Jordi Rodríguez Faure, se quitó la vida el pasado jueves lanzándose por la ventana. Llevaba 14 meses sin pagar el alquiler porque no tenía trabajo. El piso del que iba a ser desahuciado era propiedad del banco hasta junio de 2017. La entidad fue absorbida por el grupo Santander, dos meses después el Grupo Santander vendió todos los activos inmobiliarios que había adquirido con la absorción al fondo de inversión Blackstone. Este fondo buitre se dedica a adquirir inmuebles sobre los que pesan deudas para después sacar rendimiento.
El fondo estadounidense Blackstone ha comprado gigantescos paquetes de viviendas sociales, así los “caseros” se han convertido en sociedades sin alma a las que sólo les importan los números, pero además estos fondos buitres han avistado en el territorio español nuevas perspectivas de negocios en más servicios básicos además de la vivienda, como son hospitales o residencias para mayores. Estos acreedores persiguen ventajas ilegítimas mediante la adquisición de un préstamo o deuda de un Estado. Así pues, el capital financiero echa sus redes, literalmente, en todos los países del mundo y ejerce la usura.
En el estado español se suicidan diez personas al día, este dato pasa desapercibido en los medios de comunicación. Estudios de la Fundación Salud Mental España dice que los suicidios representan en datos el doble de víctimas que en accidentes de tráfico y sesenta veces más que en violencia de género, sin embargo, ningún medio de comunicación hace un análisis de esto. Cuando se sabe que el dinero y el bienestar financiero tienen un papel relevante en la psicología humana.
Grecia, España e Italia, y 26 países europeos más, vieron incrementadas las tasas de suicidios, existiendo una clara conexión entre crisis económica y trastornos mentales, entre base económica capitalista y deshumanización, esto es el resultado de la continua humillación que sufren los más humildes, los productores de todo, en una sociedad individualista que culpabiliza a los trabajadores de la pobreza a la que se ven arrastrados por culpa de este sistema económico criminal. Como el caso de Arantxa y José Luis que se vieron obligados a entregar a sus hijos a la Xunta, después de que perdieran sus trabajos y se les acabaran los ahorros. Uno de tantos miles de casos que tenemos en nuestro país, y así pasamos de ser considerados esclavos a deshechos sin ninguna capacidad de actuar en contra de esta situación.
La violencia que ejercen los ricos y poderosos es tapada y silenciada, desde todos los ámbitos, para hacernos creer que no existe una lucha de clases, es una violencia que se genera a escondidas con el objeto de no tener respuesta de los obreros, y que incluso obtiene apoyos desde la misma clase a la que oprime. Decía Marx que la burguesía se ve obligada a apelar al proletariado, a pedir su ayuda y a comprometerlo así en el movimiento político. Ella misma proporciona, pues, al proletariado sus propios elementos de formación, esto es, armas contra sí misma. (Marx y Engels, 1948). Actualmente vemos que esta reflexión que hacía Marx y Engels en aquellos años sigue estando en vigor, de manera que ninguno de los partidos políticos que forman parte de las cortes Generales, hacen reivindicaciones con objetivos más amplios y radicales. Todos están para salvaguardar los intereses de la burguesía apuntalando su estado que es la garantía de perpetuación del capitalismo como sistema económico, que degrada, explota a la mayoría obrera de la sociedad, aliena al ser humano y lo deshumaniza, lo desprende de su esencia humana.
Existe una guerra de los más ricos y los trabajadores, una guerra que estamos obviando y evitando pero que más temprano que tarde tendremos que hacer frente porque los niveles de desigualdad son ya insoportables, y ahora más que nunca estamos viendo que “el poder estatal moderno no es más que una junta administradora que gestiona los negocios comunes de toda la clase burguesa”.(Manifiesto del Partido Comunista).
Este ataque tiene lugar en todos los países y va en ascenso, es por esto que se hace necesaria la unión de los trabajadores, pero una unión para obtener el control de los medios de producción, para conquistar el socialismo y ser dueños de nuestras propias vidas, para poder actuar en libertad, y así conseguir una sociedad más humana y justa.
M. García, militante del Partido Comunista Obrero Español de Badajoz