Aunque las personas de las sociedades opulentas actuales trabajan una media de 40-45 horas semanales, y las personas del mundo en vías de desarrollo trabajan 60 e incluso 80 horas por semana, los cazadores-recolectores que viven hoy en día en el más inhóspito de los hábitats (como el desierto de Kalahari) trabajan por término medio solo 35-45 horas por semana. Cazan solo un día de cada tres, y recolectar les ocupa solo 3-6 horas diarias. En épocas normales, esto es suficiente para alimentar a la cuadrilla. Bien pudiera ser que los cazadores-recolectores antiguos, que vivían en zonas más fértiles que el Kalahari, invirtieran todavía menos tiempo para obtener alimentos y materiales en bruto. Además de esto, los cazadores-recolectores gozaban de una carga más liviana de tareas domésticas. No tenían platos que lavar, ni alfombras para quitarles el polvo, ni pavimentos que pulir, ni pañales que cambiar, ni facturas que pagar.
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No obstante, vendría bien recordar las hambrunas recurrentes, ya fueran estacionales o puntuales, sumado a la presión demográfica expresada en malnutrición, en sus formas más severas, y en el control de la población a través de diversos mecanismos, incluidas las guerras o el infanticidio.
No podemos caer en el error de Rousseau e idealizar las sociedades pre-estatales, sin negar sus virtudes. Hay mucho desconocimiento aún al respecto del Paleolítico y cada vez todo apunta a una variedad de formas mayor de lo pensado y a una transición mucho más gradual. Decir también que muchas referencias sobre sociedades pre-estatales están tomadas de sociedades vigentes hoy día (o a lo largo del siglo XX), y pueden no ser representativas de la diversidad de formas del pasado.