dados en la galería de espectadores, lo cual como os imagináis, no estaba muy bien visto entre los guardianes de la virtud. Sin embargo tener un trinquete era un gran negocio, ya que los propietarios de las pistas no solo alquilaban la pista junto con el material, sino que además vendían vino y comida durante y después del partido. A finales del siglo XVII encontramos también el antecesor del bádminton, el jeu de volant. Para practicarlo se usaban raquetas ligeras y la pelota era una semiesfera de corcho con plumas sujetas a ella por una correa de cuero. Era un juego menos agresivo que el tenis y conquistó a las damas, que lo prefirieron al de la pelota.A partir del siglo XVIII el tenis jugado en salas cerradas empezó a decaer en toda Europa (salvo en el Reino Unido donde se sigue practicado bajo el nombre de real tennis) y tenemos que esperar a 1874 cuando aparece el primer reglamento del tenis moderno por obra del galés Walter Clopton Wingfield. La clase aristocrática abrazó esta reinterpretación del tenis y de hecho fue uno de los deportes elegidos para formar parte de los primeros Juegos Olímpicos modernos. La foto inicial del artículo la he sacado de Wikipedia.
Hace unos años, la erupción del volcán Eyjafjallajökull dejó a Europa sin tráfico aéreo. La ceniza volcánica que arrojó a la atmósfera dejó a muchos pasajeros en tierra, sobre todo los que tenían que atravesar el Norte de nuestro continente. Pues bien, ese no ha sido el volcán más mortífero de la historia, pero es posible que en el top 3 se encuentre el Laki, del que os hablaré hoy. El volcán Laki no es exactamente un volcán, sino una fisura volcánica está en Islandia y entró en erupción el 8 de junio de 1783 durante ocho meses y cambió el clima europeo durante los años sucesivos.La erupción tuvo su origen en el sistema volcánico de Grimsvötn, en la fisura de Laki que ha sido la que se ha hecho famosa tras el incidente. La actividad volcánica no cesó hasta febrero del año siguiente, y sus efusiones basálticas arrasaron una amplia zona de la costa suroriental de Islandia.Los gases tóxicos que emanaban del volcán provocaron la muerte de la quinta parte de la población islandesa, cerca de 10.000 personas y al 80% de las ovejas. Las poblaciones de vacas y los caballos se redujeron a menos de la mitad y los cultivos de aquel año no lograron salir adelante. La muerte sobrevenía al mezclarse el dióxido de sulfuro de la nube con el vapor de agua en los pulmones de las víctimas, que no podían explicarse el fenómeno.Para los supervivientes el espectáculo era estremecedor, ya que veían el cielo cubierto de humo y el suelo cubierto de ceniza, según documenta una crónica escrita en Copenhague y publicada en octubre de 1783 en Cuando empezó a publicarse el BOE todavía gobernaban los Austrias
Lo mismo es que soy un poco gafotas, pero os confesaré que cuando me leí El Quijote me gustó un montón. No voy a andar con paños calientes: me fascinó la historia de este señor que piensa que vive dentro de un libro y se lanza a vivir como un caballero andante en un tiempo en el que este tipo de profesión ya estaba en desuso y solo aparecía en las novelas. He estado investigando cómo vivían de verdad los caballeros andantes y os voy a contar lo que he averiguado.Aunque a Alonso Quijano le dicen que los caballeros andantes son cosas de novelas y de historias, sí que hubo bastantes a lo largo de toda la Edad Media. El género de caballería explotó sobre todo en los siglos XIV, XV y XVI, aunque esta figura es anterior. Por ejemplo, eran caballeros andantes los mercenarios que acudían a combatir contra los infieles en Tierra Santa, en el sur de Italia y muchos de los que participaron en la Reconquista en España. Incluido Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, al que desposeyeron de sus tierras y se vio obligado a poner su espada al servicio del mejor postor. Era habitual que los hijos segundones que no querían seguir una carrera eclesiástica optaran por este camino y rondaban por cortes y castillos ofreciendo sus servicios militares. Si no había una guerra en marcha en aquellas tierras, se exhibían en torneos en busca de una dama noble casadera que se fijara en ellos y que los sacara de su vida errante. Los reyes se preciaban de tener buenos caballeros andantes entre sus súbditos y no era infrecuente que si uno le prestaba buen servicio fuera recompensado con tierras en las que podían ejercer el derecho de ser sus señores feudales. De este modo, el caballero que había nacido segundón podía aspirar a volver a engrosar las filas de la nobleza de la que salió.La influencia de las novelas en los caballeros andantesNo solo las novelas de caballería influyeron en los caballeros andantes, sino que los cantares de gesta hicieron su parte de trabajo encumbrando una figura que se prestaba mucho a ser ensalzada. Los propios caballeros andantes eran grandes consumidores de este tipo de ficción. Y aunque sabían que había hazañas inalcanzables (sobre todo por la aparición de la magia o de elementos fantásticos) muchos de ellos intentaron emular a los héroes de los libros.Al igual que en las novelas de caballerías (y en el Quijote por supuesto) los caballeros solían prometer a una dama que iban a cumplir alguna hazaña y volver triunfadores (para casarse con ella) y lucían sobre su cuerpo una “señal” o “empresa” como símbolo de su amor. Esta señal podía ser algo discreto como una argolla en el cuello o un puñal oculto, pero también había votos más extravagantes como no comer, no dormir, mantener un ojo cerrado o llevar preso a tu escudero y solo se podían liberar del voto si cumplían un requisito, que podía ser acabar con un número determinado de caballeros, romper ciertas lanzas, o combatir en lo sucesivo de una determinada manera. Estas luchas podían ser en un torneo, en una justa o en lo que se denominaba “paso de armas” en campo abierto.Los torneos se diferenciaban de las justas porque en los primeros participaban grupos de caballeros. Las justas eran peleas de uno contra uno y en ambos los caballeros se jugaban la vida, y la perdían de vez en cuando. Estos ejercicios eran indispensables para mantenerse entrenados en tiempos de paz y se convertían en una especie de violentas competiciones deportivas a las que acudía todo el mundo.Los “pasos de armas” consistían en que el caballero se apostaba en un lugar de paso, que podía ser la puerta de una ciudad, un cruce de caminos, un puente, y se batía con todos aquellos que intentaran pasar por donde estaba defendiendo. El caballero debía indicar previamente en un cartel cuánto tiempo duraría el paso de armas y cuántas lanzas tendría que romper para vencer y las reglas que había que cumplir durante el combate (romper una lanza era derribar al otro del caballo o hacerle sangre).El caballero que defendía el paso era el “mantenedor” y sus adversarios se llamaban “aventureros”. Un jurado, compuesto por caballeros neutrales, heraldos u otras figuras aprobadas por el rey vigilaban el desarrollo del combate y un notario daba fe por escrito de lo que sucedía.El paso de armas más famoso de España tuvo lugar en 1434, cuando el caballero Suero de Quiñones se apostó sobre un puente en el río Órbigo (provincia de León) para desafiar a todas las personas que fueran a intentar cruzar el puente. Se puso como objetivo romper 300 lanzas para librarse de la argolla que llevaba al cuello en memoria de su amada, Leonor de Tovar. El rey, que apoyaba al caballero, hizo correr la voz por todo el reino y muchos acudieron a su llamada.Suero de Quiñones pasó dos meses combatiendo con los que le hacían frente, hasta que tuvo que retirarse por una herida sufrida. Los jueces consideraron que había combatido con valentía y le liberaron de su argolla, pese a que solo había roto 177 lanzas de las 300 prometidas. Si os interesa, hay mucha documentación sobre el tema, ya que fue narrado exhaustivamente por el notario Pedro Rodríguez de Tena.Si queréis profundizar, además de los artículos que os he enlazado en el texto, me ha gustado mucho este artículo sobre la violencia medieval.
Dicen que el tamaño del pene no importa, pero parece ser que en el caso de los patos sí que tiene cierta relevancia. Al menos eso es lo que se deduce de un estudio publicado recientemente en The Auk: Ornitohological Advances, en el que se demuestra cómo el miembro de los patos que deben competir por la hembra con un mayor número de machos crece mucho más que el de aquellos que no compiten.
El coche empezaba a hacerse común y en París, en 1909, se celebró por primera vez una Convención Internacional sobre la Circulación con Automóviles. En este documento, firmado por varias naciones europeas como Francia, Italia, España o Gran Bretaña y sus colonias, se establecen las primeras señales de tráfico comunes, para facilitar los viajes internacionales de los conductores.
Los carteles con Melania Trump y el lema "Imagínense hasta dónde puede ir con un poco de inglés" han sido retirados de la capital croata después de que su abogado amenazó con una acción legal. Las vallas publicitarias formaban parte de una campaña de marketing de una escuela de idiomas privada en Zagreb, que intentó convencer a los croatas para que aprendieran inglés recordándoles la experiencia personal de la primera dama nacida en Eslovenia.
Cuando estudiaba periodismo, nos contaban una teoría ya obsoleta según la cual cuando alguien veía, oía o leía algo en un medio de comunicación lo creía y actuaba en consecuencia. Hoy sabemos que la manera en la que configuramos nuestras opiniones y cómo percibimos la realidad depende de un montón más de factores, no solo los medios de comunicación, pero sí que es cierto que controlar a los medios supone controlar parte de la opinión pública, y por eso es tan goloso para ciertas ideologías poder aprobar lo que se dice y no sobre ellos. El franquismo lo supo ver de inmediato, y su primera Ley de (censura de) Prensa data de 1938.Esta ley, que podéis leer completa en el BOE, ya indicaba que no se podía dejar al periodismo al margen del Estado y que la prensa debía “transmitir al Estado las voces de la Nación y comunicar a ésta las órdenes y directrices del Estado y de su Gobierno”. La ley, redactada por José Antonio Giménez-Arnau, no tiene desperdicio y arremete contra la “libertad entendida al estilo democrático” ocasionada por los “lectores envenenados por una prensa sectaria y antinacional”.En ella se crea el Servicio Nacional de Prensa con delegaciones en cada provincia y que respondía directamente ante el ministerio de Interior, que en aquel momento encabezaba Ramón Serrano Suñer. Además obligaba a todos los periodistas que quisieran ejercer a estar inscritos en el Registro Oficial de Periodistas, del que el Gobierno elegía a los directores de los periódicos.El Registro Oficial de Periodistas no solo controlaba a las personas que podían ejercer la profesión, sino que también escudriñaba su vida privada. Y si ésta no iba acorde con lo que el régimen esperaba de ellos podían ser cesados en el registro y por lo tanto se les prohibía ejercer la profesión.La figura del censorEn la ley de prensa del año 38 no se hacen alusiones directas a la figura del censor que luego se instauró, aunque establece de facto la censura previa en todas las publicaciones. Un censor era una persona, pagada por el ministerio, que tenía que leerse cada publicación de cabo a rabo e indicaba si había alguna parte que no cumpliera con la ley de Prensa.Ha habido censores que se avergonzaban de serlo, como Camilo José Cela y otros que se sentían orgullosos, porque además estaba bien pagado. Sus herramientas de trabajo, además de bolígrafos, podían ser tijeras y su labor consistía en apoyar al régimen de Franco en todos los mensajes que se lanzaran desde periódicos y revistas.En estas publicaciones había una figura muy icónica, la del ilustrador, que se dedicaba a retocar las imágenes (dibujos o fotografías) hasta que cumplían con los requisitos del franquismo. Casi siempre estos requisitos tenían que ver con el cuerpo femenino aunque no exclusivamente.Tipos de censura
Podríamos decir que había tres tipos de censura: la moral, la religiosa y la política y que todas ellas estaban encaminadas a ensalzar los valores del régimen franquista. La censura moral se refería sobre todo a temas que tenían que ver con el sexo. Aquí podríamos englobar las disminuciones de busto que sufrían algunas actrices o el hecho de tener que subir los escotes para no escandalizar a los lectores.A nivel moral, también se daba la circunstancia de que había términos que estaban prohibidos utilizar en cualquier caso, como “braga”, “muslo”, “liga” o “ingle”. A los censores les gustaba más utilizar palabras como “corsetería” o “ropa interior”.Evidentemente, también había una censura religiosa, y es que según fue imponiéndose el régimen de Franco se prohibieron todas las religiones que no fueran la católica. Los judíos emigraron y los protestantes pasaron en su mayoría a la clandestinidad.Otro efecto colateral de la censura religiosa fue que la palabra “carnaval” fue evitada (aunque no prohibida del todo, por lo que he podido averiguar). En su lugar se usaba una que sugería menos desenfreno, como “carnestolendas”. Por último, existía la censura política, destinada a encumbrar al régimen franquista mientras denostaba a los republicanos y más adelante a los comunistas. Tal es así, que en las circulares que se enviaban a los periódicos se recomendaba “limitar” las victorias rusas al final de la Segunda Guerra Mundial pero “ensalzar” las victorias americanas y británicas contra los nazis.Consecuencias de la ley de prensa de 1938Como consecuencia de la Ley de Prensa de 1938, todos los periódicos y revistas pasan a depender del Estado, tanto para el nombramiento de sus periodistas como para el número de páginas que contenían (aquí decían que era un tema de escasez de papel), la frecuencia de publicación y su contenido. Además, Franco se arrogaba la potestad de incluir noticias, anuncios o textos que se consideraran pertinentes y de eliminar los que el Estado considerara irrelevantes.Por lo tanto, desde que comenzó a aplicarse esta ley desapareció el derecho a la información de los lectores de periódicos y revistas. Estos obtenían una visión parcial de la realidad, que siempre pasaba por el filtro del franquismo (pasatiempos incluidos) y a los periodistas les quedaban pocos resquicios para informar con veracidad acerca de ciertos temas.Si os interesa la censura, otro día os cuento cómo cambió la película (poco, esto es cierto) cuando cambiaron la ley del 38 por la del 66, en la que dejaron de existir los censores y se pasó a la censura a posteriori. Y también si queréis profundizar, me ha servido mucho este libro de Justino Sinova bastante bien documentado.La ilustración del anuncio censurado la he encontrado en el blog España Negra.
Un fantasma recorre España: el fantasma de las ferias medievales que llenan pueblos y ciudades con sus puestos de madera, sus vendedores vestidos de monjes, caballeros o campesinos, su paja en el suelo y sus mercancías que van desde juguetes de madera, frutos secos garrapiñados y algún pan que dice ser artesanal. Hoy quería que me acompañarais a un mercado medieval de verdad para comprobar cuánto hay de real en lo que en pleno 2017 nos venden como tal.Si nos metieran en una máquina del tiempo y aterrizáramos en un mercado medieval del siglo XIII, lo primero que nos llamaría la atención sería el mal olor. En la Edad Media no solo no había manera de conservar fresca la mercancía cruda (más allá de llevar vivos los animales hasta la venta) sino que tampoco las calles donde se ubicaban las tiendas eran un dechado de higiene y salubridad.Una vez recuperados de la impresión olfativa, no podríamos dejar de notar los gritos de todos los comerciantes intentando “colocar” sus productos. En el poema de Guillaume de Villeneuve “Los gritos de París” se recogen algunos de los más llamativos del siglo XIII en dicha ciudad, como “tengo buenos quesos de Champagne y de Brie”, “pescado de Bondy”, “pasteles calientes, tartas calientes, ¿quién quiere” o “anguilas a buen precio”. A los gritos de comerciantes había que sumar las voces de los músicos y actores que han acudido a él y reclaman la atención de los transeúntes y por supuesto de los mendigos.Villeneuve se lamentaba en el poema de que se arruinaría si comprara una muestra de cada y que no podía dejar de gastar, como buen comprador compulsivo que era. En una ciudad como podía ser París en aquella época, las ocasiones de comprar eran numerosas, ya que había tiendas permanentes y comerciantes especializados a los que acudir en caso de necesidad. A esta oferta se sumaban los vendedores ambulantes que recorrían sus calles y por supuesto las ferias y mercados periódicos en los que sus habitantes y los de los pueblos cercanos podían adquirir lo que necesitaran.En pueblos más pequeños, sin embargo, las ventas se veían limitadas a mercados semanales, casi siempre de productos locales, en los que los campesinos podían comprar o intercambiar artículos de primera necesidad. Si tenían que adquirir algo más especializado o importado no les quedaba más remedio que acudir a una ciudad o esperar a que el vendedor ambulante pasara por su zona. Qué se podía comprar en un mercado medievalEl “catálogo” de mercancías que se podían comprar en un mercado medieval era bastante variado, y pasaba desde alimentos como carne, pescado, frutas o verduras sin olvidar materiales como pieles o telas y objetos más elaborados como cerámicas, artículos de hierro o utensilios. Como hemos dicho, en estos mercados (pero sobre todo en las ferias) se podía vender género vivo, como gallinas, ovejas o vacas que luego eran destinadas para la ganadería o para la cocina. Los precios más altos solían corresponder con los artículos importados como aceite, vino, sedas, lanas finas, perfumes o especias.Las autoridades municipales velaban por que la calidad de los productos que se vendían fuera buena (dentro de sus posibilidades) y en ciudades alejadas de la costa como París exigían que el pescado fresco que no se hubiera vendido en una jornada fuera desechado para evitar problemas. Los pescaderos solían, en esos casos, cortar a trozos el género que les quedara y lo echaban al río a pedazos para evitar que nadie los recuperara.Los gremios especializados se aglutinaban en ciertas calles, de las que en muchas ocasiones nos ha quedado el nombre en el callejero y podían vender sus productos directamente en sus talleres. Esto sucedía con carpinteros, orfebres y sastres que tenían sus productos junto al lugar de trabajo.Los primeros gremios que separaron los almacenes de la zona de tienda, por motivos de higiene, fueron los carniceros y pescaderos. Sus casas se dividían en dos plantas, en la que una funcionaba como almacén, casa o taller y la otra era de venta al público y pronto este modelo fue tomado como ejemplo para las tiendas medievales. En ocasiones la planta superior tenía una trampilla por la que el vendedor se podía asomar si escuchaba las campanillas de que alguien había entrado a la tienda. Los mercados estables medievalesAdemás de tiendas como las que hemos visto, en las ciudades solía haber mercados permanentes, que se situaban en lugares céntricos como el ayuntamiento o la iglesia, pero también en las afueras si crecía mucho el número de puestos. Como el tiempo no siempre acompañaba, pronto los gobernantes comenzaron a crear recintos techados para resguardar los puestos. Primero los construyeron con madera pero después de piedra, como fue el caso de Les Halles de París o The Stocks en Londres. En España tenemos algunos ejemplos algo más tardíos como la Lonja de Palma de Mallorca, la de Zaragoza o la lonja de la seda en Valencia.Estos mercados combinaban puestos fijos y otros temporales y eran un lugar de encuentro y circulación de noticias para la ciudad. Dentro de ellos había incluso puestos de “comida rápida” como guisos, dulces o carnes cocinadas pero también tabernas y lugares donde los comerciantes podían dormir si así lo querían. Como los mercados eran los lugares de reunión más comunes en aquellos años (aparte de las iglesias) era muy común que los actores, músicos y titiriteros eligieran sus alrededores para instalar sus carromatos y para deleitar a la audiencia con sus representaciones. Era una buena oportunidad para reunir a muchos espectadores y ya tenían a mano su dinero para pagar por el espectáculo.Para completar la foto de cómo se vendían mercancías en la Edad Media, no podemos dejar de mencionar las grandes ferias que se celebraban periódicamente en las ciudades. En París en el siglo XIII existían tres: la de Champeaux, la de Saint Germain y la de Lendit, que duraba catorce días en junio y era la más famosa de todas. En ellas, el rey obligaba a todos los mercaderes parisinos a participar.Esto era un negocio redondo porque, para participar en la feria, tenían que pagar una cantidad para ocupar ese espacio. Además debían pagar al rey su parte de impuestos y además, si venías de fuera, era posible que tuvieras que pagar algunas monedas extra para poder entrar en la ciudad.Normas en los mercados medievalesYa hemos visto algunas de las normas que atañían a los mercaderes medievales, pero cada ciudad tenía las suyas, que solían ser entre 40 y 70. Una muy común era que cada comerciante era responsable de mantener limpia el área frente a su puesto, o que no se podían dejar tener caballos atados en el mercado (sueltos tampoco, pero a nadie se le ocurría dejar un caballo suelto).La picaresca era bastante común en esta época pese a las normas, y los comerciantes podían mojar sus existencias de pimienta para que pesaran más, a la par que conseguían que se pudriera con más rapidez. Hay registros de panaderos que cocinaban sus panes con piedras dentro para llegar al peso legal, ya que el precio solía estar dictado por el gobierno. Y también era bastante común recibir quejas porque la carne vendida está podrida, porque el vino que venden ya se ha avinagrado o porque el pan está mohoso.Si pillaban a un comerciante en una de estas malas prácticas (y no le caía especialmente bien a las autoridades) lo normal es que acabara en la picota, donde los asistentes al mercado podían tirarle barro, basura o comida podrida. Las autoridades prohibían expresamente que les lanzaran piedras u objetos punzantes.Si os interesa el tema, me ha gustado mucho leer este artículo mientras me documentaba. Y el libro de Robert Fossier sobre la gente de la Edad Media es muy interesante, aunque demasiado centrado en París.La foto inicial es el Buen Gobierno de Lorenzetti.
La entrada que publiqué la semana pasada sobre la jornada laboral española suscitó un comentario muy pertinente de Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide. El profesor Hidalgo, y después otros, señaló que sería oportuno desglosar la duración de la jornada laboral entre trabajadores a tiempo completo y trabajadores a tiempo parcial.
Cuando estudias en el instituto la historia de la Ilustración, los profesores suelen convenir que para que este movimiento se pusiera en marcha, tuvo mucha importancia la Enciclopedia en la que Diderot y D’Alembert reunieron los saberes de la época. Esta colección de libros, que se publicaron entre 1751 y 1772, encarnó los máximos ideales del siglo XVIII: la fe en la razón y en la difusión del conocimiento, con una ideología laicista, pragmática y materialista.Aunque en aquella época había más diccionarios enciclopédicos, es la de Diderot y D’Alembert la recopilación que tuvo más recorrido, que llamó la atención de intelectuales de la época como Voltaire que ensalzó su tarea tan solo un año después de la publicación del primer tomo. Sin embargo, pronto empezaron a escucharse voces en contra de los libros, y sobre todo de artículos en concreto.Por ejemplo, en el artículo en el que se hablaba de Ginebra, D’Alembert señalaba que era una capital intelectual sin teatros y que toda actividad teatral era perseguida allí. Rousseau se tomó el artículo como algo personal y escribió su famosa “Carta sobre los espectáculos” en la que señalaba que el teatro corrompía las buenas costumbres porque presentaba de manera lúdica las pasiones y los vicios. El enciclopedista, que no quería meterse en polémicas, dio un paso atrás y se quedó al mando solamente de la sección de matemáticas para no volver a tener confrontaciones.El estamento clerical tampoco acogió los apuntes religiosos de buen grado, y el padre jesuita Berthier atacó la Enciclopedia desde el principio, pese a que Diderot intentaba calmar sus ánimos con cartas explicativas. De hecho, los jesuitas amenazaron varias veces al editor de los libros con iniciar una campaña contra él si no les dejaban controlar al menos los artículos que hablaban de religión y de hecho lograron prohibir su publicación en 1752 hasta que la intervención de Madame Pompadour, amante del rey, les otorgó su protección y pudieron seguir con su trabajo.Los cacouacsEn 1757 comenzaron a aparecer artículos en el Mercure de France sobre una tribu salvaje recién descubierta que recibía el nombre cacouacs, cuyos miembros eran unos bárbaros irredentos. Los artículos fueron seguidos por varios libros de Nicolas Moreau y del abad de Sain Cyr, confesor del Delfín. La palabra cacouac proviene del griego kakos y del francés couac, y ambos términos significan malvado. Con él se refería a los filósofos, que eran como querían ser llamados los enciclopedistas, y se explicaba que el país de esta tribu se hallaba cerca de los 48 grados de latitud Norte, o sea, la misma que París.Tanto en los artículos como en los dos libros que se publicaron sobre el tema de los cacouacs se indicaba que estos indígenas eran apátridas y que no creían en la verdad absoluta. Esta tribu estaba formada por individuos muy belicosos que no reconocían ninguna autoridad y su principal arma era la fuerza de la palabra. Aunque en las páginas de Moreau no se menciona a la Enciclopedia de manera explícita, sí que queda claro el mensaje al leer sus palabras. El libro de la “Historia de los cacouacs” trata sobre un joven que cae en manos de esta tribu, que intenta adoctrinarle con sus ideas mediante libros y discursos.Al libro de “Historia de los cacouacs” de Moreau le sigue otro titulado “Catecismo de decisiones en problemas de conciencia para el uso de cacouacs” firmado por el abad Giry de Saint Cyr y que está trufado de citas de Diderot, La Mettrie y otros autores junto con artículos de la Enciclopedia. En esta obra, el abad va repasando las ideas de los cacouacs sobre materias teológicas y cómo se debe catequizar a los salvajes.El término cacouac caló en la sociedad y se usó como término para designar a los editores de la Enciclopedia de manera peyorativa, y se consideraba a Voltaire como el “patriarca de los cacouacs”. Si queréis leer más sobre esta polémica, en este libro hay bastante información y claro, siempre podéis buscar los libros sobre cacouacs aunque no estoy segura de que la sátira dieciochesca siga funcionando igual de bien ahora.
“Princesa iraní Qajair. Tuvo 145 pretendientes de la alta nobleza y 13 de ellos se quitaron la vida a su rechazo [sic], Se consideraba el símbolo de la perfección y la belleza. Primera imagen: sin afeitar. Segunda imagen: recién afeitada”. Posiblemente te has topado últimamente con este meme en tu muro de Facebook. La fuente en castellano es la página mexicana Está en la Historia, donde ha sido compartido más de 90.000 veces desde el pasado 7 de septiembre, aunque la versión en inglés, con el mismo texto, lleva un rato circulando por las redes.
Ese pequeño aparato en manos de Steve Jobs sobre el escenario de la MacWorld de 2009 cambió la forma en la que el mundo se comunica, o al menos está ayudando mucho a que así sea. Más de 1.200 millones de teléfonos tienen la culpa de que la década más gloriosa de Apple esté ligada a un dispositivo móvil, no a un ordenador, o a un sistema operativo.
Si hay una serie neoyorquina por excelencia, esa es Friends, la serie sobre las vidas de seis amigos en la ciudad de Nueva York. Y eso a pesar de que en realidad se rodase en el otro extremo del país, en los estudios Warner Brothers de Los Ángeles, California. Durante la historia de Friends, entre 1994 y 2004, sucedió el atentado más grave de la historia de Nueva York: el ataque a las torres gemelas en 2001. Para una serie tan neoyorquina y además una comedia, es difícil de encajar un suceso así.
Su escudo representa dos caballeros a lomo del mismo caballo, como símbolo de pobreza, y en el imaginario colectivo la Orden del Temple la constituían unos formidables guerreros-monjes que hacían y deshacían a su antojo durante la Edad Media. Hoy quiero ir algo más allá de la típica historia de los monjes que con sus espadas defendían a los peregrinos que iban a Tierra Santa y profundizar en su faceta de banqueros.El origen de los templarios lo tenemos hacia 1118 o 1119 cuando Hugo de Payns se ofrece al rey Balduino II de Jerusalén para defender a los caballeros que volvían a Europa procedentes de la Primera Cruzada. La del Temple no era la única orden destinada a este fin, pero sí fue la orden que tuvo más éxito con el correr de los años, y durante dos siglos acapararon bastante poder.Los monjes templarios se distinguían por su piedad, por su honestidad y por su valor, y muy pronto crecieron las vocaciones, lo que provocó el ingreso de numerosos aristócratas en sus filas. También creció su fama de honestidad y eficiencia, lo que hizo que muchos nobles les dejaran herencias y depósitos financieros para que los custodiaran y gestionaran.El dinero que ganaban los templarios lo empleaban en defender y ayudar a los peregrinos a Tierra Santa, que al volver a sus casas quedaban tan agradecidos que a su vez donaban dinero y tierras a la orden, que acumuló grandes riquezas muy rápidamente, pese a que tenían voto de pobreza. La explicación a esto está en que no aspiraban a la pobreza material, sino a ser “pobres en Cristo”, o sea enfocar toda su vida al cristianismo. De hecho, la finalidad última de la orden era acumular dinero y tierras para poder ayudar mejor a luchar en Tierra Santa y no estaban autorizados a quedarse con nada de sus ganancias.Este enfoque total a la defensa de los cruzados conllevaba que aquellos que se apropiaban de dinero o de objetos de la Orden sufrieran muy graves castigos. Un templario no podía poseer más de cuatro denarios y cualquier cifra de dinero que superara esta cantidad (que era bastante exigua para la época) se consideraba hurto. Para los monjes, esta disciplina férrea acarreó una reputación de honestidad intachable y atrajo la confianza de las grandes fortunas y de los reyes de que su dinero estaba a salvo. Y si a esto le añadimos que no solo guardaban el dinero sino que conseguían aumentar el depósito gracias a inversiones, es la clave del éxito de estos caballeros-banqueros.Las letras de cambio templariasUna manera de ayudar a los peregrinos y guerreros era monetariamente, claro está. Y esto no siempre se hacía gratuitamente, ya que era bastante habitual que un guerrero que partiera para Tierra Santa depositara en la encomienda templaria más cercana el dinero que pensaba que iba a necesitar para la hazaña, y de este modo se ahorraba tener que ir cargando con el oro por media Europa.A cambio del depósito, los templarios le daban una especie de “letra de cambio” con una codificación especial que podían mostrar en otras casas de la Orden para que le fueran dando su dinero a lo largo de la ruta o al final de la misma. Cuando el cambiarius o cambista veía el documento, le daba el dinero y así no arriesgaba su fortuna en caso de robo, naufragio o pelea.Las encomiendas templarias funcionaban como auténticos bancos que ofrecían cuentas corrientes a los clientes que tenían repartidos por todo el continente. Los reyes aprovecharon este servicio para hacer transferencias de dinero entre Francia e Inglaterra, pero también hacia Tierra Santa cuando necesitaban dinero en metálico para ayudar a las tropas.Precursores de los créditos personalesConforme iban acumulando riqueza, comenzó a ser frecuente que los monjes hicieran préstamos personales, como por ejemplo a comerciantes y reyes para pagar grandes gastos, como un rescate o una dote (cosa que sucedió con la dote de Berenguela, hija de Alfonso X, que debía aportar 30.000 marcos de plata si quería casarse con el rey de Francia). Los templarios eran unos cobradores inmisericordes y si no se devolvía el préstamo a tiempo se imponían multas o se podían perder los bienes que habían dejado en prenda. Una de las personas que se demoró en el pago fue el rey Felipe IV de Francia (alias el Hermoso) que acabó convenciendo al Papa para que disolviera la orden y así no tener que devolver el crédito.Para pedir un préstamo era habitual que los monjes solicitaran algún tipo de garantía que podía ser una joya o un tesoro. En Francia, cuando se disuelve la orden aparecen en el inventario de los templarios todo tipo de artículos, desde vajillas de gran valor, reliquias e incluso ropa femenina de seda.La caja de seguridad templariaAdemás de dinero, los templarios tenían en sus arcas valiosos tesoros, y no siempre eran objetos empeñados a cambio de dinero. Sabedores de su eficacia y honestidad, los reyes y los nobles confiaban en la Orden del Temple para poner a salvo sus bienes más preciados. Juan Sin Tierra depositó entre 1204 y 1205 las joyas de la corona inglesa.En otra ocasión, otro rey inglés, Enrique III, envió las joyas de la corona a la reina Margarita para que las guardara en el Temple de París y así mantenerlas a salvo de una revuelta de barones que se estaba fraguando en Londres. Los templarios también podían ser depositarios de importantes documentos, como tratados, herencias o títulos de propiedad, con la seguridad de que no caerían en las manos erróneas.Ni su honestidad ni su gran poder económico lograron detener la debacle de la orden, y cuando el rey Felipe IV de Francia convenció al papa de que los templarios no eran honestos y que eran un peligro para el poder papal, este decidió disolverla. Por cierto, todos los bienes de la Orden del Temple pasaron a la corona francesa.La foto as usual es de Wikipedia, y si queréis leer más, me ha parecido muy interesante el libro de José Luis Corral "Breve historia de la Orden del Temple".
Ya lo dijo Miss Panamá en un discurso incontestable: “Confucio fue uno de los inventores de la confusión”. Tiene todo el sentido que, presas de la confusión, los seguidores de este “chino-japonés” se hagan la picha un lío con los referentes culturales de Occidente, origen y mercado de las baratijas que inundan nuestros bazares y mercadillos.