Cuando Iván decidió adoptar un cachorro de lobo y llevárselo a vivir con él y su hija a la ciudad, su vida cambió por completo. Y no para mejor precisamente, al menos en cuanto a comodidades: su apartamento ha conocido días mejores, el sueldo se le va en carne, y su tiempo libre en interminables caminatas. Pero ni se le pasa por la cabeza deshacerse de él: a cambio de tantos sacrificios le da… Bueno, no sabe exactamente lo que le da, pero sabe que no lo ha encontrado en otros seres humanos.
Comentarios
La niña prefiere vivir con su padre, dormir en dos sillones, casa minúscula y mugrienta, comer fideos toda tu vida, y tener depresión constante.
Así que, ¡cómo tiene que ser la madre!
Al menos puede decir que ha perdido peso. Lo que no sé si es por mejorar o empeorar su estado físico.