Quedan hoy en España un puñado de paisanos que estuvieron vivos allá cuando por el año 36 del siglo pasado un militar atentó contra el gobierno de la república democráticamente instaurado en nuestro país. Obedecía, como siempre, claro está, a oscuros poderes que no podían permitir que a los españoles nos fueran bien las cosas en el ámbito de lo social y sobre todo de lo económico porque esto supone, de facto, que a ellos les irá mal.
Ese señor no dudó ni por un segundo en enfrentar a hermano contra hermano, a región contra región, a español contra español en definitiva con tal de hacerse con el poder.
Cuando consiguió la victoria, ayudado por las fuerzas del mal y por la inacción de los supuestos ejércitos del bien, instauró un régimen de terror que, aunque silenciado durante su reinado y el de su sucesor, puso a España en un ranking estadístico que enorgullecería a cualquier genocida que se precie.
Ahora, casi 100 años después está volviendo a ocurrir delante de nuestras narices, solo que esta vez son sus dignos y confesos sucesores los que están dando de nuevo un golpe de estado contra la democracia y contra las mejoras de las condiciones sociales y económicas de los españoles.
Cualquiera pensaría que en pleno siglo de las comunicaciones esto sería algo completamente imposible, pero hete aquí que los golpistas, lejos de ocultar sus intenciones las está propagando a los 4 vientos. Y no solo eso, sino que en los lugares en los que el golpe está triunfando los ciudadanos han visto retroceder estos derechos, por si había alguna duda.
La táctica para conseguir su propósito necesariamente ha cambiado para adaptarse a los tiempos que corren. Ahora no hace falta un ejército de soldados pertrechados de abundante munición; ahora el ejército es el pueblo que vota y la munición son los votos.
Su estrategia pasa por convertir el diálogo democrático en un enfrentamiento abierto, a los que no son de su "ideología" en un enemigo de la nación y a aquellos que son sus enemigos naturales en algo peor que el propio satanás.
Ante este situación apocalíptica cualquier español de bien no puede cuando menos que atender su llamada y dar hasta el último voto de su familia en la batalla programada que se va a librar en breve. Están tan convencidos de que están evitando la destrucción de España que harán oídos sordos a cualquier información veraz que desautoriza las proclamas y las mentiras de los golpistas.
Nuestros antiguos gobernantes sabían que bastaba darle a un español un arma y un motivo para que se convirtiera en una máquina de matar. Hoy, en el SXXI solo tienen que engañarnos con un motivo y una papeleta.
“El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe”
Charles Baudelaire