La gente se enamora de las ambiciones de los demás. Ten una gran ambición realista, de pies en el suelo, o quedarás como un idealista atrapado en fantasías.
Los fantasiosos son encantadores en un principio, pero a la larga resultan confusos, pesados o incluso estáticos por culpa de estar atrapados en su imaginación.
Un realista resulta intimidante según su nivel de realismo, o incluso aburrido si resulta común.
Pues ambos tienen las ambiciones diferentes. Que si uno sobre un camino no muy claro, de soluciones espontáneas, que si el otro sabiendo que es paso a paso, con dolor, en ocasiones un combate contra la desesperación, lo que hace realidad hasta el sueño más sencillo.
Es una de las lecciones del Quijote después de todo, que dice que soñar demasiado nos mata.
Sin embargo (porque siempre los hay), soñar nos da ilusión, un combustible del ánimo. Pintura de lo gris. Y unas gotas nunca vienen mal.
Comentarios
#2 Gracias. Al menos esa ha sido mi experiencia vital, que tampoco hace estadística, claro.
El nivel de idealismo que puedas tener es proporcional a la cantidad de energía que quieras emplear en ello multiplicado por los sinsabores que puedas soportar.
#1 Muy buena.
Hay mucho idealista pensando que diosito le va a resolver los problemas, o que las cosas le ocurren porque diosito lo quiere. Yo prefiero la gente realista, consciente de sus limitaciones y de qué metas puede alcanzar a medio plazo.
Respecto a copiar las ambiciones de los demás, es extrapolable a cualquier actividad humana. Todos nacemos como originales, pero la mayoría mueren como copia.