El deterioro de Francia

Como no tengo más intereses en Francia que el turismo y la simple curiosidad, aprovecho el regreso de vacaciones para contaros mis impresiones sobre el país norteño vecino, que llevo visitando, por unas razones u otras, desde hace 36 años.

La cuestión es que si me diese por comparar fotografías de distintas ciudades, el deterioro de estos años para acá es evidente. Y no me refiero sólo a París, que intentan mantener un poco aseada, aunque sólo consigan a medias, y a cachos, me refiero a Montpellier, Burdeos, Angulema, Nimes, Lyon y Clermont Ferrand, por citar ejemplos concretos, aunque se trate de una selección.

Nunca como este año había visto comercios cerrados, farolas que no funcionan, calles sin barrer, basura desperdigada por la calle, fachadas con desconchones, cristales rotos, plantas de más de un metro creciendo entre los adoquines, mierdas de perro desperdigadas, orines a mansalva en los parkings subterráneos, indigentes durmiendo en esas mismas plazas de aparcamiento subterráneas y todo un largo rosario de señales, de canarios en la mina que avisan de que el país se está pudriendo, no sé si por dentro, pero a buen seguro por fuera.

Ahora tengo la impresión de que cuando los franceses votan a la extrema derecha, no es que se hayan vuelto fascistas de repente, sino que buscan a la desesperada una salida a la situación actual. Y casi diría lo mismo de los que votan a Melenchos y su Francia insumisa, de izquierdas. Lo que parece que está claro es que el sistema actual no sólo no funciona, sino que los lleva directamente a la catástrofe, y la gente busca una alternativa, la que sea, al actual sistema capitalista-liberal. Unos quieren más autoritarismo y otros quieren menos capitalismo, pero en el fondo, ambos lados del espectro anstisistema, quieren acabar con lo que hay.

Me imagino lo que tiene que ser vivir allí a diario y recordar lo que era tu ciudad tan sólo quince o veinte años atrás. Es realmente para echarse a llorar.

En cuanto a los pueblos y ciudades pequeñas, la cosa está bastante mejor, por razones que desconozco pero que investigaré. En los pueblos parece funcionar aún una mínima cohesión social que mantiene limpias las calles, aseados los edificios y encendidas las farolas. Por los pueblos sales a las once de la noche sin la sensación de que te van a rajar en cualquier momento, cenas en cualquier sitio y te vuelves a casa sin la preocupación de si al día siguiente te habrán reventado el parabrisas del coche.

Pero el país da pena. Da miedo. La situación real me pareció mucho peor de lo que cuenta la prensa cuando habla de sus repentinas explosiones de violencia. Si alguno más ha estado pro allí recientemente, que nos cuente, por favor.