La media sonrisa de la Gioconda madrileña

La obscenidad ética de la campaña de Ayuso es tan escandalosa como eficaz. Aferrados todos los países durante meses a la única herramienta disponible (las restricciones , los confinamientos) hasta que nos llegaran las vacunas, obligados por una terrible acontecimiento sobrevenido a la suspensión temporal de derechos, el eslogan de las banderolas del PP de Madrid, en la otra cara de la foto de Ayuso, es precisamente , intencionadamente, concienzudamente, el de “Libertad”, que es como exigir el derecho a un cocido madrileño para un operado de cáncer de estómago en postoperatorio, o reivindicar una copa de coñac añejo a un cirrótico recién trasplantado.

  

Que un partido que se proclama de estado, “constitucionalista”, un parapeto frente a las peligrosas alternativas políticas que representan los demás se permita utilizar los costes secundarios e inevitables de las únicas medidas que han impedido la multiplicación geométrica de las muertes durante los meses pasados es de un cinismo majestuoso, monumental. Un rasgo, este, el cinismo, que es la marca distintiva de las derecha, tal como ya comenté aquí -> www.meneame.net/m/Artículos/bribones-simples-uno-parte-bribon ;

Pero abandonen toda esperanza, esta desvergüenza les va a funcionar. El viejo Freud hablaba de que en la psique humana pugnan siempre dos fuerzas inmortales , el principio del placer y el de realidad. A medida de que el ser humano crece y madura el primero se ve obligado a ceder terreno ante el segundo, pero el principio del placer nunca muere ni se rinde, siempre se abre paso desde el inconsciente en los momentos de goce, de intoxicación o de sueño. La campaña de Ayuso parece infantil y primaria, y es eficaz, precisamente porque alude al principio del placer (libertad y sus manifestaciones concretas, cotidianas, diarias), mientras que, precisamente, la campaña de Gabilondo, del profesor de metafísica con su sosa llamada a la moderación, con su desangelada invocación a lo abstracto, a la razón y al diálogo nos invoca el fastidioso principio de realidad, el control emocional y a la madurez, y por eso ( y por la ausencia de sustancia vital en el candidato) evidentemente será un fracaso. El principio de realidad es el que nos obliga a levantarnos cuando suena el despertador, el que , por responsabilidad nos hace leer la letra pequeña de un farragoso contrato.

 Ayuso no nos va a molestar enviándonos a casa un contrato, ( un programa electoral es un un remedo de contrato entre el elector y el elegido, en la vieja teoría política, esa ya tan obsoleta) por eso su propaganda electoral está en blanco en el reverso. No nos hace ninguna promesa, en el anverso es sólo su rostro, ella nos lo dice con su mirada ligeramente estrábica, un poco estupefacta de estar donde está , como yendose, con esa media sonrisa que parece entre avergonzada y chulesca. Como si la libertad a la que hemos renunciado en un acto de responsabilidad nos hubiera sido arrebatada por una decisión arbitraria. Ayuso no se confiesa negacionista pero se rentabiliza la frustración negacionista, sin pagar el precio de convertirse en un estúpido negacionista confeso.

 La elección de Ayuso, la ingenua, la torpe, la mujercita simple y llana como careta, máscara de estas maniobras de descarnado cálculo es otra genialidad de la campaña derechista. 

¿Qué mejor forma de tapar el cinismo que con un rostro que parece tan transparente que trasluce tanta simpleza? ¿hay alguna maniobra política desde la izquierda que pueda rivalizar con tamaña osadía, con tanto calculado desempacho? Es evidente que no, la izquierda suele ser demasiado timorata, demasiado ingenua como para jugar tan fuerte. y las consecuencias las veremos mañana.