Hace poco, el mes pasado… No, en junio, tuve que escribir una escena complicada por muchas razones que ahora no vienen al caso.
Intentaba explicarle a uno de los productores que la escena debía ser contada, narrada desde la óptica del personaje (llamémosle Hache), un señor que adoraba el capitalismo en su pequeña zapatería de ciudad de tamaño medio. Pero que odiaba a muerte que otro empresario hubiera montado otra zapatería dos portales más allá del suyo, mostrando en la historia que el personaje no era capitalista de verdad, donde la competencia liberal es el alma (o una de las almas) del sistema. Acudí con citas sobre capitalismo clásico, citas sobre la competencia y el libre mercado y un largo etcétera para convencerlo de que la escena estaba bien y que conectaría con el público, haciéndoles caer en la cuenta de que ese zapatero (usé la broma) era un capitalista de alpargatas. El productor me miró con esa cara que ponen cuando te van a leer la biblia (la de la b mayúscula, la de los productores, no la de nuestro trabajo, que es con b minúscula) y comenzó a recitar “Productutis 6:21-22”.
“¿Sabes lo que mueve el mundo? La envidia. El capitalismo no es más que una forma de envidia. Yo no soporto, no puedo soportar que el productor Zeta tenga casoplón en Ibiza, y él no soporta que yo sea más guapo que él. Él busca su consuelo, ya sabemos cómo, y yo busco el mío intentando comprar en Canarias una casa más grande que la suya y con un yate mayor que el suyo. Por eso esa escena no le va a funcionar a la serie, un (taco malsonante) zapatero capitalista, venga, hay que rehacer todo eso. Que Hache tenga de amante a la mujer de la otra tienda de zapatería.”
Nunca dejan de sorprenderme y mira que llevo años, muchos, lidiando con ellos.