Lecciones de la debacle progresista en Bolivia. Por una izquierda republicana

El MAS, partido de izquierda "radical" históricamente liderado por Evo Morales, se ha hundido absolutamente en los comicios presidenciales y parlamentarios celebrados ayer en Bolivia. Sólo tendrá un diputado, y su candidato a presidente recibió poco más del 3% de los votos. La segunda vuelta de las presidenciales se la disputarán dos candidatos que se ubican, respectivamente en la derecha sin complejos y el centro derecha. Acaban así dos décadas de gobierno casi ininterrumpido del MAS (con la excepción del golpe de Estado dirigido por la derechista Jeanine Añez, que la mantuvo 1 año en el poder, entre 2019 y 2020).

¿Cómo hemos llegado a esto? El ansia de poder de Evo Morales es un factor, pero no el único. El artículo 168 de la Constitución del país dispone que "El periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez de manera continua". Simple y claro: una sola reelección. Pero Evo no estaba conforme, y en 2019 se empecinó en volver a presentarse pese a haber cumplido ya 2 mandatos, dando a la derecha la excusa perfecta para el golpe de Estado que colocó a Añez como presidenta interina. Cuando ésta se vio forzada a convocar elecciones tras 1 año de usurpación del poder, Evo tuvo la altura de miras suficiente para apoyar a Luis Arce como candidato del MAS, que volvió a arrasar y recuperó el gobierno para la izquierda.

Arce ha sido un mal presidente. La incompetencia y falta de compromiso social de su gobierno ha disparado el malestar de los bolivianos, generando una crisis económica descomunal a la que, no pocas veces, ha respondido reprimiendo brutalmente a los manifestantes que reclamaban justicia. Y, terminada la legislatura, el MAS ha elegido a un candidato distinto para la presidencia, dada la inmensa impopularidad de Arce. Pero Evo no estaba de acuerdo: el candidato tenía que ser él por narices, aunque la Constitución se lo prohíbe tajantemente. Y se ha echado al monte, literalmente. Se ha refugiado en un territorio indígena (también porque se negó a acudir al Juzgado que le citó por la posible agresión sexual a una menor, lo cual llevó a que se dictase una orden de detención contra él) y ha llamado al voto nulo. No ha creado otro partido y promovido el voto a él, apoyando a un candidato que sí pudiese concurrir. No ha intentado regenerar el MAS, asumiendo que había personas distintas de él idóneas para liderar la candidatura presidencial. Ha optado por el "o yo, o el caos". Y así, entre unos y otros, han hundido el MAS y a la izquierda boliviana.

En 2021 escribí este artículo llamado "Luces y sombras del nuevo constitucionalismo latinoamericano desde una perspectiva neoconstitucionalista" revistas.ucm.es/index.php/RPUB/article/view/73271/4564456559248 En él desarrollaba una idea que ya expuse en 2011, cuando leí mi tesis doctoral fseneca.es/cms/sites/default/files/Tesis (José Mateos Martínez).pdf El nuevo constitucionalismo latinoamericano, representado en las constituciones surgidas tras el triunfo de los partidos de izquierda alternativa en la región (Hugo Chávez primero, Evo y Correa después) estaba viciado desde sus inicios por un pecado original que lo acabaría matando: sus líderes no querían un pueblo libre, crítico, racional e ilustrado, sino construir hiperliderazgos cimentados en la propaganda y el clientelismo, donde el caudillo es Dios y el pueblo le obedece y glorifica esperando que le dé conceda el maná cada día.

Y es que estas nuevas constituciones tenían, en abstracto, todo lo que un izquierdista como yo podía desear: consagración de los derechos sociales como derechos fundamentales, justiciabilidad de los mismos ante los tribunales, herramientas de democracia participativa como la revocación de mandato...pero fallaban dos cosas decisivas. Una era el enorme poder que concedían al caudillo-presidente de la república. La otra era que no garantizaban la separación de poderes, y permitían al poder político colocar en los más altos tribunales a sus comisarios (cosa que, siendo honestos, también pasaba con las constituciones precedentes). Y, como todos sabemos, tan importante como el texto de la ley es la voluntad de su intérprete, que cuenta con mil artimañas para dictar sentencias afirmando que un precepto legal dice "negro" pese a ser evidente que dice "blanco".

Cuando en 2011 discutía esto con otros investigadores de mi ideología, me decían "pero eso es magnífico, hasta ahora los políticos también han controlado a los tribunales supremo y constitucional, pero a partir de hoy los controlará el pueblo". Y yo les replicaba "el pueblo no...Chávez, que no es el pueblo sino un tío muy ambicioso con un ansia insaciable de controlar todos los resortes del Estado para imponer sus preferencias, que muchas veces serán distintas de las del pueblo". Y les adelantaba que medidas de democracia participativa como la revocación de mandato del presidente o la convocatoria de referéndums a instancia popular, quedarían en nada si los tribunales encargados de fiscalizar que cumplían los requisitos para ser tramitadas decidían bloquearlas porque al presidente de la república no le interesaba que se realizaran. Porque un derecho no es absolutamente nada si no hay herramientas jurídicas para reivindicarlo ante unos tribunales independientes.

También les decía que la democracia participativa sirve de muy poco sin democracia deliberativa (sobre eso escribí un texto aquí, a partir de la página 416 www.uv.es/gibuv/BIOETICA2010.pdf ). De poco sirve establecer vías de participación directa si el pueblo carece de formación y espíritu crítico. La democracia participativa es magnífica por cuanto permite controlar de un modo efectivo al poder político durante la legislatura, evitando que éstas sean dictaduras concatenadas donde sólo podemos ver y callar hasta que concluyan, incluso si las decisiones del poder son la antítesis de lo que ofrecieron en su programa electoral. Pero para que funcione hacen falta mentes críticas, formadas e informadas. Y eso no se consigue con un "Aló presidente" repleto de propaganda barata del padrecito Chávez. Eso se logra con un sistema educativo fuerte, bien financiado e inspirado en valores republicanos, que enseñe al estudiante a cuestionárselo todo, pensar por sí mismo, buscar opiniones e información diversas, debatir, deliberar y, finalmente, decidir. En definitiva, un sistema educativo inspirado en los valores republicanos, que también deben proyectarse en el ámbito mediático, promoviendo una pluralidad de medios de comunicación ideológicamente diversos y, ante todo, comprometidos con la información veraz y la difusión de las diversas perspectivas y opiniones sobre la realidad política y social (singularmente en el caso de los medios públicos).

Todos sabemos que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe de forma absoluta. Los líderes carismáticos suelen tener un punto ególatra y narcisista que les vuelve proclives a ello. Pero, incluso el hombre más humilde, acabaría sucumbiendo a su ego si una masa le convierte en su profeta y le adula continuamente, sometiéndose acríticamente a sus designios. Le pasó a Chávez y le pasó a Evo. El poder es una losa demasiado pesada para recaer sobre los hombros de uno o unos pocos sin envilecerles. El poder debe ser sostenido por una sociedad civil republicana, firmemente comprometida con todos los Derechos Humanos empezando por los sociales, crítica, consciente de que defendiendo los derechos del prójimo estoy defendiendo los míos propios, exigente con el poder, reivindicativa, orgullosa de su condición de ciudadana y guardiana de la res pública frente a la voracidad de los poderes económicos privados, que actualmente son la mayor amenaza para la democracia y cuya domesticación resulta imperativa, y también frente a cualquier aspirante a caudillo, incluso si se autocalifica como progresista.

Todo ello en el marco de un Estado con instituciones transparentes, basado en la democracia deliberativa y participativa, y con unos tribunales independientes (sobre las vías para lograr esto último escribí dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7826487.pdf ). Y la izquierda española tiene muchísimo que aprender a este respecto. De hecho, es el único camino para evitar su derrota ante el tándem PPVox.

Todo este rollo que os he soltado se resume en esta magnifica escena cinematográfica, que todos deberíamos recordar al menos una vez al día.