Un reputado guía espiritual que se caracterizaba porque siempre vestía un manto de oro y brillantes, acababa de ofrecer una maravillosa conferencia en una pequeña población. Al acabar la misma, la familia más rica y presumida de la ciudad le invitó a cenar en su casa con ellos y con las personalidades más acaudaladas de la zona. El guía, harto de tener que ir de etiqueta a todos lados, decidió dejar el manto en casa e ir con una ropa normal: un viejo abrigo y un gorro para protegerse del frío. …