"La amistad es la única forma pura de amor, la única que nos lleva a dar sin pedir nada a cambio, sin ningún objetivo más que el de hacer feliz a una persona que apareció casualmente en nuestra vida"
Albert Camus
Hay amigos, pocos amigos, de esos que aparecen muy de vez en cuando en tu vida y que vuelven a ponerse en contacto porque se han enterado por ahí que tu pareja te ha dejado o que has pillado COVID. Muchas veces ejercen de inesperada luz para convertir lo que parecía un pozo sin fondo, en un túnel con salida.
Son personas que van por el mundo sin otra mochila que la lealtad sincera y cálida. Colosos de la cotidianeidad que, sin querer, te hacen sentir mal porque, al compararte con ellos, te descubren lo egoísta y pusilánime que puedes llegar a ser.
Al contrario de lo que harías tú, si no contactas con ellos no se enfadan, porque si algo les caracteriza es creer sinceramente que la lealtad jamás se pide, solo se ofrece.
Y no puedes evitar pensar en lo esforzadas y sacrificadas que deben ser sus vidas, hasta que un día te das cuenta que siempre has estado equivocado. Porque estos seres extraordinarios van ligerísimos de carga. Tienen sus dramas y sus problemas, claro que sí, pero en realidad, no le deben nada al futuro o al pasado. Si creen en el valor de la lealtad es porque creen en el valor del hoy, del estar aquí, de generar momentos que merezcan la pena sin pedir a cambio más que le dediques, durante unas horas, el mismo tiempo que ellos ponen en ti.
Los abandonas cruelmente o sin querer, en tu insoportable narcisismo, y ellos vuelven, sin condiciones y queriéndote con esa fidelidad insobornable con la que una abuela ama a su nieto primerizo. Qué estúpidos somos: cuánto tiempo dedicamos a aquellos y aquello a lo que no importamos lo más mínimo. Qué poco esfuerzo dedicamos a los que darían todo por nosotros sin pedirnos que nosotros lo demos por ellos.
Esa gente es, en si misma, una lección de vida que tendemos a dar por supuesta: no hay nada más valioso que la amistad, ni tan siquiera la vida, porque la vida sin la amistad no tiene sentido alguno.
Comentarios
#0 Brillante artículo, compañero. Se echan en falta más así, la verdad es que me has emocionado.
La amistad, el amor, se demuestran en momentos complicados, en aquellos en que la compañía y el cuidado son más desagradables. Es fácil estar ahí en momentos alegres, pero no tanto estarlo en aquellos difíciles; no necesitamos a la gente en momentos alegres, pero sí en los difíciles. Exigimos la amistad, cuando la amistad se da, se ofrece. Exigimos que contribuyan a nuestro placer, cuando deberíamos contribuir a la mejora del otro, a la lealtad y a la dedicación, más allá del retorno. Ese es el amor de abuela, de madre, de amigo. Creo que el huir de la carga de la amistad, el rechazar los lazos que nos atan con los demás (no sólo con los amigos, sino con todos con quienes nos cruzamos, pues siempre puede hacerse un bien o, al menos, no hacer un mal) es una medida cortoplacista que nos alivia en el corto plazo, pero nos agria en el largo.
Es cierto que una ligera carga acompaña al amigo de verdad, puesto que sabe que la amistad se demuestra en esos momentos, y se siente agraciado de contribuir cuando se requiere su contribución. No hay nadie más ligero y tranquilo que el que sabe que ha cumplido con su deber, "coloso de la cotidianeidad", pues sabe que su obrar es suyo y que las acciones de otros, no. A colación con esto, creo que la verdadera amistad es inteligente, ya que a veces blanqueamos las conductas de los demás por no lidiar con la situación desagradable o las posibles consecuencias que tenga en nosotros su reacción. Es común la falta de sinceridad para eludir el sufrimiento propio y del otro, pero el reconocimiento y la explicitación de los problemas, aunque nos duelan y lo sintamos cómo un ataque, es lo que hacen los amigos.
Recuerdo a mi tío, un hombre con nulas habilidades sociales, con nulo tacto, que cada vez que abría la boca te daban ganas de no estar más en su presencia. Sin embargo, siempre te decía la verdad, jamás buscaba hacerte sentir bien o cómodo, siempre iba a la raíz del problema. Él lo sabía, sabía que siendo sincero se granjeaba tu enemistad, y que probablemente, le cogerías manía y no disfrutaría de tu presencia, tu afecto o de tu simpatía. No obstante, obraba en pos de tu bienestar. Él amaba, y es la persona con la conciencia más tranquila que he conocido. No me di cuenta hasta tarde de esto, yo era un joven que pensaba "deja de joder de una puta vez". Ahora es uno de mis ejemplos a seguir.
Mi ser más querido está atravesando un momento muy duro y el otro día escribí lo siguiente (cómo me has tocado la fibra, lo comparto):
"Cuando más se demuestra la estima es en momentos de dolor y, paradójicamente, cuando más satisfecho estoy de mi mismo es cuando no me alejo ni un centímetro en estas situaciones. A lo mejor, la evitación de estos deberes arduos y desagradables nos impide disfrutar de la posterior satisfacción de haber hecho todo lo posible. A lo mejor, el vacío de algunas vidas se debe a la renuncia de tales deberes por una persecución hedónica y primitiva de un falso placer, cómo ciegos orientándose por el calor, cómo voraces depredadores que por gula explotan los recursos que les sirven de alimento, convirtiendo fértiles tierras en estériles y muertos paramos. No hay hedonismo más verdadero ni placer más grande que la calma, el orgullo y la satisfacción de saber que has hecho todo lo posible por contribuir a mejorar la vida de otro, independientemente del resultado, el cuál no está en mis manos. Aunque sufras por siempre, siempre absorberé tu dolor, aunque no mejores, me da igual. Siempre te tuve, tú me tendrás. Me lo enseñaste, y por eso te quiero, porqué con tu amor me enseñaste a amar. "
Gracias por compartir tu reflexión.
#2 gracias por leer, Cald.
AHora has sido tú el que me has tocado la patata con tu comentario
¿Y con amistad sí?
qué bonito escrito y qué bonito tener amigos de esta calidad en la vida!