Extracto de la novela "Plataforma" de Michel Houellebecq:
—Ven a mi lado... —Yo me senté en el sofá. Ella se acurrucó contra mí y apoyó la cabeza en mis muslos—. Cuando te pregunté qué tenían las tailandesas que no tuviéramos nosotras, no me contestaste de verdad; sólo me enseñaste una entrevista con el director de una agencia matrimonial.
—Tenía razón en lo que decía: hay muchos hombres que tienen miedo de las mujeres modernas, porque sólo quieren una dulce esposa que les lleve la casa y cuide a los niños. No es que eso haya desaparecido, pero en Occidente se ha vuelto imposible confesar esa clase de deseos, y por eso se casan con asiáticas.
—De acuerdo... —Pensó un instante—. Pero tú no eres así; es evidente que no te molesta lo más mínimo que yo tenga un puesto de responsabilidad, un salario elevado; no tengo la impresión de que eso te dé miedo. Y sin embargo fuiste a los salones de masaje y no intentaste nada conmigo. Eso es lo que no entiendo. ¿Qué tienen aquellas chicas? ¿De verdad hacen el amor mejor que nosotras?
Su voz se había alterado ligeramente durante las últimas palabras; yo estaba bastante conmovido, y tardé un poco antes de ser capaz de contestarle.
—Valérie, nunca he encontrado a nadie que me haga el amor mejor que tú; lo que he sentido desde ayer por la noche es casi increíble. —Me quedé callado un momento, y luego añadí—: Tú no puedes saberlo, pero eres una excepción.
Se ha vuelto muy raro encontrar mujeres que sientan placer y tengan ganas de darlo. Seducir a una mujer que uno no conoce y follar con ella se ha convertido, sobre todo, en una fuente de humillaciones y de problemas. Cuando uno considera las fastidiosas conversaciones que hay que soportar para llevarse a una tía a la cama, que en la mayoría de los casos resultará ser una amante decepcionante, que te joderá con sus problemas, que te hablará de los tíos con los que ha follado antes (dándote, de paso, la impresión de que tú no acabas de estar a la altura), y encima habrá que pasar con ella por cojones el resto de la noche, se entiende que los hombres quieran ahorrarse problemas a cambio de una pequeña suma. En cuanto tienen cierta edad y un poco de experiencia, prefieren evitar el amor; les parece más sencillo ir de putas. Bueno, no las putas de Occidente, no vale la pena, son verdaderos deshechos humanos, y de todas formas durante el año los hombres no tienen tiempo, trabajan demasiado. Así que la mayoría no hace nada; y algunos, de vez en cuando, se dan el lujo de un poco de turismo sexual. Y eso en el mejor de los casos: irse con una puta sigue siendo mantener un pequeño contacto humano. También están los que creen que es más sencillo masturbarse conectados a Internet, o viendo vídeos porno.
En cuanto la polla escupe su chorrito, nos quedamos muy tranquilos.
—Ya... —dijo ella, tras un largo silencio—. Entiendo lo que quieres decir. ¿Y no crees que los hombres o las mujeres puedan cambiar?
—No creo que las cosas puedan ir hacia atrás, no. Probablemente, lo que pasará es que las mujeres se parecerán cada vez más a los hombres; de momento siguen muy apegadas a la seducción; mientras que a los hombres, en el fondo, lo de seducir se la suda, lo que quieren sobre todo es follar. La seducción sólo les interesa a algunos tíos que no tienen ni una vida profesional excitante ni ninguna otra fuente de interés en la vida. A medida que las mujeres presten más atención a su vida profesional, a sus proyectos personales, a ellas también les parecerá más sencillo pagar por follar; y se dedicarán al turismo sexual. Las mujeres pueden adaptarse a los valores masculinos; a veces les cuesta, pero pueden hacerlo; la historia lo ha demostrado.
—Así que las cosas no van demasiado bien.
—Nada bien... —confirmé con una sombría satisfacción.
—Entonces hemos tenido suerte al encontrarnos.
—Yo he tenido suerte, sí.
—Yo también... —dijo ella, mirándome a los ojos—. Yo también he tenido suerte. Los hombres que conozco son un desastre, no queda ninguno que crea en las relaciones amorosas; y se traen todo un teatro con la amistad, la complicidad, todas esas cosas que no comprometen a nada. He llegado a un punto en que ya ni siquiera soporto la palabra amistad, me pone directamente enferma. O bien tenemos a los que se casan, se colocan lo antes posible y ya sólo piensan en su carrera. Obviamente no era tu caso, pero también supe enseguida que no me hablarías nunca de amistad, que no serías vulgar hasta ese punto. Desde el primer momento tuve la esperanza de que nos acostáramos y que pasara algo fuerte; pero también podía no pasar nada, de hecho era lo más probable.
Michel Houellebecq —Plataforma—