La crisis de los chips que arrancó en 2020 y duró hasta bien entrado 2023 fue el resultado de una tormenta perfecta. La pandemia de COVID-19 disparó la demanda de dispositivos electrónicos, y, a la par, degradó la capacidad de producción de muchas compañías. Además, la guerra comercial entre EEUU y China, los eventos climáticos severos y varios incendios en instalaciones críticas se solaparon hasta casi dejar fuera de combate la cadena de distribución global de circuitos integrados. Ahora, en pleno 2025, estamos en una situación muy diferente.
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