Mucho antes de saber qué era una hipótesis o una metodología, ya me había aburrido de mezclar sin ton ni son sales de colores y no conseguir nada. Mis padres, que eran unos cachondos, al ver mi frustración y sin ánimo pedagógico ninguno, me regalaron un tebeo titulado «El otro yo del profesor Bacterio». Con solemnidad fingida me dijeron que dentro encontraría al científico que llevaba dentro. Empecé a leerlo con desconfianza y atravesé un camino de sentimientos encontrados que oscilaba entre la rabia hacia mis puñeteros progenitores por...